POEMAS - III



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He decidido abrir en mi blog un espacio dedicado a los poemas que más me han impactado a lo largo de los años; los que para mí son "poemas geniales", digan lo que digan críticos y entendidos.

No tienen ningún tipo de orden; no están colocados ni por preferencias, ni por títulos, ni por autores... simplemente al azar, para que cada cual baje o suba por ellos a su antojo cada vez que le apetezca visitarlos.

ÍNDICE:

201. PLENILUNIO (Maruja Torres)
202. EL HIJO (Pablo Neruda)
203. SALUDO (Agustín Millares Sall)
204. PEGASOS, LINDOS PEGASOS (Antonio Machado)
205. HIMNO A SATÁN (Leopoldo María Panero)
206. HOMBRE EN EL BOSQUE (Luis Gustavo Acuña Lugo)
207. SEMBRAR (José Ángel Buesa)
208. DALE VIDA A LOS SUEÑOS (Mario Benedetti)
209. SOY (Jorge Luis Borges)
210. CUANDO NADA SE PIDE (Dina Ampuero Gallardo)
211. HÁGASE SU VOLUNTAD (José Agustín Goytisolo)
212. POEMA DEL REGRESO (José Ángel Buesa)
213. LA CUNA DE TU HIJO (José Pedroni)
214. LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO (Gabriel Celaya)
215. EL REMORDIMIENTO (Jorge Luis Borges)
216. ÓRBITA (José ángel Buesa)
217. SÓLO UN ÁNGEL AZUL (Ana María Julio)
218. CANCIONES DEL ALMA (San Juan de la Cruz)
219. PUESTO QUE EL JOVEN AZUL... (Miguel Labordeta)
220. DIOSA (Vicente Aleixandre)
221. AQUÍ ESTAMOS (Vicente Huidobro)
222. DESIGNIOS DEL AGUA (Manola del Rosario Lagos Sepúlveda)
223. YO NO SOY YO (Juan Ramón Jiménez)
224. EL CIPRÉS DE SILOS (Gerardo Diego)
225. POEMA 20 (Pablo Neruda)
226. NO QUERÁIS ENCONTRARME (Pedro García Cabrera)
227. EL PABELLÓN DE LA MÚSICA (Anónimo)
228. AURORA PRIMAVERAL (Meng Hao Jan)
229. ESTOY CANSADO (Luis Cernuda)
230. MILAGRO DE LA LUZ (Ángel González)
231. POEMA DEL RENUNCIAMIENTO (José Ángel Buesa)
232. PROVERBIOS Y CANTARES - XLIV (Antonio Machado)
233. SÁBADO (Alfonsina Storni)
234. EL HOMBRE PEQUEÑITO (José Ángel Valente)
235. A PUNTO DE UN VIAJE EN COCHE (Francisco Brines)
236. EL VIENTO DE LA ISLA (Pablo Neruda)
237. RECUERDO DEL MAR (José Hierro)
238. NON OMNIS MORIAN (Manuel Gutiérrez Nájera)
239. VAN PASANDO MUJERES (Alfonsina Storni)
240. LLEGO CON TRES HERIDAS (Miguel Hernández)
241. CULPA (Ángela Figuera Aymerich)
242. ANIVERSARIO (José Ángel Buesa)
243. NO VOLVERÉ A SER JOVEN (Jaime Gil de Biedma)
244. ANTOFAGASTA (Juan de Dios Reyes Franzani)
245. ME BASTA ASÍ (Ángel González)
246. LA SANDÍA (Salvador Rueda)
247. EN TU RELOJ DE ARENA... (Pedro García Cabrera)
248. ¡HOMBRE! PENSADOR LIBRE... (Gerard de Nerval)
249. EL ARQUERO (José Ángel Buesa)
250. SUEÑO CON PECES (Delia Domínguez Mohr)
251. PRESENCIA (Rosario Castellanos)
252. ROSA DE ESCÁNDALO (Ángel González)
253. TUS MANOS (Pablo Neruda)
254. RIMA VII (Gustavo Adolfo Bécquer)
255. HORAS (Vicente Huidobro)
256. A LAS PARCAS (Friedrich Hölderlin)
257. LOS NIÑOS (Rabindranath Tagore)
258. A LA LENTA CAÍDA DE LA TARDE (Luis Feria)
259. PARA NADA (Ángel González)
260. HOMBRE MODERNO (Ernesto Murillo)
261. BALADA DE YU-CHANG (Li-Po)
262. CONSTERNADOS, RABIOSOS (Mario Benedetti)
263. A UN OLMO SECO (Antonio Machado)
264. ÉXODO (Ángela Figuera Aymerich)
265. BALADA DEL LOCO AMOR (José Ángel Buesa)
266. DESTINO (Rosario Castellanos)
267. COMO TÚ (León Felipe)
268. CONSIENTO (José Ángel Valente)
269. CAÑAVERALES DE AGUA GARCIA (Emeterio Gutiérrez Albelo)
270. PRIMAVERA A LA VISTA (Octavio Paz)
271. LA VIDA EN JUEGO (Ángel González)
272. SI TE QUIERO (Mario Benedetti)
273. CIUDAD DEL CORAZÓN (José Ramón Trujillo)
274. LLAMARME GUANCHE (Carlos Pinto Grote)
275. DIOS NO LO SABE (José Ángel Buesa)
276. PARA LA LIBERTAD (Miguel Hernández)
277. PRIMER SUEÑO (Pino Betancor)
278. TU RISA (Pablo Neruda)
279. EL ALBATROS (Charles Baudelaire)
280. CANARIAS (Nicolás Estévanez)
281. ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ (Miguel Hernández)
282. CANTO A LOS MINEROS DE BOLIVIA (Manuel Scorza Torres)
283. LA VIDA NO VALE NADA (Pablo Milanés)
284. DICE EL POETA (Dina Ampuero Gallardo)
285. PROVERBIOS Y CANTARES - I (Antonio Machado)
286. PUERTO DE GRAN CANARIA (Tomás Morales)
287. LA LÁMPARA (José Ángel Buesa)
288. QUE SALGAN LOS CLOWNS (Stephen Sondheim)
289. LAS CARRETAS EN LA NOCHE (Agustín Acosta)
290. AVERROES (Emilio Porta)
291. ALTOS CRECEN LOS CARDOS (Rafael Arozarena)
292. ACERTIJOS (Mario Mora)
293. ALFONSINA Y EL MAR (Félix Luna)
294. NO VALE (Agustín Millares Sall)
295. TUS HIJOS (Khalil Gibran)
296. NADIE ESTÁ SOLO (José Agustín Goytisolo)
297. LA CANCIÓN DEL CAMINO (José Santos Chocano)
298. ALONDRA DE LA MUERTE PEQUEÑITA (Pedro García Cabrera)
299. SONETO DEL CAMINANTE (José Ángel Buesa)
300. VUESTRAS MORADAS (Pino Betancor)


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201.
PLENILUNIO


Cae la luna en sombra,
nieve-luna.
Sobre el quieto sendero,
danza la luna.
Pupila de la noche,
ciega luna.
Mármol transfigurado,
luz de luna.
Serpentina en el agua,
mar y luna.
Sobre la tierra sola,
cae la luna.
Para tu amor y el mío,
¡tanta luna!

Maruja Torres


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202.
EL HIJO


Ay hijo, ¿sabes, sabes
de dónde vienes?

De un lago con gaviotas
blancas y hambrientas.

Junto al agua de invierno
ella y yo levantamos
una fogata roja
gastándonos los labios
de besarnos el alma,
echando al fuego todo,
quemándonos la vida.

Así llegaste al mundo.

Pero ella para verme
y para verte un día
atravesó los mares
y yo para abrazar
su pequeña cintura
toda la tierra anduve,
con guerras y montañas,
con arenas y espinas.

Así llegaste al mundo.

De tantos sitios vienes,
del agua y de la tierra,
del fuego y de la nieve,
de tan lejos caminas
hacia nosotros dos,
desde el amor terrible
que nos ha encadenado,
que queremos saber
cómo eres, qué nos dices,
porque tú sabes más
del mundo que te dimos.

Como una gran tormenta
sacudimos nosotros
el árbol de la vida
hasta las más ocultas
fibras de las raíces
y apareces ahora
cantando en el follaje,
en la más alta rama
que contigo alcanzamos.

Pablo Neruda
 

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203.
SALUDO


Yo, poeta, declaro que escribir poesía
es decir el estado verdadero del hombre,
es cantar la verdad, es llamar por su nombre
al demonio que ejerce la maldad noche y día.

El poeta es el grito que libera la tierra,
la primera montaña que divisa la aurora,
la campana que toca la canción de la hora,
el primer corazón que lastima la guerra.

