POEMAS - I


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He decidido abrir en mi blog un espacio dedicado a los poemas que más me han impactado a lo largo de los años; los que para mí son "poemas geniales", digan lo que digan críticos y entendidos.

No tienen ningún tipo de orden; no están colocados ni por preferencias, ni por títulos, ni por autores... simplemente al azar, para que cada cual baje o suba por ellos a su antojo cada vez que le apetezca visitarlos.

ÍNDICE:

001. MUJER REDONDA (Victoriano Crémer)
002. TUS OJOS (Octavio Paz)
003. LOS ÍNFIMOS CORPÚSCULOS (Laureano Albán)
004. UNIGÉNITA DEL SUR (Delfina Acosta)
005. INSTANTE (Meira Delmar)
006. CON LAS PIEDRAS SAGRADAS (León Felipe)
007. TODAVÍA (Mario Benedetti)
008. MI PADRE (Juan de Dios Peza)
009. A LA ROSA (Francisco de Rioja)
010. EL CÉLEBRE OCÉANO (Vicente Huidobro)
011. VENCIDA POR EL ÁNGEL (Ángela Figuera Aymerich)
012. MATRIMONIO DEL CIELO Y EL INFIERNO (William Blake)
013. POEMA DE LA CULPA (José Ángel Buesa)
014. NUEVA PRESENCIA (Meira Delmar)
015. TODO, NADA ESTÁ ESCRITO (José manuel Caballero Bonald)
016. DOS CUERPOS FRENTE A FRENTE (Octavio Paz)
017. LA LECHERA (Pablo García Baena)
018. LEÓN TRISTE (Lorenzo Gomis)
019. TODO SE EXPLICA (Ángel González)
020. EL FRUTO REDONDO (Ángela Figuera Aymerich)
021. ELEGÍA PARA MÍ Y PARA TI (José Ángel Buesa)
022. SIESTA (Álvaro Salvador Jofre)
023. EL OLVIDADO (Eduardo Galeano)
024. ZAUBERLEHRLING (José Manuel Caballero Bonald)
025. TRAS LOS TILOS (Alejandro López Andrada)
026. MAUD: DOMADORA DE ESMALTES (Pedro García Cabrera)
027. ESCRITO CON TINTA VERDE (Octavio Paz)
028. EL MERCADO (María Beneyto)
029. NO SÉ DE DONDE VIENES (José Manuel Caballero Bonald)
030. NADA (Julia de Burgos)
031. PRIMER POEMA DE AMOR (José María Valverde)
032. LA HOZ (Patricia Damiano)
033. EL ENEMIGO (Delfina Acosta)
034. EL VISITANTE (Raúl González Tuñón)
035. CERTEZAS DE LA TIERRA (Laureano Albán)
036. CUANDO YA NADIE SEPA (Manuel Vázquez Montalbán)
037. ANGOSTURA (Andrés Eloy Blanco)
038. EL DIARIO DE KAFKA (José Manuel Caballero Bonald)
039. LA SELVA (Javier del Granado)
040. BAHÍA DE LA HABANA (José Lezama Lima)
041. AMOR (Pablo Neruda)
042. A BARTOLOMÉ GARCÍA LORENZO (Félix Casanova de Ayala)
043. HARUKO SAM (Juan Guzmán Cruchaga)
044. QUISIERA (Josefina de la Torre)
045. ORINOCO (Andrés Eloy Blanco)
046. MUERTE MÍA (Meira Delmar)
047. ESCULTOR DE BARRO (Pedro Lezcano)
048. TÁCTICA Y ESTRATEGIA (Mario Benedetti)
049. UNO (Félix Francisco Casanova)
050. LORELEI (Silvia Plath)
051. CAMINANDO (Raúl González Tuñón)
052. ALMA DESNUDA (Alfonsina Stroni)
053. POEMA DE LA DESPEDIDA (José Ángel Buesa)
054. MUERTE DEL OLVIDO (Meira Delmar)
055. 1964 (Jorge Luis Borges)
056. VOY A DORMIR (Alfonsina Storni)
057. ANTIGUA LUZ (Enrique Fierro)
058. ¿QUÉ HISTORIA CUENTA? (Delfina Acosta)
059. LA MUJER Y LA CASA (José Lezama Lima)
060. POEMA 5 (Pablo Neruda)
061. QUIÉREME ENTERA (Dulce María Loynaz)
062. EL REGRESO (Heinrich Heine)
063. EL LENGUAJE DEL CIELO (Jorge Teillier)
064. PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA (César Vallejo)
065. ESPEJO DE UNA PREGUNTA (Adonis Alí Ahmad Said Esber)
066. A TIENTAS (Mario Benedetti)
067. LLEGAR A TI, ENTONCES, ES BUSCAR... (Óscar Acosta)
068. ALA Y RAÍZ (José Ángel Buesa)
069. BIOGRAFÍA (Jaime Siles)
070. ODA A LOS NIÑOS DE MADRID MUERTOS... (Vicente Aleixandre)
071. ELEGÍA (Juan Carlos Abril)
072. EL FUEGO (Óscar Acosta)
073. NOSTALGIA DE TIERRA (Elías Nandino)
074. MAÍZ (Manuel González Sosa)
075. LA PALOMA (Rafael Alberti)
076. A UN POETA MUERTO (Luis Cernuda)
077. LAUTARO - HACÓN VELOZ (Pablo Neruda)
078. LA ORACIÓN DEL ATEO (Miguel de Unamuno)
079. EL SUEÑO (Jorge Luis Borges)
080. AMA TU RITMO (Rubén Darío)
081. CANCIÓN DE PESCADORAS (Gabriela Mistral)
082. EL NIÑO YUNTERO (Miguel Hernández)
083. RETROSPECTIVO EXISTENTE (Miguel Labordeta)
084. LUNA CONGELADA (Mario Benedetti)
085. COMO UN ÁGUILA (Jesús Aguado)
086. EN SECRETO (Laura Victoria)
087. NANAS DE LA CEBOLLA (Miguel Hernández)
088. LA VISITA DEL MAR (Justo Jorge Padrón)
089. INICIACIÓN DEL SER (Agustín Millares Sall)
090. EL INSECTO (Pablo Neruda)
091. UN LOCO (Antonio Machado)
092. TRISTEZA (Ignacia de Lara)
093. POEMA DE LAS COSAS (José Ángel Buesa)
094. CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO (Miguel Hernández)
095. EL OFICIO DEL POETA (José Agustín Goytisolo)
096. HOMBRE Y DIOS (Dámaso Alonso)
097. COLUMPIO SOLO (Arturo Maccanti)
098. ALTURAS DE MACHU PICCHU (Pablo Neruda)
099. A SAULO TORÓN (Pedro García Cabrera)
100. "PARA UNA VERSIÓN DEL I CHING" (Jorge Luis Borges)


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001.
MUJER REDONDA


Hasta los niños la miraban, cuando
doblaba las esquinas de la calle;
tan azul y radiante, que una llama
parecía tener entre los dientes.

Huía de la luz con la pereza
de una cierva cansada, y sonreía
sintiendo las miradas de las gentes
resbalar por su vientre abovedado.

Se llevaba las manos a la henchida
plenitud de su carne y las dejaba
allí sumidas, por sentir el eco
caliente y vivo del amor, haciéndose.

Hasta entonces, los hombres la siguieron
con ronca voz de barro; y los temía;
porque el hombre fue sólo para ella
lobo furtivo y sal de madrugada.

Pero ahora les miraba desde un cielo
grávido y fuerte. Ellos la veían,
redonda, poderosa, como un puño
abriéndose caminos en la niebla.

Si entonces una voz gritaba:

-Mira; tiene un hijo…
Se apretaba doliente
la cintura de vidrio, y, en la tarde,
era como una encina coronada.

Los oscuros balcones con geráneos;
los húmedos zaguanes; las buhardillas;
las frescas herrerías; las campanas
que las monjas tañían en el alba…

Todo, a su paso, sin cesar latía
al compás de su vientre… Todo, atento
al dulce peso de su vientre… El aire,
de cristal y de gloria, por su vientre…

Ya la carne de trigo se atiranta
y duele extensamente.

¡Cómo sabe
el dolor de los hijos!
¡Porque tienen
sabor a junco verde por la sangre!

