POEMAS - II



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He decidido abrir en mi blog un espacio dedicado a los poemas que más me han impactado a lo largo de los años; los que para mí son "poemas geniales", digan lo que digan críticos y entendidos.

No tienen ningún tipo de orden; no están colocados ni por preferencias, ni por títulos, ni por autores... simplemente al azar, para que cada cual baje o suba por ellos a su antojo cada vez que le apetezca visitarlos.

ÍNDICE:

101. BOTELLA AL MAR (Jorge Teillier)
102. LÁSTIMA (Blas de Otero)
103. ETERNA SOMBRA (Miguel Hernández)
104. LA GOLONDRINA DE LOS TÁRTAROS (Mahmud Darwish)
105. EN LAS OLAS (Fawda Tuqan)
106. DESIERTOS (Alí Ahmad Said "Adonis")
107. TU ROSTRO ES PRELUDIO DEL POEMA (Nizar Qabbani)
108. ESPEJO (Silvia Plath)
109. LA CIÉNAGA (William Snodgrass)
110. ECCE HOMO (Blas de Otero)
111. SEPULTURA DE LA IMAGINACIÓN (Miguel Hernández)
112. COLOFÓN (León Felipe)
113. EL CAMPO DE BATALLA (Ángel González)
114. BIOGRAFÍA (Gabriel Celaya)
115. ME TIRASTE UN LIMÓN (Federico García Lorca)
116. ¿EXISTE EL DÍA? (Miguel Hernández)
117. LA CARTA DEL SUICIDA (Gonzalo Rojas)
118. ABORREZCO ESTE OFICIO... (Ángel González)
119. YA NO QUIERO MÁS LUZ (Miguel Hernández)
120. ESPAÑA EN MARCHA (Gabriel Celaya)
121. YO TE UNTARÉ MIS OBRAS... (Francisco de Quevedo)
122. A CÓRDOBA (Luis de Góngora)
123. SI DIOS FUERA MUJER (Mario Benedetti)
124. LA INMORTALIDAD (Luis García Montero)
125. SONETO X (Garcilaso de la Vega)
126. A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ (Francisco de Quevedo)
127. TODO ERA AZUL (Miguel Hernández)
128. MADRIGAL (Félix Grande)
129. SONETO A CRISTO CRUCIFICADO (Anónimo)
130. MENSAJE A LAS ESTATUAS (Ángel González)
131. YO NO TE PIDO (Pablo Milanés)
132. A UNA CALAVERA DE MUJER (Lope de Vega)
133. DESPEDIDA (Gabriel Celaya)
134. FLORES (Pedro Calderón de la Barca)
135. HOMBRE (Blas de Otero)
136. LO FATAL (Rubén Darío)
137. INSOMNIO (Dámaso Alonso)
138. DESEO (Federico García Lorca)
139. SÉ TODOS LOS CUENTOS (León Felipe)
140. A BLAS DE OTERO (Gabriel Celaya)
141. ESO ERA AMOR (Ángel González)
142. ESTOS DÍAS AZULES (Emilio Silva Barrera)
143. ALMUÑÉCAR (Antonio Gala)
144. SIN FIN (Clara Janés)
145. A PABLO NERUDA (Gabriel Celaya)
146. NOCTURNO V (José Ángel Buesa)
147. EL PENSADOR (Ángel González)
148. EL PADRE (Álvaro Salvador Jofre)
149. LAS BARNACLAS (Alejandro López Andrada)
150. PALABRAS (Álvaro García)
151. ORADOR IMPLACABLE Y SOLITARIO (Ángel González)
152. EL CAIMÁN (Francisco Villaespesa)
153. LO QUE HAY QUE DECIR (Gúnter Grass)
154. OTRA FOTOGRAFÍA DE FAMILIA (Salvador Pérez Valiente)
155. CIUDAD (Ángel González)
156. DE NOCHE (José Suárez Carreño)
157. MOMENTOS FELICES (Gabriel Celaya)
158. RÍO DE CÓRDOBA (Pedro García Baena)
159. A UN AMANECER (Luis López Anglada)
160. EL SUEÑO DE LOS NARCISOS (María Cleofé Linares)
161. CANCIÓN DE CUNA PARA DORMIR A UN PRESO (José Hierro)
162. EN LA ERMITA DEL CRISTO DE GRACIA (José García Nieto)
163. UN SUEÑO (William Blake)
164. ODIO Y AMO (José Ángel Valente)
165. EN TIEMPO DESOLADO (Erik Johan Stagnelius)
166. EL HABITANTE DE LA PALABRA (Manuel Caballero Bonald)
167. AYER (Ángel González)
168. EL MIEDO MANDA (Eduardo Galeano)
169. RONDA (Pedro García Baena)
170. LOS AMANTES (Rafael Montesinos)
171. AL COMPAÑERO (Rafael Amor)
172. ELEGÍA EN OTOÑO (Leopoldo de Luis)
173. Y DE REPENTE DIJE: ESTO ES LA VIDA (Vicente Gaos)
174. ELEGÍA IX (Ricardo Molina)
175. EN EL PRINCIPIO (Blas de Otero)
176. ELEGIDO POR ACLAMACIÓN (Ángel González)
177. DURA COSA ES VIVIR (Rafael Santos Torroella)
178. LOS GUARDAFRENOS (Luis Felipe Vivanco)
179. BRAHMA NO PIENSA (Amado Nervo)
180. ODA A LA CRÍTICA (Pablo Neruda)
181. FIGURAS FEMENINAS (Alejandro López Andrada)
182. ARMONÍA (José Hierro)
183. LA VIDA SENCILLA (Octavio Paz)
184. ANOCHECER (Richard Adlington)
185. LAS ALAS (Delmira Agustini)
186. CONFORMIDAD (Pedro Lezcano)
187. AMÉRICA INSURRECTA - 1800 (Pablo Neruda)
188. POEMA DE LA VERDAD PROFUNDA (Mirta Aguirre)
189. LA TIERRA (Blas de Otero)
190. ANTE LAS TORRES DE COMPOSTELA (Gerardo Diego)
191. AIRE DEL SUR BUSCADO EN INGLATERRA (Rafael Alberti)
192. LAS PERSONAS CURVAS (Jesús Lizano)
193. SAL, MI ALMA, DE LOS HELADOS SUEÑOS (James Joyce)
194. BOSQUE (Ángel González)
195. VIENTOS DEL PUEBLO (Miguel Hernández)
196. EL MANDARÍN (Anónimo)
197. DEVUELTO (Gabriela Mistral)
198. EL PARAÍSO SOBRE LOS TEJADOS (Cesare Pavese)
199. MI PADRE HABLABA CON LOS CISNES (Patrick Galvin)
200. TOCA LA TIERRA (Ángela Figuera Aymerich)
 