Colocado en vanguardia sin que nunca desate
su unidad con los pueblos, su visión del conjunto,
el poeta es el hombre que primero está a punto
para hacerse con bríos a la mar del combate.

El poeta es el pueblo que a morir se resiste
en la súbita noche donde todo se olvida.
Donde no hay libertad no hay poeta con vida.
Ningún pájaro vuela donde el aire no existe.

Yo, poeta, declaro que la cólera es una
cuando hay algo que atenta contra el sol que nos guía.
Languidece el poeta si la tierra se enfría,
cuando no hay corazón ni justicia ninguna.

Yo, poeta, declaro que en el duro camino
del tiempo en el poeta se halla siempre un hermano.
Yo, poeta, declaro que el poeta es humano,
aunque a veces nos haga presentir lo divino.

Agustín Millares Sall


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204.
PEGASOS, LINDOS PEGASOS


Tournez, tournez, chevaux de bois

(Verlaine)
 
Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera.

........................................................

Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!

Antonio Machado


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205.
 HIMNO A SATÁN

«Ten piedad de mi larga miseria»
Le fleurs du mal - Charles Baudelaire

Tú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente a la muerte:
tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nací del excremento
te amo
y amo posar sobre tus manos delicadas mis heces.
Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna:
que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina y sangre
las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.

"Poemas del manicomio de Mondragón"

Leopoldo María Panero


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206.
HOMBRE EN EL BOSQUE


Voy caminando, mis pisadas cósmicas
estremecen las ramas en el bosque.
De pronto, siento que mi sangre corre
verde, como la sangre de las hojas.

Llevo un signo telúrico en la frente,
mis manos son raíces sempiternas
que brotan desde el fondo de la tierra
a acariciar la luz de las estrellas.

Este fulgor me hermana al infinito,
en un mar de moléculas danzantes,
a través del espacio y del silencio.

Y como un río verde subterráneo
alimenta la savia de mis huesos
el misterio que gira en mi universo.

Luis Gustavo Acuña Lugo


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207.
SEMBRAR



Alza la mano y siembra, con un gesto impaciente,
en el surco, en el viento, en la arena, en el mar...
Sembrar, sembrar, sembrar, infatigablemente:
En mujer, surco o sueño, sembrar, sembrar, sembrar...

Yérguete ante la vida con la fe de tu siembra;
siembra el amor y el odio, y sonríe al pasar...
La arena del desierto y el vientre de la hembra
bajo tu gesto próvido quieren fructificar...

Desdichados de aquellos que la vida maldijo,
que no soñaron nunca ni supieron amar...
Hay que sembrar un árbol, una ansia, un sueño, un hijo.
Porque la vida es eso: ¡Sembrar, sembrar, sembrar!


José Ángel Buesa


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208.
DALE VIDA A LOS SUEÑOS


Dale vida a los sueños que alimentan el alma,
nunca los confundas con realidades vanas.
Aunque tu mente sienta necesidad, humana,
de conseguir las metas y de escalar montañas,
nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco,
no los dejes que mueran de hastío, poco a poco,
no les rompas las alas, que son de fantasía,
y déjalos que vuelen contigo en compañía.

Dale vida a tus sueños y, con ellos volando,
tocarás las estrellas y el viento, susurrando,
te contará secretos que para ti ha guardado
y sentirás tu cuerpo con caricias, bañado,
del alma que despierta para estar a tu lado.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,
descubrirás que puedes vivir estos momentos
con los ojos abiertos y los miedos dormidos,
con los ojos cerrados y los sueños despiertos.

Mario Benedetti


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209. 
SOY


Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.
Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.
Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,
del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

Jorge Luis Borges


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210.
CUANDO NADA SE PIDE


Nada he pedido y todo se me ha dado:
una luna en la orilla vestida de amatista,
una leve nostalgia de búsqueda inconclusa,
un suspiro constante de vuelos invisibles,
un murmullo vertiente adherido al silencio,
un pequeño arcoiris pegado a la retina.

Nada he pedido porque todo lo tengo:
una palabra eterna donde nacen los sueños,
una sed de infinitos, indómita y contínua,
un aire de luz frágil donde siempre respiro,
una leve conciencia del ser y del no ser.

Nada exijo a la rosa, tan sólo florecer.

Dina Ampuero Gallardo


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211.
HÁGASE SU VOLUNTAD



Después de construir los cielos la tierra y otras cosas
y mientras mi espíritu flotaba sobre las aguas
hice un ser a mi imagen y semejanza.
Vi que aquello era bueno y descansé feliz.

Pero no todo resultó correcto
ya que pronto mi imagen se multiplicó
y empezó a insolentarse y pelear y armar ruido
y también a fisgonear y preguntarse
sobre aquel mundo llano como tabla de mesa.

Entonces conseguí que la tierra se volviese redonda
girando en torno al sol
pero mis semejantes continuaron dudando y blasfemando
y no tuve más remedio que crear todo un cosmos
ordenado y caótico
para que se asustaran y fuesen más humildes
y me dejaran de una vez en paz.

Ahora ya veo que esto no ha sido suficiente
y estoy preparando algo realmente espectacular
a base de grandes explosiones galácticas de luz y de energía
mas si ni de este modo consigo que se callen
he pensado en suicidarme y dejar a esos cabrones solos
para que arreglen su ridícula bola como les dé la gana.

José Agustín Goytisolo


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212.
POEMA DEL REGRESO


Vengo del fondo oscuro de una noche implacable,
y contemplo los astros con un gesto de asombro.
Al llegar a tu puerta me confieso culpable,
y una paloma blanca se me posa en el hombro.
Mi corazón humilde se detiene en tu puerta
con la mano extendida como un viejo mendigo;
y tu perro me ladra de alegría en la huerta,
porque, a pesar de todo, sigue siendo mi amigo.
Al fin creció el rosal aquel que no crecía
y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro:
Yo también he cambiado mucho desde aquel día,
pues no tienen estrellas las noches del destierro.
Quizás tu alma está abierta tras la puerta cerrada;
pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo,
mírame dulcemente, sin preguntarme nada,
y sabrás que no he vuelto... porque estaba contigo!

José Ángel Buesa

 
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213.
LA CUNA DE TU HIJO


Has con tus propias manos la cuna de tu hijo
Que tu mujer te vea cortar el paraíso
Para colgar del techo como en los tiempos idos
Que volverán un día, hazla como te digo

Trabajarás de noche, que se oiga tu martillo
"Está haciendo la cuna", que diga tu vecino
Alguna vez la sangre te manchará el anillo
Que tu mujer lo enjuague
Que manche su vestido

Las noches serán blancas de columpiado pino
Harás según el árbol la cuna de tu niño
Para que tenga el sueño en la oquedad del nido
Para que tenga el ángel en un oculto brillo

La obra será tuya. Verás que no es lo mismo
Será como tus brazos la cuna de tu niño
Se mecerá con aire, te acordarás del pino
Dirás "Duerme en mi cuna"
Verás que no es lo mismo.

José Pedroni


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214.
LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO


Cuando ya nada se espera personalmente exultante
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades:

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: Poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: Lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

Gabriel Celaya


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215.
EL REMORDIMIENTO


He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.

Jorge Luis Borges


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216.
ÓRBITA


Allí estaba el Silencio, de rodillas
en un rincón de la luz. ¿Oraba? Un gesto
le floreció las manos transparentes.

En sus ojos —dos círculos de ausencia—,
se irisaba un perfume. Y en sus labios
inmóviles —dos pétalos de sombra—,
se ensortijaba un eco de rocío...

Allí estaba el Silencio. Sus cabellos
—luz crespa, sol de fibras, fronda de oro—,
le iluminaba el perfil exangüe.

Allí estaba el Silencio. Allí, sin sombra
en la luz. fue un instante.
Y ascendía
su mirada —una ráfaga de aroma.

Allí estaba el Silencio. Fue un instante...

José Ángel Buesa


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217.
SÓLO UN ÁNGEL AZUL


Sólo un ángel azul puedo enviarte ahora.
Ahora que tu sol no tiene sombra
y la luna no tiene para mí
una clara ventana
para mirar tus ojos.
Sólo un ángel azul
y una pequeña playa
en donde el tiempo se detuvo
un día: muy cerca de nosotros.
Tanta distancia y sin embargo,
me basta abrir mi corazón
para encontrarte.
Algo de mí parte contigo ahora.
Algo que al fin acorta la distancia.
   
Ana María Julio


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218.
CANCIONES DEL ALMA



En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,

a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


San Juan de la Cruz


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219.
 PUESTO QUE EL JOVEN AZUL DE LA MONTAÑA HA MUERTO


Puesto que el joven azul
de la montaña ha muerto
es preciso partir.
Antes de ser golosamente asesinados
en los crepúsculos de la gran ciudad.
Antes de que las muchedumbres tristes de los metros
invadan el templo del Sol
definitivamente seducidas
por las noches de los trenes
es preciso marchar.
Desnudos y ásperos. Inigualables.
Y al partir preguntar por nosotros
indagar por nosotros
auscultar por nosotros
por nosotros mismos recordar
si tal vez se existió
y que una dulce soledad
nos responda en grave despedida.