Victoriano Crémer
(1906 - 2009)


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002.
 TUS OJOS


Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque
donde la luz canta en el hombro de un árbol
y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.

Octavio Paz
(1914 - 1998)


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003.
LOS ÍNFIMOS CORPÚSCULOS


A Conchita Rafael Morales

Amo las cosas que gastadas brillan
como si los crepúsculos se hubieran
quedado en ellas para siempre ardiendo.

Los bordes de las sillas afinados
por la devoción clara de los dedos.
Los vasos transparentes de servir
manantiales distantes.

Los pisos sometidos a la sombra.
Los trajes deshilados por el aire.

Amo su fatigada servidumbre
de diamante apagado,
la sumisa pasión de sus silencios.

Amo su alma de otoño que fue alta
y compartió los ojos del milagro.

Su manera de darnos el olvido,
sin llanto ni violencia,
como una sabia cercanía brillando,
como la mano del amor sin nadie.

Amo los libros viejos
manoseados por la luz,
los guijarros que caben en la mano
donde brillan paisajes lejanísimos.

Porque va hacia el adiós su lenta música
se abrazan a la sombra sin gemir,
callando como el fuego olvidado de las lámparas
que quedan solas al llegar el alba.

Laureano Albán


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004.
UNIGÉNITA DEL SUR


Tal vez es culpa mía que haga frío,
que rija ya el otoño, y que las hojas
se borren de las ramas como pájaros,
o se largue a llover a cualquier hora.
O es sólo culpa nuestra. Por querernos
un fuerte viento por las calles sopla.
¿Cuál mariposa recibió una piedra
y mana sangre limpia de paloma?
Un trébol por un beso, y un poema
para quedarse triste en tu memoria.
Me diste lo mejor de tu tristeza
y te clavé en el pecho una amapola.
Los pasos de la lluvia suenan lentos.
Acaso quien camina es tu persona.
Soy hojarasca que otro paso esparce.
A mi favor tan sólo el viento sopla.

Delfina Acosta


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005.
INSTANTE


Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.

Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.

Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.


Meira Delmar
(1922 - 2009)


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006.
CON LAS PIEDRAS SAGRADAS


Con las piedras sagradas
de los templos caídos
grava menuda hicieron
los martillos
largos
de los picapedreros analíticos.
Después,
sobre esta grava, se ha vertido
el asfalto negro y viscoso
de los pesimismos.
Y ahora... Ahora, con esta mezcla extraña,
se han abierto calzadas y caminos
por donde el cascabel de la esperanza
acelera su ritmo.

León Felipe
(1884 - 1968)


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007.
TODAVÍA



No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro, tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo,
tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que la cábala lo digo
y por las dudas lo canto
nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
por que estás llegando a casa,
sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía,
pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro
y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido
y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrás dudas ni resabios
te querré más todavía.

Mario Benedetti
(1920 - 2009)


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008.
MI PADRE



La nobleza del alma es su nobleza;
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero forma su pobreza
la página más grande de su historia.

Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.

Quiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean
y de todos los versos de mi lira
éstos los dignos de su nombre sean.

 Juan de Dios Peza
(1852 - 1910)

009.
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A LA ROSA - FRAGMENTO


Pura, encendida rosa,
Émula de la llama
Que sale con el día,
¿Cómo naces tan llena de alegría
Si sabes que la edad que te da el cielo
Es apenas un breve y veloz vuelo?
Y no valdrán las puntas de tu rama
Ni tu púrpura hermosa
A detener un punto
La ejecución del hado presurosa...

Francisco de Rioja
(1583–1659)


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010.
EL CÉLEBRE OCÉANO


 El mar decía a sus olas
Hijas mías volved pronto
Yo veo desde aquí las esfinges en equilibrio sobre el alambre
Veo una calle perdida en el ojo del muerto
Hijas mías llevad vuestras cartas y no tardéis
Cada vez más rápidos los árboles crecen
Cada vez más rápidas las olas mueren
Los récord de la cabeza son batidos por los brazos
Los ojos son batidos por las orejas
Sólo las voces luchan todavía contra el día

 Creéis que oye nuestras voces
El día tan maltratado por el océano
Creéis que comprende la plegaria inmensa de esta agua que cruje
Sobre sus huesos

Mirad el cielo muriente y las virutas del mar
Mirad la luz vacía como aquel que abandonó su casa
El océano se fatiga de cepillar las playas
De mirar con un ojo los bajos relieves del cielo
Con un ojo tan casto como la muerte que lo duerme
Y se adormece en su vientre

Vicente Huidobro
(1893 - 1948)


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011.
VENCIDA POR EL ÁNGEL


Yo cerraba los ojos; yo apretaba los puños;
yo blindaba mi pecho con metales helados;
yo sorbía a raudales la alegría y el fuego
para escapar, bravía, al acoso del Ángel.

El Ángel era suave, silencioso y terrible.
Llevaba una ancha copa de licores amargos,
y en su pálida frente se leía imborrable
la palabra tremenda.

He luchado con él. He luchado: he reído
sobre todas las flores de los mayos ingenuos;
cabalgando las nubes; fabricándome estrellas;
derramando canciones.

Me he apoyado en mis huesos; me he afirmado en mi
sangre
He caído en la sima de los besos sin límite.
He crujido en el trance de los duros abrazos.
He gritado el triunfo de mi carne aumentada
en la carne del hijo.

Me he proclamado limpia contra el asco y la ruina.
Me he declarado libre contra el tedio y la duda.
Me he creído excluida, separada, intocable.

Pero el Ángel llegaba. A pesar de mis puños,
de mis ojos cerrados, de mis labios tenaces,
con su vuelo impasible, con su copa colmada,
me ha tocado; me ha roto la coraza soberbia;
me ha deshecho los muros; me ha cortado la huida.

Ángela Figuera Aymerich
(1902 - 1984)


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012.
MATRIMONIO DEL CIELO Y EL INFIERNO - FRAGMENTO


...Si las puertas de la percepción se depurasen,
Todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito.
Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver
Todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna...

William Blake
(1757 - 1827)


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013.
POEMA DE LA CULPA


Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.

Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fue como un agua callada que corría...
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.

Perdónala Señor, tú que le diste a ella
su frescura de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío:
yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.

Pero, ¿cómo no amarla, si tú hiciste que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la hierba seca y ávida del estío?

Trataré de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco que intenta rechazar el simiente.
Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dio su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan poca cosa...

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
ella no fue culpable, Señor... ni yo tampoco
La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.

Sí, nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpa de un río cuando corre hacia el mar.
Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.

Y por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,
que tú, que hiciste el agua, y la flor, y la estrella,
tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
tú también la amarías, ¡si pudieras ser hombre!

José Ángel Buesa
(1910 - 1982)


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014.
 NUEVA PRESENCIA


Venías de tan lejos como de algún recuerdo.

Nada dijiste. Nada. Me miraste los ojos.
Y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.

Desde una azul distancia me caminó las venas
una antigua memoria de palabras y besos,

y del fondo de un vago país entre la niebla
retornaron canciones oídas en el sueño.

Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.
Tú dijiste mi nombre... Y se detuvo el tiempo.

La tarde reclinaba su frente pensativa
en las trémulas manos de los lirios abiertos,

y a través de las nubes los pájaros errantes
abrían sobre el campo la página del vuelo.

Con los hombros cargados de frutas y palomas
interminablemente pasaba el mismo viento,

y en el instante claro de los bronces mi alma,
llena de ángelus, era como un sitio en el cielo.

Una vez, antes, antes, yo te había perdido.
En la noche de estrellas, o en el alba de un verso.

Una vez. No sé dónde... Y el amor fue, tan sólo,
encontrarte de nuevo.

Meira Delmar
(1922 - 2009)


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015.
TODO, NADA ESTÁ ESCRITO

 
Quise buscar palabras, gritos
en estado de alerta, la materia
prima del sueño.
¿Adónde ir, llamar?
Quemar mi historia,
¿en qué papel?
Todo está lleno de luz:
 nada está escrito.

Quise contar los días
malgastados, restablecer
lo venidero en la espesura
febril de lo vivido. ¿Cómo
poder buscarme, merecerme,
a mi sueño un alfabeto
puro?
Nada se salva de las sombras:
todo está escrito.