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101.
BOTELLA AL MAR

  
Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o poderosos.

 

Jorge Teillier
(1935 - 1996)


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102.
LÁSTIMA


Me haces daño, Señor. Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. Oh, Dios, si eres humano,

compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.

Déjame. ¡Si pudiese yo matarte,
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas

no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre, y de los hombres que arrebatas.

Blas de Otero
(1916 - 1979)


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103.
ETERNA SOMBRA - FRAGMENTO


Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin rastro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles...


Miguel Hernández
(1910 - 1942)


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104.
 LA GOLONDRINA DE LOS TÁRTAROS
 

A la medida de mis caballos será el cielo.
He soñado con lo que sucederá después del mediodía.
Los tártaros avanzaban por debajo de mí
y del cielo. No soñaban detrás de sus tiendas
alzadas ni conocían el destino de nuestras
cabras a merced del invierno próximo.
A la medida de mis caballos será la tarde.
Los tártaros escondían sus nombres en los
tejados de las aldeas, cual golondrinas,
dormían con placidez entre nuestras espigas
y no soñaban con lo que sucederá después del mediodía,
cuando el cielo vuelva poco a poco
con los suyos por la tarde.

Tenemos un solo sueño: que el viento pase
como amigo y esparza el perfume del café árabe
por las colinas que rodean el verano y los extraños.
Yo soy mi sueño. Cada vez que la tierra se estrecha
la agrando con un ala de golondrina y me agrando.
Yo soy mi sueño. En la muchedumbre me he llenado con el espejo
de mi alma y mis preguntas sobre los astros que
pasan sobre los pies de los que amo.
En mi soledad hay caminos para los peregrinos
hacia la Jerusalén de las palabras,
arrancadas como plumas de las piedras.
¿Cuántos profetas necesita la ciudad para que
retenga el nombre de su padre y se arrepienta:
"He caído sin combatir"?
¿Cuántos cielos se cambiarán en cada pueblo
para que su chal carmesí le complazca?
No nos mires así.
No seas el último mártir.