Miguel Labordeta


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220.
DIOSA


Dormida sobre el tigre,
su leve trenza yace.
Mirad su bulto. Alienta
sobre la piel hermosa,
tranquila, soberana.
¿Quién puede osar, quién sólo
sus labios hoy pondría
sobre la luz dichosa
que, humana apenas, sueña?
Miradla allí. ¡Cuán sola!
¡Cuán intacta! ¿Tangible?
Casi divina, leve
el seno se alza, cesa,
se yergue, abate; gime
como el amor. Y un tigre
soberbio la sostiene
como la mar hircana,
donde flotase extensa,
feliz, nunca ofrecida.
¡Ah, mortales! No, nunca;
desnuda, nunca vuestra.
Sobre la piel hoy ígnea
miradla, exenta: es diosa.

Vicente Aleixandre


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221.
 AQUÍ ESTAMOS


Nada está sujeto a los ojos para siempre
Nada tiene lazos de leyenda a través del murmullo
Sólo tu sombra da el destino y despierta la caverna
Tu lumbre que suspira a modo de subir
Entregándose entera en su esperanza
Como chispa confiada y como signo de su hondura
Volvamos al principio sin conclusión alguna
En virginal salida de la piel vidente
Sin suceso del día ni del año sino largo memorial
De la raíz a la más alta punta
Con los dedos crecidos por el viento
Y el terror de los anuncios obscuros regalados
Humildemente regalados como semillas a la madre
Así el barco buscado por sus aguas
Ha de reconocer los fluidos de su acento
Y será reconocido por las puertas hermanas
La idea es nacimiento y sepulcro de grandes alas
Es vuelo general es huída de células y huesos
En árbol repentino sin recuerdo aparente
Es un río asomado a su balcón
En el ir y venir de rincones incógnitos
Entre cabezas y corazones asustados por su modo de ser
Infinito alarido por el tiempo enseñado
Con tanta muerte adentro que es cúspide de vida
Interminable océano sacrificado a la noche
Y noche sacrificada al sol que no la espera.

Vicente Huidobro


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222.
DESIGNIOS DEL AGUA


Antes del mar la luz buscaba el agua
esa lluvia que abría sus estambres
antes del pez unas espinas ciegas
penetraban la escama de las horas.

El núcleo reconoció sus semillas
en el tiempo de las posesiones
la célula planificó su estirpe
antes que se inventaran las fronteras.

La copia de las semillas
fue repartida por los vientos.
Las aves sepultaron el remordimiento ancestral
de habernos dividido.

Antes de la luz
la túnica del cosmos nos buscaba.

Manola del Rosario Lagos Sepúlveda


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223.
 YO NO SOY YO


Soy éste
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pié cuando yo muera.


Juan Ramón Jiménez


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224.
EL CIPRÉS DE SILOS
A Ángel del Río



Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.


Gerardo Diego


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225.
POEMA 20


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda


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226.
NO QUERÁIS ENCONTRARME


No queráis encontrarme. Será inútil
abrir los campos, registrar las leguas,
volver los horizontes de costado.
Ni tu siquiera, frente de arroyuelo
que hasta logras plasmar a la carrera
la desnudez impersonal del viento,
podrías conseguir imaginarme
en la fórmula mágica del agua.
No investiguéis el curso de las venas,
la noche de las cajas de caudales,
la blanca mariposa de la nieve,
ni el caracol estéril del suspiro.
No me busquéis ahora: será inútil.
Pasaríais sin verme ni escucharme.
Estoy dentro de mí, pero tan lejos
que hasta ya de mi nombre me he olvidado.

Pedro García Cabrera


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227.
EL PABELLÓN DE LA MÚSICA


Los músicos ya se han ido.
Los tulipanes que dejaron en los jarrones de jade
Se inclinan sobre los laúdes,
Como queriendo escuchar aún.

Anónimo


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228.
AURORA PRIMAVERAL


 Mi sueño primaveral ha olvidado la aurora.
He aquí que los pájaros cantan en todas partes.
Anoche zumbaban la lluvia y el viento.
¿Quién sabe cuántas flores han caído?

Meng Hao Jan
(690 - 740)

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229.
ESTOY CANSADO



Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.

Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.

Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.

Luis Cernuda


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230.
MILAGRO DE LA LUZ


Milagro de la luz: la sombra nace,
choca en silencio contra las montañas,
se desploma sin peso sobre el suelo
desevelando a las hierbas delicadas.

Los eucaliptos dejan en la tierra
la temblorosa piel de su alargada
silueta, en la que vuelan fríos
pájaros que no cantan.

Una sombra más leve y más sencilla,
que nace de tus piernas, se adelanta
para anunciar el último, el más puro
milagro de la luz: tú contra el alba.

Ángel González


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231.
POEMA DEL RENUNCIAMIENTO


Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor, y al pasar,
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte ... y jamás lo sabrás.

Soñaré con el nacar virginal de tu frente;
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñaré con tus labios desesperadamente;
soñaré con tus besos ... y jamás lo sabrás.

Quizás pasees con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca ... y jamás lo sabrás.

Yo te amaré en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos ... y jamás lo sabrás.

Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
- el tormento infinito que te debo ocultar -
te diré sonriente: "No es nada ... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima ... ¡y jamás lo sabrás!

José Ángel Buesa


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232.
PROVERBIOS Y CANTARES - XLIV



Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.

Antonio Machado


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233.
SÁBADO


Me levanté temprano y anduve descalza
Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos limpios de la tierra,
Tirada en la grama;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, mojados de agua
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
Que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
Fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro un sonido de loza y cristales:
comedor en sombra; manos que aprestaban
Manteles.
Afuera, sol como no he visto
Sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
Fijos. Te esperaba.


Alfonsina Storni
 
 
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234.
EL HOMBRE PEQUEÑITO


El hombre pequeñito
saludó al muy solemne,
sacó una servilleta
y dibujó un gran mapa
de su pequeña patria,
puso en ella
barquitos de papel,
colores, árboles,
unos peces azules
nadando en la mañana
y hasta un pájaro pinto.

El muy solemne extrajo
del profundo chaleco
dos soldados de plomo.
El pequeñito
recogió con cuidado
de no perder migaja
su patria servilleta
y se fue como vino.

El vencedor pestañeó perplejo
con sus sólidos párpados de palo.

José Ángel Valente


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235.
A PUNTO DE UN VIAJE EN COCHE


Las ventanas reflejan
el fuego de poniente
y flota una luz gris
que ha venido del mar.
En mí quiere quedarse
el día, que se muere,
como si yo, al mirarle,
lo pudiera salvar.
Y quién hay que me mire
y que pueda salvarme.
La luz se ha vuelto negra
y se ha borrado el mar.

Francisco Brines


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236.
EL VIENTO EN LA ISLA


El viento es un caballo:
óyelo cómo corre
por el mar, por el cielo.

Quiere llevarme: escucha
cómo recorre el mundo
para llevarme lejos.

Escóndeme en tus brazos
por esta noche sola,
mientras la lluvia rompe
contra el mar y la tierra
su boca innumerable.

Escucha cómo el viento
me llama galopando
para llevarme lejos.

Con tu frente en mi frente,
con tu boca en mi boca,
atados nuestros cuerpos
al amor que nos quema,
deja que el viento pase
sin que pueda llevarme.

Deja que el viento corra
coronado de espuma,
que me llame y me busque
galopando en la sombra,
mientras yo, sumergido
bajo tus grandes ojos,
por esta noche sola
descansaré, amor mío.

Pablo Neruda


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237.
RECUERDO DEL MAR


¡Cómo te agitas bajo nubes grises,
lámina fina de metal de infancia!
¡Cómo tu rabia, corazón de niebla,
rompe la brida!
Cómo te miro con mis pobres ojos!
¡Qué imagen tuya la que inventa el sueño!
¡Qué lentamente te deshace el aire,
roto en pedazos!

Tú que guardabas en cristal salado
vivos retratos que ondulaba el viento;
tú que arrancabas en el alba fina
sones al alma,

tú que nutrías con tu amarga leche
sombras de playas, olvidados pasos,
ansia de ser sobre tu vientre verde,
locos piratas,
has ido ahogando temblorosamente
sombras que hundieron en tu paz sus ojos.
Hoy tu recuerdo, como lluvia fresca,
moja mi frente.
Si ahora volviera a recorrer tu orilla,
si ahora en tu cuerpo me volcara todo,
si ahora tu cuerpo le prestara al mío
frescos harapos,

si yo desnudo, si cansado, ahora,
más hijo tuyo, ahora, si el otoño
vuelto a mi lado me trajera el tibio
pan en el pico.