Mi palabra no es mía, vive
nutriéndose, manchándose d
e ajena vanidad. El tiempo
es quien lleva mi mano,
quien conduce las aguas
remotas que me asedian. Estandarte
de todo lo que escribo, van l
os años guiándome, perdiéndome
 por los puentes del sueño.
¿Qué
soy yo: furia callada
contra la fortaleza del vacío,
violado espejo en cuya niebla
bebe la boca de la fe? Libre,
jamás lo fui. Tiempo, costumbre,
horaria soledad, estáis aquí
escribiendo lo que yo no sabría.


 José manuel Caballero Bonald


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016.
DOS CUERPOS FRENTE A FRENTE


Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.

Octavio Paz
(1914 - 1998)


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017.
LA LECHERA


Al frío de las ocho,
cuando en las piedras lisas de la calle,
golpea la herradura pesada de los mulos
y el arriero anuda la soga en la ventana,
llegaba la leche en las viejas cántaras resonantes,
hondas como cañadas donde un arroyo en sombra
perfuma con los verdes lentiscos de la aurora
y una canción lejana
iba abriendo postigos en el sueño...

Pablo García Baena


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018.
LEÓN TRISTE


Es mejor, ah mundo, rugir
que esperar disciplinadamente la carne a las doce.
Más vale rugir,
más vale arrugar un poco el aire de la jaula
como un papel de periódico odioso,
el aire ese, rosado,
culpable, al fin y al cabo, de nuestra pereza
cada mañana,
de nuestra delicia, ah,
cada mañana.
Es mejor, a menudo, rugir
que esperarar modestamente a que nos traigan 
el agua indispensable
 en la latita azul de la costumbre.
Más vale rugir,
más vale repetir, con gruñidos antiguos ,
que somos leones, fieras.
Bah,
la verdad es que cansa.
Nos cansa ya girar nerviosos como actores
en una jaula pública,
frente a niños que aplauden
y niñeras que chirrían explicaciones falsas
mientras nos señalan con el dedo y se ríen
cual si fuéramos tontos...
La verdad es que ser león es triste,
es triste comer carne,
es triste beber agua en una lata excesivamente limpia,
es triste, 
es triste charlar con el guarda, cada tarde,
cuando resbala el sol a la charca fangosa y naranjada,
es triste ver los niños,
es triste contemplar las chimeneas
y comer panecillos,
y beber, alguna vez, a escondidas,
algún poco de vino...

Lorenzo Gomis
(1924 - 2005)


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019.
TODO SE EXPLICA

 

La esperanza -antes tan diligente-
no viene a visitarnos hace tiempo.

Últimamente estaba distraída.
Llegaba siempre tarde, y nos llamaba
con nombres de parientes ya enterrados.
Nos miraba con ojos que le transparentaban,
igual que esos espejos que pierden el azogue.
Nos tocaba con manos realmente imperceptibles,
y amanecíamos llenos de arañazos.
También daba monedas que luego no servían.

Pero ahora, ni eso.
Hace ya tanto tiempo que no viene,
que hasta llegué a pensar:
¿Se habrá muerto?

Después caí en la cuenta
de que los muertos éramos nosotros.

Ángel González
(1925 - 2008)


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020.
EL FRUTO REDONDO


Sí, también yo quisiera ser palabra desnuda.
Ser un ala sin plumas en un cielo sin aire.
Ser un oro sin peso, un soñar sin raíces,
un sonido sin nadie...
Pero mis versos nacen redondos como frutos,
envueltos en la pulpa caliente de mi carne.

Ángela Figuera Aymerich
(1902 - 1984)


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021.
ELEGÍA PARA MÍ Y PARA TI


Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizá: "Qué linda es todavía."
Tú quizá pensarás: "Se está poniendo viejo"
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
Y quizá, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

José Ángel Buesa
(1910 - 1982)


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022.
SIESTA
 
 

Si escribo estas palabras temo dar una imagen
de escritor que conoce su oficio y sus recursos,
temo no dar la talla, carnal, enamorada,
de un hombre que ha pisado el umbral de sus sueños.
Si digo que mis sueños, durante tantos años,
repitieron el sueño de tu cuerpo desnudo,
la estación de tu abrazo, el reguero de fresas
que dejas en mis días, festivos desde ti,
unidos desde ti a la fantasía
de una dulce verbena interminable,
puede que mis palabras,
palabras de poeta que maneja sus armas,
sean sólo el simulacro
de una emoción, de la pasión que da el conocimiento
cuando rozamos la punta de los sueños.
Si digo que tu rostro, sonriente y mojado,
me guiña contra el cielo de cada escaparate,
el único sonido tu voz que me enajena
más acá de la vida, dentro ya de mis sueños;
si digo que no tengo otro olfato que el tuyo,
que puedo, como en sueños, reconocer mi aliento
cuando no estás conmigo, cuando no puedo olerte
el vino derramado por tu espalda y mi pecho;
si digo que te quiero como a nadie he querido
en este mundo torpe, lleno de medias tintas,
temo dar una imagen de escritor recurrente,
temo no dar la talla del hombre que quisiera
explicar cómo, a veces, los sueños toman cuerpo,
nos citan una noche, nos besan, nos desnudan,
nos dejan en las sábanas una flor de alegría. 

Álvaro Salvador Jofre


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023.
EL OLVIDADO

 
A Jorge Gaitán Durán

Ahora tengo sed y mi amante es el agua.
Vengo de lo lejano, de unos ojos oscuros.
Ahora soy del hondo reino de los dormidos;
allí me reconozco, me encuentro con mi alma.

La noche a picotazos roe mi corazón,
y me bebe la sangre el sol de los dormidos;
ando muerto de sed y toco una campana
para llamar el agua delgada que me ama.

Yo soy el olvidado. Quiero un ramo de agua;
quiero una fresca orilla de arena enternecida,
y esperar una flor, de nombre margarita,
para callar con ella apoyada en el pecho.

Nadie podrá quitarme un beso, una mirada.
Ni aún la muerte podrá borrar este perfume.
Voy cubierto de sueños, y esta fosforescencia
que veis es el recuerdo del mar de los dormidos.
 
Eduardo Galeano
(1940 - 2015)


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024.
ZAUBERLEHRLING - FRAGMENTO

 

...Procura no olvidar
los preceptos de Zoroastro:
el aprendiz de brujo
debe avanzar con gradual destreza
hacia el pasado, prevenir
los turnos del futuro, permutar
colores por sonidos, intervalos
de espacio por distancias
de tiempo. También debe
ingerir otra dosis
de alucinógeno, probar a imaginarse
que ya no vivirá para contarlo.

José Manuel Caballero Bonald


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025.
TRAS LOS TILOS

 

Muy lejos, en el recodo de una tarde,
aún suena el oleaje
de los trigos. Llenándose de ausencia alarga el sol
su lento brazo de oro hasta las juncias.
Cose una niña ciega el corazón
de un águila en un lienzo.
Hay servilletas, cucharas de vainilla,
un plato hondo
en el que silba un tábano.
Ceniza.
De nuevo se alza el humo
entre los tallos
sagrados del silencio. Tras los tilos,
a un paso del columpio, en un balcón,
la luz de aquella infancia aún tiene frío. 
 
Alejandro López Andrada


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026.
MAUD: DOMADORA DE ESMALTES


Andad despacio, no despertéis
estos ojos de águila
que escalaron los genios de Aladino.
Chist, de puntillas,
mirad su sueño ahora
antes que rompan a llorar,
amotinen sus órbitas
y no podáis volver a vuestra casa.
Maud, la domadora,
ordenó sus presencias:
el antediluviano lenguaje de las nubes,
ríos enamorados de relámpagos,
volcanes de ternuras merovingias,
los horizontes de la libertad.
Cuidado,
no habléis alto.
Rodarían al mar
perdiéndose sus aguas.
Y no los miréis más.
Te arrancarían la mirada
sin poder devolvérsela a tu rostro.

Pedro García Cabrera
(1905 - 1981)


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027.
ESCRITO CON TINTA VERDE


La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.

Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.

Brazos, cintura, cuello, senos,
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.

Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.