Temo por mi sueño a la evidencia de la mariposa
y a las manchas de mora en el relincho del caballo.
Temo por él al padre al hijo y a los que pasan por
la costa mediterránea buscando los dioses
y el oro de los precursores.
Temo por mi sueño a mis manos
y a una estrella erguida
sobre mi hombro que espera el canto.

Nosotros, los habitantes de las noches antiguas,
tenemos nuestras costumbres en el ascenso hacia la luna de la rima.
Creemos a nuestros sueños y mentimos a nuestros días.
No estaban todos nuestros días con nosotros
desde la llegada de los tártaros,
y ahora se disponen a partir
olvidando nuestros días detrás de ellos.
Dentro de poco nos posaremos sobre nuestra edad
en los campos y haremos nuestras banderas de
sábanas blancas. Si la bandera es necesaria,
que esté desnuda de símbolos que la arrugan,
y seamos apacibles para que nuestros sueños no vuelen
detrás de la caravana de los extranjeros.

Tenemos un solo sueño: encontrar
el sueño que nos llevaba
como la estrella lleva a sus muertos.

Mahmud Darwish
(1942 - 2008)


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105.
 EN LAS OLAS - FRAGMENTO

 

Aquella noche
Los rostros se desvanecieron
A nuestro alrededor
Y todo desapareció
Menos la llamarada azul
De tus azules ojos
Donde mi corazón
Navegó cual barco
Guiado por las olas
Que nos condujeron
A un mar sin playas,
Sin límites
Y sin resistencia.
Allí donde las olas contaron
La eterna historia de la vida
Resumida
En una mirada...

Fawda Tuqan
(1917 - 2003)


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106.
DESIERTOS (FRAGMENTOS)


Las ciudades se deshacen
y la tierra es una locomotora de polvo.
Sólo el poeta sabe casar este espacio.

No hay camino hacia mi casa: estado de asedio,
las calles son cementerios.
Desde lejos, sobre su casa,
una luna ensimismada se cuelga
en los hilos del polvo…

Caminos de sangre.
Los evocaba un niño
y su amigo le susurraba:
sino agujeros llamados estrellas...
Del vino de la palmera a la calma de los desiertos...
a una mañana que pasa de contrabando sus entrañas
y duerme sobre el cadáver de los rebeldes...
calles, camiones para soldados y grupos...
sombras, hombres y mujeres...
bombas cargadas de plegarias,
de fieles y de herejes,
un hierro que supura hierro
y se desangra en carne,
campos nostálgicos de trigo,
hierba y hortelanos,
fortalezas que cercan nuestros cuerpos
y vierten sobre nosotros oscuridad,
la mitología de los muertos
que la vida dice y guía...
una palabra que es a la vez
víctima, sacrificio y todos los verdugos...
tinieblas, tinieblas, tinieblas...  


Adonis (Alí Ahmad Said)


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107.
TU ROSTRO ES PRELUDIO DEL POEMA - FRAGMENTO

 

Tu rostro es preludio del poema.

Me arrastra de noche,
como si yo fuera vela,
a las playas del ritmo,
me abre el horizonte de cornalina
y la mirada de la creatividad.

Tu rostro es maravilloso,
una acuarela,
un viaje fascinante
entre la ceniza y la hierbabuena...

Nizar Qabbani
(1923 - 1998)


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108.
ESPEJO


Soy plateado y exacto. No tengo preconceptos.
Cuanto veo, lo trago inmediatamente
Tal cual es, sin empañar por amor o desagrado.
No soy cruel, sólo veraz:
Ojo de un pequeño dios, cuadrangular.
Casi todo el tiempo medito en la pared de enfrente.
Es rosada, con lunares. La he mirado tanto tiempo
Que creo que es parte de mi corazón. Pero fluctúa.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,
Buscando en mi extensión lo que ella es en realidad.
Luego se vuelve hacia esas mentirosas, las bujías o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Que viene y se va.
Todas las mañanas su cara reemplaza la oscuridad.
En mí ella ahogó a una muchachita y en mí una vieja
Se alza hacia ella día tras día, como un pez feroz.

Silvia Plath
(1932 - 1963)


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109.
LA CIÉNAGA


Contiendas y nenúfares
se aquietan en las pesadas aguas;
una treintena de ranas
saltan a cada paso que das;
el vientre de un pez resplandece
confundido entre los podridos troncos.