-lámina fina de metal de infancia-,
todo olvidado quedaría, todo:
látigos, cuerdas con que me azotabas,
vientos que mugen.
Todo sería nuevamente hermoso,
aunque tu garra me arañase el cuerpo,
aunque al tornar tuvieran tus mañanas
soles más negros.

José Hierro


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238.
NON OMNIS MORIAN



¡No moriré del todo, amiga mía!
De mi ondulante espíritu disperso,
algo en la urna diáfana del verso,
piadosa guardará la poesía.

¡No moriré del todo! Cuando herido
caiga a los golpes del dolor humano,
ligera tú, del campo entenebrido
levantarás al moribundo hermano.

Tal vez entonces por la boca inerme
que muda aspira la infinita calma,
oigas la voz de todo lo que duerme
con los ojos abiertos de mi alma!

Hondos recuerdos de fugaces días,
ternezas tristes que suspiran solas;
pálidas, enfermizas alegrías
sollozando al compás de las violas...

Todo lo que medroso oculta el hombre
se escapará, vibrante, del poeta,
en áureo ritmo de oración secreta
que invoque en cada cláusula tu nombre.

Y acaso adviertas que de modo extraño
suenan mis versos en tu oído atento,
y en el cristal, que con mi soplo empaño,
mires aparecer mi pensamiento.

Al ver entonces lo que yo soñaba,
dirás de mi errabunda poesía:
era triste, vulgar lo que cantaba...
mas, ¡qué canción tan bella la que oía!

Y porque alzo en tu recuerdo notas
del coro universal, vívido y almo;
y porque brillan lágrimas ignotas
en el amargo cáliz de mi salmo;

porque existe la Santa Poesía
y en ella irradias tú, mientras disperso
átomo de mi ser esconda el verso,
¡no moriré del todo, amada mía!

Manuel Gutiérrez Nájera


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239.
VAN PASANDO MUJERES


Cada día que pasa, más dueña de mí misma,
sobre mí misma cierro mi morada interior;
en medio de los seres la soledad me abisma.
Ya ni domino esclavos, ni tolero señor.
Ahora van pasando mujeres a mi lado
cuyos ojos trascienden la divina ilusión.
El fácil paso llevan de un cuerpo aligerado:
Se ve que poco o nada les pesa el corazón.
Algunas tienen ojos azules e inocentes;
Van soñando embriagadas, los pasos al azar;
La claridad del cielo se aposenta en sus frentes
y como son muy finas se las oye soñar.
Sonrío a su belleza, tiemblo por sus ensueños,
el fino tul de su alma ¿quién la recogerá?
Son pequeñas criaturas, mañana tendrán sueños,
y ella pedirá flores... y él no comprenderá.
Les llevo una ventaja que place a mi conciencia:
Los sueños que ellas tejen no los supe tejer,
y en manos ignorantes no perdí mi inocencia.
Como nunca la tuve, no la pude perder.
Nací yo sin blancura; pequeña todavía
el pequeño cerebro se puso a combinar;
Cuenta mi pobre madre que, como comprendía,
yo aprendí muy temprano la ciencia de llorar.
Y el llanto fue la llama que secó mi blancura
en las raíces mismas del árbol sin brotar,
y el alma está candente de aquella quemadura.
¡Hierro al rojo mi vida! ¿Cómo pude durar?
Alma mía, la sola; tu limpieza, escondida
con orgullo sombrío, nadie la arrullará;
Si en música divina fuera el alma adormida,
el alma, comprendiendo, no despertara ya.
Tengo sueño mujeres, tengo un sueño profundo.
Oh humanos, en puntillas el paso deslizad;
Mi corazón susurra: me haga silencio el mundo,
Y mi alma musita fatigada: ¡callad!...

Alfonsina Storni


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240.
LLEGO CON TRES HERIDAS


Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

Miguel Hernández


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241.
CULPA


Si un niño agoniza, poco a poco, en silencio,
con el vientre abombado y la cara de greda.
Si un bello adolescente se suicida una noche
tan sólo porque el alma le pesa demasiado.
Si una madre maldice soplando las cenizas.
Si un soldado cansado se orina en una iglesia
a los pies de una Virgen degollada, sin Hijo.
Si un sabio halla la fórmula que aniquile de un golpe
dos millones de hombres del color elegido.
Si las hembras rehuyen el parir. Si los viejos
a hurtadillas codician a los guapos muchachos.
Si los lobos consiguen mantenerse robustos
consumiendo la sangre que la tierra no empapa.
Si la cárcel, si el miedo, si la tisis, si el hambre.
Es terrible, terrible. Pero yo, ¿qué he de hacerle?
Yo no tengo la culpa. Ni tú, amigo, tampoco.
Somos gente honrada. Hasta vamos a misa.
Trabajamos. Dormimos. Y así vamos tirando.
Además, ya es sabido. Dios dispone las cosas.
Y nos vamos al cine. O a tomar un tranvía.
 
Ángela Figuera Aymerich


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242.
ANIVERSARIO



Hoy hace un año, justamente un año.
Y llueve como entonces en el atardecer.
Y es una lluvia lenta, tan lenta que hace daño,
porque casi no llueve ni deja de llover.

Mi pena es una pena sin tamaño,
en el tamaño triste de un nombre de mujer,
aunque la gente pasa sin saber que hace un año,
y aunque la lluvia ignora que llueve como ayer...

José Ángel Buesa


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243.
NO VOLVERÉ A SER JOVEN


Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma


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244.
ANTOFAGASTA


Perla antigua y sensitiva,
del mar y el cerro, Antofagasta
entre sus senos doblegada,
de minerales, mieles liba.
El mar, por flores, le da peces
que en la carne traen y en la escama
luna de rocío y luz de agua;
metales tiene que no mieses.
En su costa de paz y maravilla
se amalgama el desierto con la espuma.
Oasis de quietud y de blancura,
entre pájaros y hombres se adormece,
en el lecho del cobre, del salitre.
¡Sangre y viento, las fuerzas que la embisten!

Juan de Dios Reyes Franzani


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245.
ME BASTA ASÍ


Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
- de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso -;
entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).

Ángel González


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246.
LA SANDÍA


Cual si de pronto se entreabriera el día
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.

Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.

Tajada tras tajada, señalando
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.

Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.

Salvador Rueda


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247.
EN TU RELOJ DE ARENA Y MI CLEPSIDRA


En tu reloj de arena y mi clepsidra
tu imagen con la mía se desposa,
y por cada segundo de tus tildes
tiembla el idilio claro de mis gotas.
Pero tú te has bebido con sus picos
los pulsos de cristal de mi redoma,
y en vez de sus diamantes me has dejado
el vendaval de sed de tus esponjas.
Ya soy igual que tú. Mis arboledas
perdieron de su clámide la sombra,
y en mis fondos, gemelos de los tuyos,
se apagaron los iris de las conchas.
Yacen petrificados tus amores
en la forma sin agua de una ola,
y en el negro subsuelo de mi cripta
hay fósiles recuerdos que me lloran.
El árido reloj de tus arenas
y los buitres rapaces de tus horas
vaciaron gota a gota mi clepsidra
y le abrieron el pecho a mis palomas.
Desde entonces enlutan su perfume
las niágaras audaces de mis rosas
y se alzaron las dunas que el desierto
en mi desnuda intimidad prolonga.
Y soy igual que tú: fosca planicie
despojada de enjambres y de aromas.

Pedro García Cabrera


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248.
¡HOMBRE! PENSADOR LIBRE...
¡Y bien! Todo es posible.
(Pitágoras)


¡Hombre! pensador libre, crees que sólo tú piensas
en este mundo en que la vida estalla en todo:
de las fuerzas que tienes tu libertad dispone,
pero de tus consejos se desentiende el cosmos.

En las bestias respeta un espíritu activo...
cada flor es un alma abierta a la natura;
un misterio de amor en el metal reposa:
todo es sensible; ¡y todo sobre tu ser actúa!

Teme en el muro ciego una mirada espía:
a la materia misma un verbo está adherido...
No lo hagas servir para impíos menesteres.

Hay en el ser oscuro un Dios oculto a veces;
y, como ojo naciente cubierto por sus párpados,
un espíritu crece tras la piel de las piedras.


Gerard de Nerval


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249.
EL ARQUERO


I

Arquero de la noche, con un gesto arrogante,
alcé el arco en la sombra y apunté a las estrellas.
Arquero de la noche, mi pulso estaba firme,
y en mi carcaj había solamente una flecha.

II

Y vigorosamente lancé mi flecha al viento,
y hubo un largo zumbido sobre la cuerda tensa.
Lancé mi única flecha —la flecha de mi ensueño—
y me crucé de brazos bajo la noche negra.