Octavio Paz
(1914 - 1998)


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028.
EL MERCADO


...Quiero la vida, Dios, me quiero viva
en la feria y el grito,
en tu mundo de amor y de miseria,
en tu mundo cruel, el mundo mío.
En esta ciega violencia roja
de la sangre camino del vacío...
 Amo la vida tuya más primaria.
De allí es de donde vengo.
Aquí mi tiempo de mujer camina
asomada al silencio de los tiempos ,
junto a las nimias cosas materiales
todas con luz y gesto que recuerdo.
Es así desde siempre, desde el alba.
Es así, que por algo
soy negación de ángel y de nube.
Amor de aquí, amor desmenuzado.
Soy la hembra, devuelta al gran origen,
a tu alegría, Dios, a tu mercado...

María Beneyto
(1925 - 2011)


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029.
NO SÉ DE DÓNDE VIENES - FRAGMENTO


No sé de dónde vienes.
Acaso tú no vengas de procedencia alguna
o es posible que ya estuvieses dentro
de esas habitaciones tumultuarias
done aprendes a huir, desde que un hombre dijo:
hosca es la vida aunque la amo,
escribiré su nombre porque voy a morirme.
Y tu mano trazó provisionales sueños,
equivalencias de estupor oscuro,
señales transitorias, turbias huellas
con bordes de fugaz sabiduría.

No sé de dónde vienes.
No sé cómo acercarme al sitio en que te alejas,
no sé nada de ti, que eres tan claro,
pero me respondías desde algún silencio
y regresabas siempre para star a solas
y se te conocía humanamente entonces
y durabas lo mismo que un perfume
entre la cerrazón de la madera...

José Manuel Caballero Bonald


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 030.
NADA


Como la vida es nada en tu filosofía,
brindemos por el cierto no ser de nuestros cuerpos.

Brindemos por la nada de tus sensuales labios
que son ceros sensuales en tus azules besos;
como todo azul, quimérica mentira
de los blandos océanos y de los blancos cielos.

Brindemos por la nada del material reclamo
que se hunde y se levanta en tu carnal deseo;
como todo lo carne, relámpago, chispazo,
en la verdad mentira sin fin del Universo.

Brindemos por la nada, bien nada de tu alma,
que corre su mentira en un potro sin freno;
como todo lo nada, buen nada, ni siquiera
se asoma de repente en un breve destello.

Julia de Burgos
(1914 - 1953)


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031.
PRIMER POEMA DE AMOR - FRAGMENTO


IV

Para qué me han servido tantos versos como he hecho,
sino para este poco de silencio aprendido,
igual que un licor caro, en el que fermentase.
en cada gota apenas, todo un otoño de uvas.

Y ese silencio hoy quiero dártelo en nuevos versos,
latente pez secreto en la red de palabras.
Detrás de cuanto digo como en un rompeolas,
mira el perenne mar del silencio extenderse.

La palabra no sirve para ver el silencio,
como el hilo de sol en un salón sombrío.
Es la ligera espuma que nos da testimonio
de la entraña del mar, donde no hay luz ni tiempo.

No oigas mi voz, más mírala; tus grandes, sabios ojos
pósalos más allá de la pobre palabra.
Verás llanuras, noches, la muerte; tantas cosas
que yo estoy viendo siempre y que no digo.

José María Valverde
(1926  - 1996)


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032.
LA HOZ


todo cabe en esta pequeña hoz

ahora
el aire
es un responso de pájaros hambrientos

 
Patricia Damiano


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033.
EL ENEMIGO


Mi peor enemigo, tú que me amas
como una ciega lluvia que al caer
escampa, arrecia, escampa. Mi enemigo,
yo te corono amante, pueblo y rey.
Con una hiedra mis cabellos atas
y sabes del lunar que es mi clavel.
Cuando el jazmín de su rocío cuelga
y huele a flor pisada antes de ayer,
con la ronda impaciente de tus pasos
bajo tu sombra vengo a florecer.
Si no te amara, nunca te odiaría.
No te vaya, enemigo, yo a perder.
¿Quién me perdonará? ¿Por quién mis versos
caerán de mi tristeza en el papel?
Tú, mi enemigo. Yo, enemiga tuya.
La muerte no helará nuestro querer.

Delfina Acosta


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034.
 EL VISITANTE


“El poeta es un espía de dios.”

Cuando el invierno vele los fantasmas azules
de la niebla en el barrio
y ya sean memoria la mudanza,
el entierro del gorrión,
el domingo,
y los libros se callen en las estanterías
para que vuelva sin temor el grillo
del hogar, fugitivo de un distante verano,
preguntará al olvido
dónde se oculta el espía del tiempo,
en qué relojería, en qué almanaque,
en qué caja de música
abandonada por un niño
y junto a cuál de las sutiles ventanas del crepúsculo
donde sólo hacia adentro puede asomarse uno
la saudade construye sus delicados puentes.
Y desde qué clavel del aire
o qué alga marina, o qué arpa de Harpo Marx
apareciendo en un desván, de súbito,
el porvenir -que es poeta- nos mira.

Raúl González Tuñón
(1905 - 1974)


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035.
CERTEZAS DE LA TIERRA


"A Leopoldo Azancot"

La muerte es el perdón. Es el otoño
devolviendo a la sangre su hermosura.
Detiene los relojes del aliento.
Hace bajar los párpados pesantes
de oscura verticalidad,
como un paisaje terminado tarde
alrededor del corazón.

La muerte no corroe, sólo salva
la pureza imposible de las cosas.
Es un gastado espejo
que reflejara apenas los milagros.
Devuelve el fruto a su caída y fija
de un modo permanente
la impermanencia de vivir.

La muerte emprende el mar cada mañana,
le impone un horizonte derrotado,
lo llena de pequeños escombros apagándose.
Y mezcla en él al hombre con sus lágrimas,
al cielo con su precipitada lejanía.
Preserva todo
en la alta urna rota del otoño.

La muerte justifica, da sentido
al sueño que decae entre los ojos.
Es el blanco apagado
en donde acertaremos para siempre.

Laureano Albán


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036.
CUANDO YA NADIE SEPA


"Praga 1982"

Cuando ya nadie sepa
el por qué de mi nombre
o de este mueble

ni por qué fue tan triste aquel doce de agosto
olvidadas crueldades sin origen
pequeñas cicatrices en alcohol

¿recuerdas?
fue en abril y te caíste en la fuente más hermosa de Praga

fotografías llenas de desconocidos
sin nadie que les avale

¿recuerdas?
es el primo Anselmo antes de morirse de arrepentimiento

había tenido el tifus en Larache
pero te llevó un día al Laberinto

fue en abril y te caíste en la fuente más hermosa de Praga

qué dije en mi primer entierro
quizás en aquel triste doce de agosto

¿recuerdas?
no, fue en abril y te caíste en la fuente más hermosa de Praga

te pusieron una chaqueta de hombre
el primo Anselmo envejeció mucho antes de morir de
arrepentimiento

por haberte dejado caer en la fuente más hermosa de Praga

tenía un gato de piedra
del que manaba el agua

Manuel Vázquez Montalbán
(1939 - 2003)


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037.
ANGOSTURA - FRAGMENTO


En Angostura, el río
se hace delgado y profundo como un secreto,
tiene la intensidad de una idea
que le pone la arruga a la Piedra del Medio.

En Angostura, el agua
tiene la hondura de un concepto
y acaso aquí es el río la sombra de Bolívar,
metáfora del alma que no cabe en el cuerpo…

Andrés Eloy Blanco
(1896 - 1955)


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038.
DEL DIARIO DE KAFKA


 Si ahora de pronto optase
por no escribir (o no pudiera) y diera
el día por perdido, posponiendo
para quién sabe cuándo, y además
qué importa, la metódica
copia de mi agresividad
contra mí mismo, ¿pensaría
como Kafka (conocido empleado
de seguros) que esa dudosa obligación
no cumplida, se me iba a convertir
de alguna burocrática manera
en la razón de una desdicha irreparable?
José Manuel Caballero Bonald


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039.
LA SELVA


Con salvaje lujuria de pantera
se enardece la selva en el estío,
y el huracán con ímpetu bravío
destrenza su olorosa cabellera.

Blonda cascada de hojas reverbera
sobre el ramaje trémulo y sombrío,
que troncha el rayo en rudo desafío,
incendiando el plumón de su cimera.

Se retuerce la jungla acribillada
por dos pupilas de rubí llameante
que desgarran su carne alucinada.