III

El arco envejecido se me pudre en las manos,
pero yo sigo —arquero de la noche— en mi espera.
Lancé mí única flecha, y se perdió en la sombra.
Y nunca he de saber si llegó a las estrellas.

José Ángel Buesa


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250.
SUEÑO CON PECES


Sueño con peces que mueren en mis manos,
con campos de lavanda
donde el sol descarga su nuez envenenada,
y tú,
bella y lejana
juegas
como si no estuvieras boca abajo
en el fondo del lago
desde esa maldita hora de perros.

Delia Domínguez Mohr


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251.
PRESENCIA


Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido
Mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.

Esto que uní alrededor de un ansia,
De un dolor, de un recuerdo,
Desertará buscando el agua, la hoja,
La espora original y aun lo inerte y la piedra.

Este nudo que fui (inextricable
De cóleras, traiciones, esperanzas,
Vislumbres repentinos, abandonos,
Hambres, gritos de miedo y desamparo
Y alegría fulgiendo en las tinieblas
Y palabras y amor y amor y amores)
Lo cortarán los años.

Nadie verá la destrucción. Ninguno
Recogerá la página inconclusa.
Entre el puñado de actos
Dispersos, aventados al azar, no habrá uno
Al que pongan aparte como a perla preciosa.
Y sin embargo, hermano, amante, hijo,
Amigo, antepasado,
No hay soledad, no hay muerte
Aunque yo olvide y aunque yo me acabe.

Hombre, donde tú estás, donde tú vives
Permaneceremos todos.


Rosario Castellanos


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252.
ROSA DE ESCÁNDALO


Cuando el hombre se extinga,
cuando la estirpe humana al fin se acabe,
todo lo que ha creado
comenzará a agitarse,
a ser de nuevo,
a comportarse libremente
-como
los niños que se quedan
solos en casa
cuando sus padres salen por la noche.
Héctor conseguirá humillar a Aquiles,
Luzbel volverá a ser lo que era antes,
fornicará Susana con los viejos,
avanzará un gran monte hacia Mahoma.
Cuando el hombre se acabe
-cualquier día-,
un crepitar de polvo y de papeles
proclamará al silencio
la frágil realidad de sus mentiras.

Ángel González

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253.
TUS MANOS


Cuando tus manos salen,
amor, hacia las mías,
¿qué me traen volando?
Por qué se detuvieron en mi boca,
de pronto,
por qué las reconozco
como si entonces antes,
las hubiera tocado,
como si antes de ser
hubieran recorrido
mi frente, mi cintura?

Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.

Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
 su viaje terminaron.

Pablo Neruda


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254.
RIMA VII


Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!».


Gustavo Adolfo Bécquer


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255.

HORAS


El villorio.
Un tren detenido sobre el llano.
En cada charco
duermen estrellas sordas
Y el agua tiembla
Cortinajes al viento.
La noche cuelga en la arboleda.
En el campanario florecido
Una gotera viva
Desangra las estrellas.
De cuando en cuando,
Las horas maduras
Caen sobre la vida.

Vicente Huidobro
(1893 - 1948)

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256.
A LAS PARCAS



Un verano y un otoño más os pido, Poderosas,
para que pueda madurar mi canto,
y así, saciado con tan dulce juego,
mi corazón se llegue hasta morir.

El alma que aquí abajo fue frustrada
no hallará reposo, ni en el Orco,
pero si logro plasmar lo más querido
y sacro ante todo, la poesía,

entonces sonreiré satisfecho a las feroces
sombras, aunque debiera dejar
en el umbral mi voz. Un solo día
habré vivido como los dioses. Y eso basta.

Friedrich Hölderlin


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257.
LOS NIÑOS


En la última playa del mundo los niños se reúnen. El infinito azul
está a su lado, al alcance de sus manos. En la orilla del mundo,
más allá de la luna, los niños se reúnen, y ríen, gritan y bailan
entre una nube de oro.

Con la arena rosa, dorada, violeta -en el alba, al medio día, por la tarde-
edifican sus casas volanderas. Y juegan con las menudas conchas vacías.
Y con las hojas secas aparejan sus barcas y, sonriendo, las echan al  insondable mar.
Los niños juegan en la ribera del mundo, más allá del cielo.

No saben navegar, ni saben lanzar las redes. Los niños pescadores de perlas
se hunden en el mar y, al alba, los mercaderes se hacen a la vela;
los niños entretanto acumulan guijarros de colores y luego, sonriendo, los dispersan.
No buscan tesoros escondidos, ni saben echar las redes.

Sube la marea, con su ancha risa, y la playa, sonríe con su pálido resplandor.
Las ondas en que habita la muerte cantan para los niños baladas sin sentido,
como canta una madre que mece la cuna de su hijo. La ola baila y juega con los niños
 y la playa sonríe con su pálido resplandor.

En la última ribera del mundo los niños se reúnen. Pasa la tempestad
por el cielo solitario, zozobran los navíos en el océano sin caminos, anda la muerte,
anda la muerte, y los niños juegan, entre una nube de oro. En la orilla del mundo,
más allá de la luna, los niños se reúnen en inmensa asamblea de risas
y de danzas y de juegos y de cantos.


Rabindranath Tagore


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258.
A LA LENTA CAÍDA DE LA TARDE


A la lenta caída de la tarde
amar la vida largamente es todo
el oficio del hombre que respira.
Alzar la mano y detener el cielo.
Destino de la luz, nunca te acabes.

Luis Feria


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259.
PARA NADA


Trabajé el aire
se lo entregué al viento:
voló, se deshizo,
se volvió silencio.
Por el ancho mar,
por los altos cielos,
trabajé la nada,
realicé el esfuerzo,
perforé la luz
ahondé el misterio.
Para nada, ahora,
para nada, luego;
humo son mis obras,
cenizas mis hechos.
...Y mi corazón
que se queda en ellos.

Ángel González


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260.
HOMBRE MODERNO


Hombre moderno, yo, barco sin nombre,
colocado en el mundo como un átomo,
sin permiso de mí, sin visto bueno
de mi ser más profundo y verdadero.
Hombre, moderno, yo, mido el invierno,
cruzo las callejuelas del vacío,
sufro los pardos rostros de la gente
y deterioro el alma encanecida
entre los laberintos del cemento.

Hombre moderno, yo, voy sin embargo
embarcado en el río del progreso,
vivo la cibernética y las drogas,
voy camino del sol sobre mis alas
arrastrando ilusiones y tropiezos.
Soy este y soy el otro ahora y siempre,
un animal desnudo en la intemperie,
un pedazo de canto y de universo
transportando su sed sobre el desierto.

Reclamo y no reclamo de mí mismo,
me muero cuando mueren las campanas
en el espeso horror de la oficina,
en su selva de archivos y desdenes.
Pero alzo una canción a los espacios
cuando el hombre define sus potencias,
su limpia cabellera de verdades,
la concreta ecuación de su talento.

Madera sostenida por el viento,
nave pura perdida y encontrada
en la cumbre sin vino del otoño,
circulo con pesar y con asombro
entre los mecanismos del misterio.

Hombre moderno, yo, máquina oscura.

Hombre moderno, yo, ojo del tiempo.

Hombre moderno, yo, hombre moderno.

Ernesto Murillo


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261.
  BALADA DE YU-CHANG


Cuando el álamo blanco creció por vez primera,
los montes de Yu-Chang lo cobijaban.
Su follaje, en lo alto, rozó nubes azules
y alcanzó su raíz las fuentes amarillas.

Li-Po (Li-Bai)


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262.
CONSTERNADOS, RABIOSOS

A Ernesto “Che” Guevara
Montevideo, octubre de 1967
 
Así estamos
consternados
rabiosos
aunque esta muerte sea
uno de los absurdos previsibles
da vergüenza mirar
los cuadros
los sillones
las alfombras
sacar una botella del refrigerador
teclear las tres letras mundiales de tu nombre
en la rígida máquina
que nunca
nunca estuvo
con la cinta tan pálida
vergüenza tener frío
y arrimarse a la estufa como siempre
tener hambre y comer
esa cosa tan simple
abrir el tocadiscos y escuchar en silencio
sobre todo si es un cuarteto de Mozart

da vergüenza el confort
y el asma da vergüenza
cuando tú comandante estás cayendo
ametrallado
fabuloso
nítido
eres nuestra conciencia acribillada

dicen que te quemaron con qué fuego
van a quemar las buenas
buenas nuevas
la irascible ternura
que trajiste y llevaste
con tu tos
con tu barro

dicen que incineraron
toda tu vocación
menos un dedo

basta para mostrarnos el camino
para acusar al monstruo y sus tizones
para apretar de nuevo los gatillos
así estamos
consternados
rabiosos
claro que con el tiempo la plomiza
consternación
se nos ira pasando
la rabia quedará
se hará más limpia

estás muerto
estás vivo
estás cayendo
estás nube
estás lluvia
estás estrella
donde estés
si es que estás
si estás llegando

aprovecha por fin
a respirar tranquilo
a llenarte de cielo los pulmones

donde estés
si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista Dios

pero habrá otros
claro que habrá otros
dignos de recibirte
comandante.

Mario Benedetti


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263.
A UN OLMO SECO


Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Antonio Machado


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264.
 ÉXODO


Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.
Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.
Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.
Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.

Ángela Figuera Aymerich


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265.
BALADA DEL LOCO AMOR



I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.

No, amor no llegas tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

II

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene aprisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.

Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde,
y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III

No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.

No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.

José Ángel Buesa


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266.
DESTINO


Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.

El hombre es anima de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.

Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.

El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo del tigre.

El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
-antes que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.

Damos la vida sólo a lo que odiamos

Rosario Castellanos


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267.
 COMO TÚ


Así es mi vida,
piedra,
como tú; como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centellas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra de una Lonja,
ni piedra de una Audiencia,
ni piedra de un Palacio,
ni piedra de una Iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que, tal vez, estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera ...

León Felipe


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268.
CONSIENTO


Debo morir. Y, sin embargo, nada
muere, porque nada
tiene fe suficiente
para poder morir.
No muere el día,
pasa;
ni una rosa,
se apaga;
resbala el sol,
no muere.
Sólo yo que he tocado
el sol, la rosa, el día,
y he creído,
soy capaz de morir.

José Ángel Valente


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269.
CAÑAVERALES DE AGUA GARCÍA


Cañaverales de Agua García,
cañaverales que pulsa el viento
rítmicos tubos,
varas con flecos...
cañaverales locos del alma
que se me afilan
igual que lanzas hacia los cielos,
cañaverales de Tacoronte
cañaverales que pulsa el viento.

Emeterio Gutiérrez Albelo


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270.
PRIMAVERA A LA VISTA


Pulida claridad de piedra diáfana,
lisa frente de estatua sin memoria:
cielo de invierno, espacio reflejado
en otro más profundo y más vacío.

El mar respira apenas, brilla apenas.
Se ha parado la luz entre los árboles,
ejército dormido. Los despierta
el viento con banderas de follajes.

Nace del mar, asalta la colina,
oleaje sin cuerpo que revienta
contra los eucaliptos amarillos
y se derrama en ecos por el llano.

El día abre los ojos y penetra
en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo.


Octavio Paz


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271.
 LA VIDA EN JUEGO


Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza.

Ángel González


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272.
SI TE QUIERO



Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro

tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero

y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola

te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Mario Benedetti


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273.
CIUDAD DEL CORAZÓN


Las horas son aquí como las olas;
van royendo sordamente la piedra,
pudren las vigas de madera, lamen
sus mármoles, deshacen con sus dedos
de tiniebla las sedas, los encajes.

Es ésta una ciudad bajo la lluvia.

Sobre los frescos, dibuja el moho
jeroglíficos, un óxido azul
esponja las barandas y las rejas,
anida en la médula de los muebles,
envenena los goznes, las cancelas.

Es ésta una ciudad bajo la lluvia;

y es el triunfo del mar sobre el deseo
de los hombres, sobre su corazón
(oropel vacío roído por las horas),
sobre lo que aún no es del todo, aunque
la vida ponga allí todo su empeño.

José Ramón Trujillo


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274.
LLAMARME GUANCHE


Llamarme guanche.
Hijo de los volcanes y las lavas.
Llevar la frente alta.
Tener el corazón hecho de libertades.
Llamarme guanche, nada más.
Mi patria: un negro malpaís;
mi flor: una retama.
Beber agua de una fuente,
descansar bajo un pino,
tener la mar que me separa
de todo aquello que no quiero
y que me ata.
Llamarme guanche.
Labrar puntas de lanza,
darle vueltas al barro
y que el gánigo nazca.
Caminar sin caminos,
subir a la montaña,
mirar entre las nubes.
San Borondón lejana...
Tallar con la tabona
en una añepa larga.
En cada beñesmén
recoger de la tierra
yrichen, yayo, tano,
beber ahof de hara.
Dar gracias a Achamán.
Labrar una obsidiana
para mirar mi rostro
de hombre libre
cuando nace Magec, cada mañana.
Llamarme guanche.
Enterrar a mis muertos en paz.
No saber nada.
Que el mundo se limite
al norte en un volcán;
alrededor de la playa.
Llamarme guanche.
Hundir a los navíos y a las barcas
que abrieron en la mar
caminos a la Isla,
para robar su calma...
Estarme solo.
Ésta es mi tierra humilde,
esta es mi humilde patria.
Tener el corazón hecho de libertades.
Llevar la frente alta.
Llamarme
guanche,
hijo
de los volcanes
y de las lavas.

Carlos Pinto Grote
 

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275.
DIOS NO LO SABE


Dios no lo sabe, pero yo estoy triste
como los viejos pozos en la tarde;
triste como el portón de la herrería
que hace cien años que no ha abierto nadie.
Ya le encuentro sabor de sed al
agua, viendo crecer un trigo miserable;
y todo se me va con el otoño,
pero Dios no lo sabe.

Dios no lo sabe, porque está allá arriba,
y yo acá abajo, triste a mi manera;
yo, que ya sé lo que no dice el viento
y de qué modo hay que pisar la yerba.
Dios no lo sabe, pero yo lo digo,
solo en la noche, solo en la tristeza,
y eso que sé que nada cambiaría
aunque Dios lo supiera.

Yo sé el camino del que sigue andando
derechamente hacia ninguna parte,
y ese lado del tiempo donde hay nieve
para el pequeño amor que llega tarde.
Yo sé cómo se cierra cada puerta
en el anochecer de cada calle;
y sé que hay un sol negro que da sombra,
pero Dios no lo sabe.

Yo sé del hacia abajo en las raíces,
sin hacia arriba, hacia la primavera;
de la lluvia que llueve y ya no es lluvia
en la arena que sigue siendo arena.
Dios no lo sabe, y nada cambiaría,
nada, por más que un día lo supiera.

—O tal vez Dios lo sabe, y está triste sin que nadie lo sepa...

José Ángel Buesa


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276.
PARA LA LIBERTAD


Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad, siento más corazones
que arenas en mi pecho dan espuma a mis venas;
y entro en los hospitales, y entro en los algodones,
como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada,
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñaran aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida;
porque soy como el árbol talado que retoño:
aún tengo la vida.


Miguel Hernández


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277.
PRIMER SUEÑO


Si pudiera volver al primer sueño,
a la primera espuma, al primer hálito,
redescubrir la luz con ojos nuevos,
acariciar la flor con nuevas manos.

La hierba primitiva, siglos verdes,
espacios verdes por mi piel rodando.
Los pájaros de entonces, los de siempre,
con sus alas de luz en lo más alto.

Sentir la sangre golpear de nuevo
en el pequeño pulso acelerado,
y hablar con un lenguaje puro y fresco,
y reinventar palabras, risas, cantos...

Si pudiera volver al primer sueño,
tú serías de nuevo el primer llanto.


Pino Betancor


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278.
TU RISA


Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, por que tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
por que me moriría.

Pablo Neruda


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279.
 EL ALBÁTROS


Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.
Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.
Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!
El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.

Charles Baudelaire


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280.
CANARIAS


La patria es una peña,
la patria es una roca,
la patria es una fuente,
la patria es una senda y una choza.

Mi patria no es el mundo;
mi patria no es Europa;
mi patria es de un almendro
la dulce, fresca, inolvidable sombra.

A veces por el mundo
con mi dolor a solas
recuerdo de mi patria
las rosadas, espléndidas auroras.

A veces con delicia
mi corazón evoca,
mi almendro de la infancia,
de mi patria las peñas y las rocas.

Y olvido muchas veces
del mundo las zozobras,
pensando de las islas
en los montes, las playas y las olas.

A mí no me entusiasman
ridículas utópias,
ni hazañas infecundas
de la razón afrenta, y de la Historia.

Ni en los Estados pienso
que duran breves horas,
cual duran en la vida
de los mortales las mezquinas obras.

A mí no me conmueven
inútiles memorias,
de pueblos que pasaron
en épocas sangrientas y remotas.

La sangre de mis venas,
a mí no se me importa
que venga del Egipto
o de la razas célticas y godas.

Mi espíritu es isleño
como las patrias rocas,
y vivirá cual ellas
hasta que el mar inunde aquellas costas.

La patria es una fuente,
la patria es una roca,
la patria es una cumbre,
la patria es una senda y una choza.

La patria es el espíritu,
la patria es la memoria,
la patria es una cuna,
la patria es una ermita y una fosa.