Viborea un relámpago en las huellas,
el temible jaguar huye jadeante,
y en su lomo chispean las estrellas.

Javier del Granado
( 1913 - 1996)


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040.
BAHÍA DE LA HABANA


Al pie de las murallas
el aire tartamudo
desliza sus sirenas,
plata mansa sin hoy
mana sus lunares
entre lunas cansadas
sin balcones:
¿Qué será, qué será?

Bajo el arco y pestañas,
la tarde,
-codorniz de Ceilán-
rompe en flechas sus colores.

Descuidas las islas
pie ligero y concha reciente,
de sonrisas y flautas,
sobre faldas tan lindas
pasajeros con cintas
y mañanas redondas!

Verdinegros incógnitos
los celos de la noche
¿Qué será, qué será?
El alfiler del rocío
redobles del aire tierno,
se extingue en ay, ay, ay, ay.

La sorpresa de la rosa en el agua,
vida entre vidas,
la rechazan las olas
con heridas sin gritos.

Las estrellas se mecen
al compás que no existe
del agua amanecida,
y así puede mecer
a los niños de Arabia,
con heridas y gritos.

Y loca entre balcones
la tarde recurvando,
empina entre algodones
su voz que ni se escucha
perdida entre latidos:
¿Qué será, qué será?

José Lezama Lima
(1910 - 1976)


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041.
AMOR


Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa ¿limpio de todo mal?

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, ¡amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.


Pablo Neruda
(1904 - 1973


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042.
A BARTOLOMÉ GARCÍA LORENZO, IN MEMORIAM


Que montaña tu muerte, camarada,
qué cráter colosal has encendido;
sobre un montón de muertos te has erguido
como bandera en juventud segada.

Detrás de ti enrojece la barriada,
esta misma barriada en que has caído,
pero tu fosa no es sepulcro: es nido
donde la Patria nace, liberada.

Tu nombre, rebotando ya en la muerte,
perdurará como tronada fuerte
que todo el archipiélago amplifica .

Tu sangre llueve, nos fecunda y cala,
porque la Libertad no se regala,
sólo con heroísmo se edifica.

Félix Casanova de Ayala
(1915 - 1990)


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043.
 HARUKO SAM


Amante silenciosa de una noche,
fina muñeca de marfil antiguo,
cuando mi cuerpo duerma el sueño largo
recuerda al extranjero que te quiso.

Mi alma estará en la sombra, solitaria,
y en la neblina viviré perdido.
Entreabre las ventanas, y tu lámpara
será como una estrella en el camino.

Entonces en las alas de los pájaros
y en el rayo de luz vendrá mi espíritu
a reír en el agua de la fuente
y a encender la mañana de mis hijos.

Juan Guzmán Cruchaga
(1895 - 1979)


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044.
QUISIERA...


Quisiera tener sujeta
la naranja de la tarde
así entre las manos, fresca,
sin la piel rubia y brillante,
tirabuzón de la luna
peinado por mi cuchillo.
Qué sabor a fruta nueva
ha de tener en los bordes
el mar, la arena y el aire.
¡Qué deseo de partir
en dos mitades la tarde!
Cuando la noche se asome
a su ventanal de cobre
se tragará la naranja.
¡Ay, niña desconsolada!

Josefina de la Torre
(1907 - 2002)


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045.
ORINOCO


Aquí estoy, mi río sereno,
como lago que anda,
mi viejo río de las siete estrellas,
aquí estoy.

Mi poema de hace setenta años,
mi viejo poema,
frondoso como tus selvas,
desbordado como tú,
fue talado en la prueba,
filtrado,
dragado,
y regresa a ti
en la pureza de una palabra
que cabe en una mano con holgura de sorbo
y que te cae con el sentido caudaloso
de una gota tributaria,
voz de la lengua que trabaja, canta,
el salado sudor de los trabajadores,
ya desde los raudales, te hace marina el agua!

Andrés Eloy Blanco
(1986 - 1955)


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046.
 MUERTE MÍA


La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.

La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.

¡Otra cosa es la muerte!

Decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices "La tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro".

La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber qué pregunta
mi corazón en vano
por tu melancolía

Otra cosa es la muerte.

Meira Delmar
(1922 - 2009)


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047.
 ESCULTOR DE BARRO


Yo no podré jamás ser un buen padre
con el pecho estrellado de condecoraciones
y el cuadro de un abuelo bien barbado,
modelo de mi prole.

A una mujer le brotarán mis hijos
tan milagrosamente como flores.
Llegarán preguntando a dónde vienen
desde Dios sabe dónde.
Y yo, que he estado siempre entre preguntas,
¿qué responderé entonces?

Qué pena no poder ser un buen padre
lleno de tesis y de nombres,
con un consejo a flor de labio
y un dedo enarbolando las secciones.

Mal puede un escultor hecho de barro
querer moldear hombres.

Ellos me pedirán para sus pasos
sendas seguras en el bosque.
-"Dejad la mano izquierda en el ocaso
y el corazón quemando el polo norte,
zaguero del sur y a la derecha el alba.
Y ahora que conocéis horizontes,
marchad -diré a mis hijos-
a donde oigáis cantar los ruiseñores."

Qué pena no poder ser un buen padre
de los que todo lo conocen,
y qué vergüenza que mis hijos
se enteren por los libros de que hay padres mejores.

Les dejaré la herencia de mi frente,
un arca llena de interrogaciones.
¿Qué van a pensar ellos
sintiéndose tan pobres?

Qué lástima tener que ser mal padre,
tan viejo y triste junto a alegres jóvenes,
con la espalda curvada
de tanto cortar flores...

Pedro Lezcano
(1920 - 2002)


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048.
 TÁCTICA Y ESTRATEGIA


Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Mario Benedetti
(1920 - 2009)


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049.
UNO



No hay instrumentos para esta música
ni un bello rostro que usar como careta,
hoy sentado entre dos sueños
soy como un secreto en el arcón.
El jinete se duerme en su caballo
que es a la vez un sueño del jinete,
los muñecos bostezan cada noche
y su aliento de fieltro dura un año.
¿Y qué significan esas lápidas
y esas partidas de nacimiento?,
si somos velos transparentes
superponiéndonos,
una maleta llena de hojas
de mano en mano
por un largo corredor.

Félix Francisco Casanova
(1956 - 1976)


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 050.

LORELEI


No es noche ésta de ahogarse:
luna llena, reacio
río bajo luz suave,

acuosas nieblas bajan
tupidas como redes
cuyos dueños reposan,

traduciéndose en vidrio
lúcido mientras flotan
las torres del castillo

hacia mí hiriendo el rostro
del silencio. Ascienden
sus miembros poderosos

y álgidos, pelo grave
más que mármol, y cantan
de un mundo más amable

que ninguno. Estos cantos,
hermanas, sobrepasan
al oído gastado

que aquí, en el campo, escucha
bajo el orden impuesto.
La armonía caduca

el orden que vosotras
sitiáis con vuestras voces.
Vivís entre las rocas

de oníricas promesas
de refugio. De día
bajáis de la pereza,

de altas ventanas. Peor
que vuestro enloquecido
canto o mudez. La voz

de vuestro fondo llama:
embriaguez del abismo.
Oh río, veo tu larga

y honda línea argentina,
esas diosas de paz.
Piedra, piedra, me abismas.

Sylvia Plath
(1932 - 1963)


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051.
 CAMINANDO


Hay estrellas que atisban faros adormecidos,
abogados con compases, ciegos con telescopios,
y poetas que atrapan los instantes que vuelan
y eternizan los hechos y las dudas del hombre.

Raúl González Tuñón 
(1905 - 1974)


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052.

ALMA DESNUDA


Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera
Dice al inviemo que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alfonsina Storni
(1892 - 1938)


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053.
POEMA DE LA DESPEDIDA


Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

José Ángel Buesa
(1910 - 1982)


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054.
MUERTE DEL OLVIDO


Se me murió el olvido
de repente.

Inesperada-
mente,
se le borraron las palabras
y fue desvaneciéndose
en el viento.

En busca suya el corazón tocaba
todas las puertas.
Nadie. Nada.

Y allí donde estuviera se instaló
de nuevo,
el doloroso amor,
el implacable,
interminable-
mente.