Mi espíritu es isleño
como las patrias costas,
donde la mar se estrella
en espumas rompiéndose y en notas.

Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos
donde vi la aurora.


Nicolás Estévanez


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281.
ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ
(En Orihuela, su pueblo y el mío, 
se me ha muerto como del rayo
Ramón Sijé,  con quien tanto quería.)


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
 daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas, 
 compañero del alma, compañero.
 
Miguel Hernández 


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282.
CANTO A LOS MINEROS DE BOLIVIA

 

Hay que vivir ausente de uno mismo,
hay que envejecer en plena infancia,
hay que llorar de rodillas delante de un cadáver
para comprender qué noche
poblaba el corazón de los mineros.


Yo fui a Bolivia en el otoño del tiempo.
 Pregunté por la Felicidad.
 No respondió nadie.
 Pregunté por la Alegría.
 No respondió nadie.
 Pregunté por el Amor.


Un ave
cayó sobre mi pecho con las alas incendiadas.
 Ardía todo en el silencio.
 En las punas hasta el silencio es nieve.

 Comprendí que el estaño
 era
 una
 larga
 lágrima
 petrificada
 sobre el rostro espantado de Bolivia.


 ¡Nada valía el hombre!
 ¡A nadie le importaba si bajo su camisa
 existía un cuerpo, un túnel o la muerte!
 
Manuel Scorza Torres


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283.
LA VIDA NO VALE NADA


La vida no vale nada
si no es para perecer
porque otros puedan tener
lo que uno disfruta y ama.

La vida no vale nada
si yo me quedo sentado
después que he visto y soñado
que ne todas partes me llaman.

La vida no vale nada
cuando otros se están matando
y yo sigo aqui cantando
cual si no pasara nada.

La vida no vale nada
si escucho un grito mortal
y no es capaz de tocar
mi corazón que se apaga.

La vida no vale nada
si ignoro que el asesino
cogió por otro camino
y prepara una celada.

La vida no vale nada
si se sorprende otro hermano
cuando supe de antemano
lo que se le preparaba.

La vida no vale nada
si cuatro caen por minuto
y al final por el abuso
se decide la jornada.

La vida no vale nada
si tengo que posponer
otro minuto de ser
y morirme en una cama.

La vida no vale nada
si en fin lo que me rodea
no puedo cambiar qual fuera
lo que tengo y me ampara.

Y por eso para mí
la vida no vale nada.

 
Pablo Milanés


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284.
DICE EL POETA


Búscame en el andén de los trenes que parten.
En los muelles que sobran, en los puertos perdidos.
En lección de gaviotas que analizan el tiempo.
En camino de estrellas, fisgadas en el vuelo.

Búscame en la risueña silueta de la espiga.
En la humilde calleja, artesana y dolida.
En el rumbo del viento crispado de una ola.
En las huellas alegres de un tiento organillero.

Búscame en el insomnio de los cirios dorados.
En la llave de sueños, funigada de alba.

Búscame en cada piedra del color del silencio.
En la niebla de pájaros, en los ojos de Dios.
En el canto, en las aguas, el amor y la tierra.
En el ciclo de vida... allí me encontrarás.

Dina Ampuero Gallardo
 
 
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285.
PROVERBIOS Y CANTARES - I


Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canciòn;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabòn.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

Antonio Machado


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286.
PUERTO DE GRAN CANARIA


Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina

Silencio en los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos, en el confín perdido
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido.

Fingen en la penumbra fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados
mirando entre las ondas muertes de la bahía.

Y de pronto, rasgando la calma, sosegado,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía.

Tomás Morales


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287.
LA LÁMPARA



I

Era un vetusto templo de ennegrecidos muros,
durante largos siglos olvidados en la selva.
Trepando y retorciéndose por las rotas columnas,
lo apresaba en sus verdes tentáculos la hiedra.

Pórticos apretados y techos derruidos,
que ya sólo ofrecían un refugio a las fieras,
en la gloria caduca de su esplendor remoto
eran el esqueleto de un cadáver de piedra.

Pero allí, en los escombros de un altar milenario,
una lámpara ardía, misteriosa y eterna.
Era una humilde lámpara de aceite, pero ardía,
con fulgor tranquilo y una ambición serena.

Inexplicablemente ardía la llama,
desde el oscuro fondo de las edades muertas:
La llama inagotable que iluminaba el tiempo,
y que abría en la sombra su flor amarillenta.

Y la lámpara ardía bajo el viento y la lluvia.
La llama invulnerable vencía las tormentas,
como fosforescente lágrima de un Dios triste;
y ardía, ardía, ardía, misteriosa y eterna.

II

En lo alto una estrella fulguró de repente,
como un diamante vivo sobre la noche negra.
Fascinadoramente su luz resplandecía
como un filo de plata, descendiendo a la tierra.

Y en las ruinas del templo se acrecentó la sombra,
al vacilar la llama de la lámpara terca;
ardió siglos y siglos bajo el viento y la lluvia,
y la apagó la fría mirada de una estrella.

José Ángel Buesa


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288.
QUE SALGAN LOS CLOWNS


Qué triste final para un amor.
Yo que quería triunfar, tú un soñador.
Que vengan los clowns.
No quiero llorar.

Nos separó un simple matiz.
Tú que querías un hogar, yo ser actriz.
Que vengan los clowns
a hacerme reír.

Cuando me harté de tanto fingir
supe que sólo a tu lado podría ser feliz.
Mis palabras de amor para tí con cuidado ensayé,
a tu lado corrí y no te encontré.

Qué broma tan cruel, qué irónico error.
Quise cambiar de papel y no hallé mi actor.
Que vengan los clowns.
Que salgan los clowns.
Su turno llegó.

Qué amargo final el de esta función.
Hice mi entrada triunfal después del telón.
Que vengan los clowns.
¿Por qué no entra un clown?
Un clown, por favor.

¡Bravo por el clown!
¡Abran paso al clown!
¡Aplaudan al clown!

El clown soy yo.

Stephen Sondheim


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289.
LAS CARRETAS DE LA NOCHE

 

Mientras lentamente los bueyes caminan,
las viejas carretas rechinan… rechinan…

Lentas van formando largas teorías
por las guardarrayas y las serventías…

Vadean arroyos, cruzan las montañas
llevando el futuro de Cuba en las cañas…

Van hacia el coloso de hierro cercano:
van hacia el ingenio norteamericano…

Y como quejándose cuando a él se avecinan,
las viejas carretas rechinan… rechinan…

Espectral cortejo de incierta fortuna,
bajo el resplandor de caña de la luna…!

Dando tropezones, a obscuras, avanza
el fantasmagórico convoy de esperanza.

La yunta guiadora de la cuerda tira,
mientras el guajiro canta su guajira…

Ovillo de amores que se desarrolla
en la melancólica décima criolla:

“Hoy no saliste al portal
cuando a caballo pasé:
guajira: no sé por qué
te estás portando muy mal…”

Y al son de estos versos rechinan inquietas
con su dulce carga las viejas carretas…

“En el verde platanal
hoy vi una sombra correr:
mucho tendrá que temer
quien te me quiera robar,
que ya yo tengo un altar
para hacerte mi mujer”.

En bruscos vaivenes se agachan, se empinan…
las viejas carretas rechinan… rechinan…

Las ruedas enormes, pesadas, se atascan…
Los bueyes se lamen los morros y mascan…

Jura el carretero, maldice, blasfema,
y cada palabra es un anatema…

Detiénese el tardo cortejo a ayudar
a quien paso libre tiene que dejar.

Aquí de las piedras que calcen las ruedas,
los troncos robados a las arboledas…

El esfuerzo inútil y la imprecación…
La frase soez y la maldición…

Oh guajiro… y mientras a gritos maldices,
los bueyes se lamen las anchas narices…!

Al fin sobre firme terreno ha rodado
el carro de caña de azúcar cargado.

Y de otra carreta sale una canción
que exorciza el eco de la maldición:

“Yo nunca podré aspirar
a darte un beso de amor:
tú conoces mi dolor
y no lo quieres calmar”.

Y al son de estos versos rechinan inquietas
las tardas, las viejas carretas…

“Te vas al pueblo a bailar
y no te acuerdas de mí;
de mí que me quedo aquí,
y que como buen poeta
te dedico esta cuarteta
que he sacado para ti”.

En bruscos vaivenes se agachan, se empinan…
las viejas carretas rechinan… rechinan…

El ingenio anuncia cambio de faena
con un prolongado toque de sirena.

Y a través de sombras fantásticas brilla
como gigantesca lámpara amarilla,

soplando cautivos vapores rugientes
hacia los irónicos astros esplendentes.