Meira Delmar
(1922 - 2009)


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055.
1964


I


Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges
(1899 - 1986)


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056.
 VOY A DORMIR


Dientes de flores, cofia de rocío,
Manos de hierbas, tú, nodriza fina,
Ténme prestas las sábanas terrosas
Y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
Una constelación; la que te guste;
Todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes…
Te acuna un pie celeste desde arriba
Y un pájaro te traza unos compases
Para que olvides… Gracias. Ah, un encargo
Si él llama nuevamente por teléfono
Le dices que no insista, que he salido…

Alfonsina Storni 
(1892 - 1938)


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057.
ANTIGUA LUZ


Antigua luz
presumida elegante libertina
antigua luz que sube graderías
peldaños
y miríadas de mirlos
que todos miran más allá del día
sin doctrina ni sombra ni demonio
donde cantan altivas serenatas
que escriben las derrotas del que nada
y los ríos de sangre del que nace

Enrique Fierro


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058.
¿QUÉ HISTORIA CUENTA?


¿Qué historia cuenta, si el ciprés se arquea,
y la higuera se rompe, el loco viento?
¿Si las puertas se cierran de repente,
es que ha estallado su terrible genio?
Ya sufrir pareciera cuando el lobo
aterra con su aullido, desde lejos,
mientras la tos despierta al moribundo,
y ladra sin dejar dormir el perro.
Si las campanas suenan espantando
del viejo campanario a los murciélagos,
se diría que él sale de un garito
donde ha apostado el alma de los muertos.
En ocre caracol arrinconado
a nuestro oído sopla muy enfermo.
Como él ninguno, de los libres dios,
y espíritu, quien sabe, de los muertos.

Delfina Acosta


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059.
LA MUJER Y LA CASA


Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.
Fijas la ley de todos los días
y el ave dominical se entreabre
con los colores del fuego
y las espumas del puchero.
Cuando se rompe un vaso,
es tu risa la que tintinea.
El centro de la casa
vuela como el punto en la línea.
En tus pesadillas
llueve interminablemente
sobre la colección de matas
enanas y el flamboyán subterráneo.
Si te atolondraras,
el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros.

José Lezama Lima
(1910 - 1976) 


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060.
POEMA 5


Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.

Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.

 Pablo Neruda
(1904 - 1973)


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061.
 QUIÉREME ENTERA


Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz y sombra...
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde y rubia,
y morena...
Quiéreme día,
quiéreme noche...

¡Y madrugada en la ventana abierta!...

Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda... O no me quieras!

Dulce María Loynaz 
(1902 - 1997) 


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062.
 EL REGRESO


Anochece; las pálidas neblinas
cubren el vasto piélago; siniestras
gimen las ondas y una visión espléndida
veo surgir entre ellas:

El hada de los mares, que a la orilla
viene, y callada junto a mí se sienta,
dejando ver su seno alabastrino
la túnica entreabierta.

Los brazos abre, y me los echa al cuello
con tal empuje, que respiro apenas:
-«Muy fuertes son, exclamo, tus abrazos,
bellísima Sirena!

-Si mis brazos te oprimen tan ansiosos,
si a mi seno te estrecho con tal fuerza,
es porque sopla congelado el cierzo
y el frío me penetra».

Entre las nubes lóbregas asoma
la luna, siempre triste y macilenta:
-«¡Tus ojos se humedecen y se enturbian,
bellísima Sirena!»

-«No se enturbian mis ojos ni humedecen:
salgo del mar que protector me alberga;
de sus olas amargas una gota
en mis pupilas queda».

Lanza un grito agorero la gaviota;
bate el mar espumoso la ribera:
-«¡Cuál tu agitado corazón palpita,
bellísima Sirena!

-¡Si así palpita mi azorado pecho,
si salta el corazón y arden mis venas,
es, gallardo mortal, porque te adoro
con ansiedad frenética!»

Heinrich Heine 
(1797 - 1856)


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063.
EL LENGUAJE DEL CIELO


El cielo habla un lenguaje gris,
Y callan la grave voz del vino,
La leve voz del té.
Los espejos se fatigan
De repetir el nombre de las cosas.
No dicen nada. No dicen: "un visitante",
"Las moscas", "el libro sobre la mesa".
No dicen nada los espejos.

Canción cantada para que nadie la oiga
Es la esperanza de que esto cambie.
Niños que se acercan al ataúd del amigo muerto,
Paso de ratas frente a la estufa en silencio,
El halo de humo pobre que hace rey al tejado,
O todo lo que desaparece de pronto
Como el plateado salto del salmón sobre el río.

Una ráfaga apaga los ciruelos,
Dispersa las cenizas de sus follajes,
Arruga la vacía faz de las glicinas.
Todo lo que está aquí
Parece estar verdaderamente en otro lugar.

Jorge Teillier
(1935 - 1996)


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064.
PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA


Me moriré en París con aguacero,
Un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
Tal vez un jueves, como es hoy de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves que proso
Estos versos, los húmeros me he puesto
A la mala y,
Jamás como hoy, me he vuelto,
Con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
Todos sin que él les haga nada;
Le daban duro con un palo y duro.

También con una soga; son testigos
Los días jueves y los huesos húmeros,
La soledad, la lluvia, los caminos.

César Vallejo
(1892 - 1938) 


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065.
ESPEJO DE UNA PREGUNTA



Pregunté y me dijeron:
la rama cubierta de fuego es un pájaro,
y me dijeron que mi rostro era una ola
y el rostro del mundo espejos,
suspiros de marinero y faro.

Y vine.

Tinta era el mundo en mi camino
y cada estremecimiento una frase.

No sabía que entre nosotros
había un puente de hermandad,
de pasos de fuego y profecía.
No sabía que mi rostro
era un barco navegando en una chispa.

Adonis Alí Ahmad Said Esber


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066.
A TIENTAS


Se retrocede con seguridad
pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre
se avanza a tientas / lentamente
por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias
se avanza a tientas/ vacilante
no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba.

Mario Benedetti
( 1920 - 2009)


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067.
LLEGAR A TI, ENTONCES, ES BUSCAR...


Llegar a ti, entonces, es buscar
la voz de un niño entre las multitudes,
recoger el miedo interminable
que origina un viento nocturno,
iluminar el amor con una lámpara
de primitivo y dulce aceite,
tocar con los dedos un pájaro de azúcar
que besa el cuello de las mujeres,
limitar la invasión de la nieve
que llega con sus armaduras de frío
y verte tranquilo y reposado
quemando el intacto silencio.

Oscar Acosta
(1933 - 2014)


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068.
 ALA Y RAÍZ
 

Ala y raíz: la eternidad es eso.
Y aquí, de frente al mar, en la ribera,
la vida es como un fruto que cayera
de un alto gajo, por su propio peso.

Ala y raíz. Y el ala, sin regreso,
a la raíz, con sed de primavera:
que así el confín de la emoción viajera
duerme a la sombra del follaje espeso.

(El mar corre descalzo por la arena.
Mi corazón ya casi es sólo mío.
El ancla está aprendiendo a ser antena

y el latido unicorde se hace escala.
Después, libre del tiempo, en el vacío,
Así: ¡mitad raíz y mitad ala!)

 José Ángel Buesa
(1910 - 1982)


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069.
 BIOGRAFÍA


Mi ayer son algas de pasión,
luces de espuma.
Y una arena insaciable que devora
los cuerpos submarinos.
Un cielo blando donde beben
las palomas sin rumbo del estío.

Jaime Siles


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070.
 ODA A LOS NIÑOS DE MADRID MUERTOS POR LA METRALLA - FRAGMENTO
Un poema olvidado de la guerra civil española:


Se ven pobres mujeres que corren en las calles
como bultos o espanto entre la niebla.
Las casas contraídas,
las casas rotas, salpicadas de sangre:
las habitaciones donde un grito quedó temblando,
donde la nada estalló de repente,
polvo lívido de paredes flotantes,
asoman su fantasma pasado por la muerte.
Son las oscuras casas donde murieron niños.
Miradlas. Como gajos
se abrieron en la noche bajo la luz terrible.