Por las guardarrayas y las serventías
forman las carretas largas teorías…

Vadean arroyos… cruzan las montañas
llevando la suerte de Cuba en las cañas…

Van hacia el coloso de hierro cercano:
van hacia el ingenio norteamericano,

y como quejándose cuando a él se avecinan,
cargadas, pesadas, repletas,
¡con cuántas cubanas razones rechinan
las viejas carretas…! 


Agustín Acosta


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290.
AVERROES


Si la Divinidad
sólo conoce la especie,
no el individuo,
el poeta es un error
de la Divinidad,
una corriente fugitiva,
un desertor
de los designios
universales.
Y cada palabra,
cada gesto,
cada acto de piedad,
es una pequeña rebelión
contra el orden cósmico.

Sólo el Hombre es capaz
de descubrir la esperanza.
Sólo él es capaz de proteger
el descubrimiento del alma.

Averroes,
destruidos sus sueños
por sus propias reflexiones,
murió defendiendo
el sentimiento trágico
de la sabiduría.

Tratando de alejar al Hombre
de la crueldad de su destino.

Emilio Porta


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291.
ALTOS CRECEN LOS CARDOS


Altos crecen los cardos,
brillantes y espinosas
inútiles espuelas
para ti, isla muerta,
tiempo, caballo muerto.
Altos crecen, se clavan
cual encendidas uñas
en esta carne inmóvil
que yace desterrada,
en estos ojos ciegos
abiertos todo el día,
en esta mansedumbre
de todos los humildes.
Mirad corceles mancos,
mirad aves sin alas,
mirad hombres heridos
clavados en la espina
del cardo luminoso.
Y aquí en los pies, la tierra,
la dura infértil roca,
y aquí en los ojos alas
ardiendo en tantas luces.
Nos ha tocado en suerte,
de tierra sólo un puño;
de cielo, todo el cielo.
Inútil es la espuela.
El hombre sigue muerto
y aquí la dura aulaga
corónalo de espinas.

La voz inútil queda
sangrando en el espacio,
girando enloquecida
con piedras y reptiles,
con pájaros y huesos.

Rafael Arozarena



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292.
ACERTIJOS


Se cerraron las puertas a tu espalda.
Bóveda negra desde ahí la vida.
Cansancio en las entrañas de la tarde.
Elegía de sombras y nocturnos.
Turbulencias de soles que se quiebran
Desde luces lejanas que no brillan.
La noche con su velo de milagros
Enhebra de acertijos las palabras.

Mario Mora


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293.
ALFONSINA Y EL MAR



Por la blanda arena que lame el mar
Su pequeña huella no vuelve más,
Un sendero solo de pena y silencio llegó
Hasta el agua profunda,
Un sendero solo de penas mudas llegó
Hasta la espuma.

Sabe dios que angustia te acompañó
Que dolores viejos calló tu voz
Para recostarte arrullada en el canto
De las caracolas marinas
La canción que canta en el fondo oscuro del mar
La caracola.

Te vas alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar ...?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños,
Dormida, alfonsina, vestida de mar...

Cinco sirenitas te llevarán
Por caminos de algas y de coral

Y fosforecentes caballos marinos harán
Una ronda a tu lado
Y los habitantes del agua van a jugar
Pronto a tu lado.

Bájame la lámpara un poco más
Déjame que duerma nodriza en paz
Y si llama él no le digas que estoy
Dile que alfonsina no vuelve ...
Y si llama él no le digas nunca que estoy,
Di que me he ido ...

Te vas alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar ...?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños,
Dormida, alfonsina, vestida de mar ...

Félix Luna


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294.
NO VALE



Te digo que no vale
meter el sueño azul bajo lás sábanas,
pasar del largo, no saber de nada,
hacer la vista gorda a lo que pasa,
guardar la sed de estrellas bajo llave.

Te digo que no vale
que el amor pierda el habla,
que la razón se calle,
que la alegría rompa sus palabras,
que la pasión confiese: Aquí no hay sangre.

Te digo que no vale
que el gris siempre se salga
con la suya, que el negro se desmande
y diga: cruz y raya,
al júbilo del aire.

Vuelvo a la carga y digo: Aquí no cabe
esconder la cabeza bajo el ala,
decir no lo sabía, estoy al margen,
vivo en mi torre solo y no sé nada.

Te digo y te repito que no vale.

Agustín Millares Sall


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295.
TUS HIJOS



Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no pueden visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.


Khalil Gibran


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296.
NADIE ESTÁ SOLO


En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.

José Agustín Goytisolo


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297.
LA CANCION DEL CAMINO



Era un camino negro.
La noche estaba loca de relámpagos. Yo iba
en mi potro salvaje
por la montañosa andina.
Los chasquidos alegres de los cascos,
como masticaciones de monstruosas mandíbulas
destrozaban los vidrios invisibles
de las charcas dormidas.
Tres millones de insectos
formaban una como rabiosa inarmonía.

Súbito, allá, a lo lejos,
por entre aquella mole doliente y pensativa
de la selva,
vi un puñado de luces, como un tropel de avispas.

¡La posada! El nervioso
látigo persignó la carne viva
de mi caballo, que rasgó los aires
con un largo relincho de alegría.

Y como si la selva
comprendiese todo, se quedó muda y fría.

Y hasta mí llegó, entonces,
una voz clara y fina
de mujer que cantaba. Cantaba. Era su canto
una lenta... muy lenta... melodía:
algo como un suspiro que se alarga
y se alarga y se alarga... y no termina.

Entre el hondo silencio de la noche,
y a través del reposo de la montaña,
oíanse los acordes
de aquel canto sencillo de una música íntima,
como si fuesen voces que llegaran
desde la otra vida..

Sofrené mi caballo;
y me puse a escuchar lo que decía:

- Todos llegan de noche,
todos se van de día...

Y, formándole dúo,
otra voz femenina
completó así la endecha
con ternura infinita:

- El amor es tan sólo una posada
en mitad del camino de la vida.

Y las dos voces, luego,
a la vez repitieron con amargura rítmica:

- Todos llegan de noche,
y todos se van de día ...
Entonces, yo bajé de mi caballo
y me acosté en la orilla
de una charca.

Y fijo en ese canto que venía
a través del misterio de la selva,
fui cerrando los ojos al sueño y la fatiga.

Y me dormí, arrullado; y, desde entonces,
cuando cruzo las selvas por rutas no sabidas,
jamás busco reposo en las posadas;
y duermo al aire libre mi sueño y mi fatiga,
porque recuerdo siempre
aquel canto sencillo de una música íntima:

- Todos llegan de noche,
todos se van de día!
El amor es tan sólo una posada
en mitad del camino de la vida...

José Santos Chocano


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298.
ALONDRA DE LA MUERTE PEQUEÑITA
A Federico Sarmiento


¡Ay, tiempo de mariposa,
rúbrica de brisa y pluma!
¡En qué granito de arena
se enredó tu hora oscura?
¿Qué alarido de cristales
dobló tus alas en punta?
Besos de geometría
sincopaban tus espumas,
resolviendo el crucigrama
al sesgo de tu blancura.
¡Cómo lloraron violetas,
ángeles y niñas rubias
tu muerte cortada verde
de un vuelo de semifusas!
Una muerte pequeñita,
muerte de hojita de luna,
de papel de celuloide
o de zarcillo de lluvia.
¿En qué trocito del aire
se desanudó tu fuga?
¿Bajo qué ritmo de nieve
tu descanso se dibuja?
Nadie le ha visto la cara
a esa muerte, leve y tuya,
que es una gota de escarcha
limpia de sombra y angustia.
¡Ay! mariposa del alma,
zigzag de brisa y espuma;
que mi silencio te entierre
en una hojita de luna!

Pedro García Cabrera


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299.
SONETO DEL CAMINANTE


No, no despiertes jamás para vivir tu sueño
porque el sueño es un viaje más allá del olvido.
Tu pie siempre es más firme después de haber caído.
Sólo es grande en la vida quien sabe ser pequeño.

El amor llega y pasa como un dolor risueño,
como una rama seca donde retoña un nido.
Sólo tiene algo suyo quien todo lo ha perdido.
Nadie es dueño de nada sin ser su propio dueño.

La vida será tuya si sabes que es ajena,
que es igual ser montaña que ser grano de arena,
y que a veces lo menos vale más que lo más;

Y sabrás, finalmente, cansado caminante,
que el tiempo es un camino que crece hacia delante
mientras se va borrando, poco a poco, hacia atrás.

José Ángel Buesa


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300.
VUESTRAS MORADAS


He venido a cantaros uno a uno.
A entregaros el río de mi aliento,
la amapola fugaz de mi alegría
y el desprendido aroma de mis versos.
He venido a cantaros, a deciros
con claridad de madrugada nueva
que el sol abre en los surcos de la vida
una inmensa y rotunda primavera.

Pino Betancor


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