Vicente Aleixandre
(1898 - 1984)


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071.
 ELEGÍA


La noche es el escudo
que abarca su mirada,
la tierra que rodea
desde el riesgo a la tumba.
Ya amanece
en la posada del acantilado
donde cuelga un farol
y un letrero que gime en las tormentas
infernales de invierno.
Aquí vibra el dominio de la espada,
mano que empuña su destino
libre y que atraviesa
el territorio de la dignidad.
Yo prometo
la tierra de los sueños,
lejana de las leyes de los hombres
que ahora contemplamos.
Voz inerte,
viento, nostalgia. No te apresarán
los perros convocados que persiguen
el olor de una muerte fugitiva,
ni cederán el hambre, los pies siempre cansados,
la persistencia del dolor.
Yo sé
que este horizonte púrpura consigue,
como fuego y presagio,
el rastro insoportable de la cólera,
la luz de la esperanza.

Juan Carlos Abril


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072.
 FUEGO


Frotó el indio la yesca,
el pedernal, el pino
con otro pino viejo,
la madera, las hojas
de roble, la corteza
de los ceibos caídos,
el cuerpo del animal
salvaje, el carbón
mineral endurecido.
El mundo cambió entonces
otro espejo movible
que no era el del agua,
alzó su brazo rojo
en la espesa maleza,
en el ámbito crudo
de miles de años
a la sombra, iluminados
solamente por el rayo
o por el centelleo
de los lúcidos ojos
de las fieras.
Tú te callaste entonces
viendo crecer la lengua
clarísima, la llama
que levanta su lanza,
su corona de espinas
y que lamió la noche
como animal salvaje.
Ante tu limpio rostro
de indígena doncella
nacía otro milagro:
el milagro del fuego.

Óscar Acosta
(1933 - 2014)


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073.
NOSTALGIA DE TIERRA - FRAGMENTO


Tierra hambrienta, maternal atracción;
sepultura vacía en asedio amoroso;
sólido mar de espera
en el que presiento y siento
el reposo para mis pies cansados;
yo capto el lento ascenso
de tus leves caricias
arropando mis ansias
y escucho en mi conciencia
tus palabras de aroma cortejando mi cuerpo.
Tierra y vientre, acecho infatigable
que se posa en mi piel
como sedienta brisa
de un agresivo amor que me persigue...
yo sé que tu energía circula por mis venas
y que somos, los dos
incompletas fracciones
que buscan refundirse.
Soy tuyo, madre tierra:
me invade el parentesco
inevitable y hondo
de tu ritmo en mi sangre,
porque pese a mi miedo, a mi apego a la vida,
hay algo en mis adentros
que espera y desespera
por regresar a ti...

Elías Nandino
(1900 - 1993)



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074.
MAÍZ


Al cabo de los años
de ceguera y olvido,
vuelvo a leer con ojos
táctiles, grano a grano,
el entrañable texto
ceñido a cada zuro,
y de pronto me siento
doblemente hermanado
a vosotros, retoños
de los muertos que un día
en este alfar plasmaron,
con levadura fértil
de sino casi humano,
la nutricia mazorca.
También, como vosotros,
yo y los míos crecimos
amamantados siempre
por la inexhausta ubre
cereal.
Nunca pudo
la muerte columbrarnos:
muro en temblor, la lluvia
de harijas, descendida
desde el cedazo, hurtaba
nuestra niñez al filo
de la torva guadaña.
Y el hambre apenas supo,
más tarde, rasguñarnos.
Vuelto harina dorada
y tibia, el grano henchía
los fragantes talegos,
se espesaba en la artesa
y en la escudilla; al puño
venía como un pájaro
sumiso, trasvolaba
desde allí hasta la sangre,
iba a guardarnos sitio
al sol de horas remotas,
entonces no aventadas
aún por el reloj
de la insomne espadaña.
Nos caló hasta los tuétanos.
Materia es ya de nuestros huesos.
Cuando se venga a tierra
mi esqueleto,
de cal será y ceniza,
pero también de polvo
de fiel maíz, el rastro último
que de mi quedará por algún tiempo
junto a unas cepas vivas.

Manuel González Sosa


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075.
LA PALOMA


Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)

Rafael Alberti
(1902 - 1999)


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076.
A UN POETA MUERTO


 (Dedicado a Federico García Lorca)

Así como en la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.
Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Toda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.

Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.

La sal de nuestro mundo eras,
Vivo estabas como un rayo de sol,
Y ya es tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y pasa, acariciando
El muro de los cuerpos
Con el dejo de las adormideras
Que nuestros predecesores ingirieron
A orillas del olvido.
Si tu ángel acude a la memoria,

Sombras son estos hombres
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
La muerte se diría
Más viva que la vida
Porque tú estás con ella,
Pasado el arco de tu vasto imperio,
Poblándola de pájaros y hojas
Con tu gracia y tu juventud incomparables.


Luis Cernuda
(1902 - 1963)


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077.
LAUTARO, HALCÓN VELOZ


Lautaro era una flecha delgada.
Elástico y azul fue nuestro padre.
Fue su primera edad sólo silencio.
Su adolescencia fue dominio.
Su juventud fue un viento dirigido.
Se preparó como una larga lanza.
Acostumbró los pies en las cascadas.
Educó la cabeza en las espinas.
Ejecutó las pruebas del guanaco.
Vivió en las madrigueras de la nieve.
Acechó las comidas de las águilas.
Arañó los secretos del peñasco.
Entretuvo los pétalos del fuego.
Se amamantó de primavera fría.
Se quemó en las gargantas infernales.
Fue cazador entre las aves crueles.
Se tiñeron sus manos de victorias.
Leyó las agresiones de la noche.
Sostuvo los derrumbes del azufre.
Se hizo velocidad, luz repentina.
Tomó las lentitudes del otoño.
Trabajó en las guaridas invisibles.
Durmió en las sábanas del ventisquero.
Igualó las conductas de las flechas.
Bebió la sangre agreste en los caminos.
Arrebató el tesoro de las olas.
Se hizo amenaza como un dios sombrío.
Comió en cada cocina de su pueblo.
Aprendió el alfabeto del relámpago.
Olfateó las cenizas esparcidas.
Envolvió el corazón con pieles negras.
Descifró el espiral hilo del humo.
Se construyó de fibras taciturnas.
Se aceitó como el alma de la oliva.
Se hizo cristal de transparencia dura.
Estudió para viento huracanado.
Se combatió hasta apagar la sangre.
Sólo entonces fue digno de su pueblo.

Pablo Neruda
(1904 - 1973)


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078.
LA ORACIÓN DEL ATEO


Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes
a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande
para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.

Miguel de Unamuno
(1864 - 1936)


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079.
EL SUEÑO


Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora
de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra
y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?

Jorge Luis Borges
(1899 - 1986)


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080.
AMA TU RITMO


Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.
La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.
Escucha la retórica divina
del pájaro, del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;
mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.

Rubén Darío
(1867 - 1916)


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081.
CANCIÓN DE PESCADORAS


Niñita de pescadores
que con viento y olas puedes,
duerme pintada de conchas,
garabateada de redes.
Duerme encima de la duna
que te alza y que te crece,
oyendo la mar-nodriza
que a más loca mejor mece.
La red me llena la falda
y no me deja tenerte,
porque si rompo los nudos
será que rompo tu suerte…
Duérmete mejor que lo hacen
las que en la cuna se mecen,
la boca llena de sal
y el sueño lleno de peces.
Dos peces en las rodillas,
uno plateado en la frente,
y en el pecho, bate y bate,
otro pez incandescente…

Gabriela Mistral
  (1889 - 1957)

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082.
EL NIÑO YUNTERO


Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombros jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.

Miguel Hernández
(1910 - 1942)


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083.
RETROSPECTIVO EXISTENTE


Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.

Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.

¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.

Miguel Labordeta
(1921 - 1969)


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084.
LUNA CONGELADA


Con esta soledad
alevosa
tranquila
con esta soledad
de sagradas goteras
de lejanos aullidos
de monstruoso silencio
de recuerdos al firme
de luna congelada
de noche para otros
de ojos bien abiertos
con esta soledad
inservible
vacía
se puede algunas veces
entender
el amor.

Mario Benedetti
(1920 - 2009)


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085.
COMO UN ÁGUILA...


Como un águila,
Dios
también de vez en cuando necesita
descansar de Sí Mismo
y replegar Sus alas
y dejar de volar por un instante.
Nosotros somos árboles plantados por Sus Manos,
apenas una mancha en el paisaje
de lo Eterno:
lugares
para que Dios repose.
Vikram Babu pregunta:
¿Qué crueles leñadores os talaron?

De "Los poemas de Vikram Babu"

Jesús Aguado


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086.
EN SECRETO


Ven, acércate más, bebe en mi boca
esto que llamas nieve;
verás que con tu aliento se desata,
verás que entre tus labios se enrojecen
los pétalos del ámbar…

Ven, acércate más.
Muerde mi carne
con tus manos morenas;
verás qué dulcemente se desmaya
el cactus de mi cuerpo,
y surge tenue de la nieve dura
la misteriosa suavidad del nácar.

No sentirás mi carne llamearse
con tersas rosas cárdenas,
pero sabrás que es tibia como un nido
de plumas sonrosadas…

Ven, acércate más,
bebe el aliento
que se aleja de mí como una ráfaga;
en vez de fuego sentirás el fresco
despliegue de mis alas…

Deja que entre tu pelo se deshojen
mis manos delicadas;
sabré quererte con mi quietud de arrullo,
sabré dormirte con mi calor de lágrimas.

Nadie en la vida te dará más seda
que la que yo destrenzaré en tu almohada;
tendrá el olor del musgo humedecido
y una sutil irradiación castaña.

Ven, acércate más.
Para tu cuerpo
seré una azul ondulación de llama,
y si tu ardor entre mi nieve prende,
y si mi nieve entre tu fuego cuaja,
verás mi cuerpo convertirse en cuna
para que el hijo de tus sueños nazca.


Laura Victoria
(1904 - 2004)

 
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087.
NANAS DE LA CEBOLLA


La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
 
Miguel Hernández
(1910 - 1942)
(Poema escrito desde la prisión de Torrijos -Madrid- en 1939,
 a raíz de que su esposa, Josefina, le comunicara que,
ya terminada la guerra civil,
 su hijo y ella sólo se alimentaban de pan y de cebollas)


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088.
 LA VISITA DEL MAR


Sobre la verde herrumbre de las rocas
sé que aguardo un prodigio.
Van y vienen imágenes del agua.
Sus espumas levantan templos diáfanos.
Regiones de diamantes
contra el basalto negro estallan duramente
dejando constelada
la brisa de nevados almendros temblorosos.
Apenas giran sus esmaltes
en el espejo pródigo del sol
y a las aguas retornan como lluvia extraviada.
Ya vuelven los suicidas caballos incesantes.
Son unidad perfecta. Cercanía.
Un vaho cristalino los conduce.
Alado en majestad hasta mí llega.
Se descubre en colores
y me dice: “También yo te esperaba.
Hablemos largamente,
pero antes sueña y vívime tu día entre los hombres…”


Justo Jorge Padrón


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089.
INICIACIÓN DEL SER


Surgió dando en el blanco de la primera luna,
con un paso de danza haciéndose al espacio.
(Todavía no ardía la cabeza de un árbol
y el sol hallaba lejos su arriesgada aventura
de atravesar la calle con los brazos en alto).
Sólo migas de pan podían ser las nubes
o mutilados miembros
sobre el tibio envoltorio del aborto de un sueño
cantado por la lluvia de las primeras luces.
Apenas la existencia miraba por un ojo
y la playa del mundo modelaba una orilla.
El silencio era el único secreto de la vida
que podía guardarse más allá del asombro.
Pero el aire tenía que vestir una forma,
perfilar la silueta de una costa o una estrella,
y cogiendo en sus manos la matriz de la tierra
exprimió todo el jugo que ocultaban las horas:
provocó la presencia
y el olor de la rosa.

Agustín Millares Sall
(1917 - 1989)


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090.
EL INSECTO


De tus caderas a tus pies
quiero hacer un largo viaje.

Soy más pequeño que un insecto.

Voy por estas colinas,
son de color de avena,
tienen delgadas huellas
que sólo yo conozco,
centímetros quemados,
pálidas perspectivas.
Aquí hay una montaña.
No saldré nunca de ella.
Oh qué musgo gigante!
Y un cráter, una rosa
de fuego humedecido!

Por tus piernas desciendo
hilando una espiral
o durmiendo en el viaje
y llego a tus rodillas
de redonda dureza
como a las cimas duras
de un claro continente.

Hacia tus pies resbalo,
a las ocho aberturas,
de tus dedos agudos,
lentos, peninsulares,
y de ellos al vacío
de la sábana blanca
caigo, buscando ciego
y hambriento tu contorno
de vasija quemante.

Pablo Neruda
(1904 - 1973)


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091.
UN LOCO



Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
Estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura,
va el loco hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas, cambrones con malezas y,
ruinas y encinares de viejos
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
aburridos de ruindades y chulos,
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
- rojo de herrumbre y pardo de ceniza -
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
- ¡Carne triste y espíritu villano! -.
No fue por una trágica amargura.
Esta alma errante, desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.

Antonio Machado
(1875 - 1939)


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092.
TRISTEZA


...Y seguirá la roca acantilada
irguiéndose gentil, medio velada
a veces por las brumas,
y seguirá tenaz el oleaje
lanzándose furioso al abordaje
con sus garras de espumas.

 
Ignacia de Lara
(1880 - 1940)


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093.
POEMA DE LAS COSAS



Quizás estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen ciertamente, pero que no se ven...

Y también es posible que una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán
y aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se estan yendo siempre, pero que no se van...

O al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser...

Por más que tu prefieras ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son...

Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.

José Ángel Buesa
(1910 - 1982)


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094.
CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO - FRAGMENTO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
ha prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.
Morena de altas torres, alta luz y altos ojos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.
Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.
Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Miguel Hernández
(1910 - 1942)
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095.
EL OFICIO DEL POETA


Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.
Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.
a materia del canto
nos la ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.

José Agustín Goytisolo
(1928 - 1999)


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096.
HOMBRE Y DIOS


Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si Hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita "¡Entro!".
Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho y, profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro.
Amor-Hombre, total rijo sistema
yo (mi Universo) ¡Oh Dios, no me aniquiles
tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!
Yo soy tu centro para ti, tu tema
de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Si me deshago, tú desapareces.

Dámaso Alonso
(1898 - 1980)


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097.
COLUMPIO SOLO


(A mi hijo, 1964-1968.
Parque Municipal de Santa Cruz.
Anochece.)

¿A quién meces, columpio solo? ¿Al viento
ruidoso y ciudadano?

Al pasar, te descubro en la tardía
luz del verano, como en sueños,
con tu vaivén donde un fantasma
que golpea en el fondo de mi pecho,
todavía sonríe sin saber...

Cerca, un reloj de flores marca el tiempo
urbano, indiferente, entre risas de niños
áureos de sol atardecido, mientras
cruzo fugaz por la penumbra
de los árboles,
ya perseguido siempre
por mí, por el recuerdo
vagabundo de un sueño que fue vida.

Al pasar, se levanta la bandada
de palomas que vimos por costumbre
otros días con sol, bóvedas altas
sobre las que ha caído un mundo de silencio.

Aunque el amor no acabe,
aunque acabe el amor, columpio solo,
tú permanece fiel meciendo al aire,
meciendo al niño aquel que apenas pudo
llegar a ser mañana,
que se quedó en ayer,
y hoy cruza finalmente,
a pecho descubierto,
el vasto imperio de la sombra,
el hondísimo nihil...

Arturo Maccanti
(1934 - 1914)


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098.
ALTURAS DE MACHU PICCHU



Sube a nacer conmigo, hermano.

Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.

Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.

Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.

Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Hablad por mis palabras y mi sangre.

Pablo Neruda
(1904 - 1973)


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099.
A SAULO TORÓN


Este charco, este pañuelo de agua
que asomado al bolsillo de la roca
abandonó en la tierra la marea,
es todavía mar, un mar inválido
de espumas, y horizontes, y rumores,
apenas una lágrima dejada
en el párpado seco de la orilla,
pero que lleva impresa en su destierro
el ser la pura soledad de nadie.


Pedro García Cabrera
(1905 - 1981)


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100.
“PARA UNA VERSIÓN DEL I CHING”



“El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida.
El rigor ha tejido la madeja.
No te arredres. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber una luz, una hendidura.
El camino es fatal como una flecha.
Pero en la grieta está Dios, que acecha.”


Jorge Luis Borges
(1899 - 1986)


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