Allá cerca de las rocas grisáceas
ratas almizcleras se sumergen y giran.
Saliendo de su contorno de limo
una negra babosa de agua se arrastra
invertida sobre la superficie
hacia aquel alimento que ha de elegir.

Tú alzas los ojos; mientras caminas
el sol se estremece y cae preso
en el cerco de cañas de los árboles,
entre sus tallos muertos.
¿Hurgas en el barro, viejo corazón,
qué estás haciendo aquí? 

 William Snodgrass
(1926 - 2009) 


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110.
ECCE HOMO


En calidad de huérfano nonato,
y en condición de eterno pordiosero,
aquí me tienes, Dios. Soy Blas de Otero,
que algunos llaman el mendigo ingrato.

Grima me da vivir, pasar el rato,
tanto valdría hacerme prisionero
de un sueño. Si es que vivo porque muero,
¿a qué viene ser hombre o garabato?

Escucha cómo estoy, Dios de las ruinas.
Hecho un cristo, gritando en el vacío,
arrancando, con rabia, las espinas.

¡Piedad para este hombre abierto en frío!
¡Retira, oh Tú, tus manos asembrinas.
¡No sé quién eres tú siendo Dios mío!
Blas de Otero
(1916 - 1979)

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111.
SEPULTURA DE LA IMAGINACIÓN


Un albañil quería... No le faltaba liento.
Un albañil quería, piedra tras piedra, muro
tras muro, levantar una imagen al viento
desencadenador en el futuro.

Quería un edificio capaz de lo más leve.
No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería!
Piedras de pluma, muros de pájaros
una imaginación al mediodía.

Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos,
con un poder más alto que el ala de los truenos,
iban brotando muros lo mismo que aletazos.
Pero los aletazos duran menos.

Al fin era la piedra su agente. Y la montaña
tiene valor de vuelo si es totalmente activa.
Piedra por piedra es peso y hunde cuanto acompaña
aunque esto sea un mundo de ansia viva.

Un albañil quería... Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento.


Miguel Hernández
(1898 - 1936)


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112.
COLOFÓN


Luz...
Cuando mis lágrimas te alcancen
la función de mis ojos
ya no será llorar,
sino ver.
 
León Felipe
(1884 - 1968)


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113.
EL CAMPO DE BATALLA


Hoy voy a describir el campo
de batalla
tal como yo lo vi, una vez decidida
la suerte de los hombres que lucharon
muchos hasta morir,
otros
hasta seguir viviendo todavía.

No hubo elección:
murió quien pudo,
quien no pudo morir continuó andando,
los árboles nevaban lentos frutos;
era verano, invierno, todo un año
o más quizá, era la vida
entera
aquel enorme día de combate.

Por el Oeste el viento traía sangre,
por el Este la tierra era ceniza,
el Norte entero estaba
bloqueado
por alambradas secas y por gritos,
y únicamente el Sur,
tan sólo
el Sur,
se ofrecía ancho y libre a nuestros ojos.

Pero el Sur no existía:
ni agua, ni luz, ni sombra, ni ceniza
llenaban su oquedad, su hondo vacío:
el Sur era un inmenso precipicio,
un abismo sin fin de donde,
lentos,
los poderosos buitres ascendían.

Nadie escuchó la voz del capitán
porque tampoco el capitán hablaba.
Nadie enterró a los muertos.
Nadie dijo:
"dale a mi novia esto si la encuentras
un día"

Tan sólo alguien remató a un caballo
que, con el vientre abierto,
agonizante,
llenaba con su espanto el aire en sombra:
el aire que la noche amenazaba.

Quietos, pegados a la dura
tierra,
cogidos entre el pánico y la nada,
los hombres esperaban el momento
último,
sin oponerse ya,
sin rebeldía.

Algunos se murieron,
como dije,
y los demás, tendidos, derribados,
pegados a la tierra en paz al fin,
esperan
ya no sé qué
-quizá que alguien les diga:
"amigos, podéis iros, el combate..."
Entre tanto,
es verano otra vez,
y crece el trigo
en el que fue ancho campo de batalla.

Ángel González
(1925 - 2008)


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114.
BIOGRAFÍA
 

No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.

¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.

 Gabriel Celaya
(1911- 1991)


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115.
ME TIRASTE UN LIMÓN


Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
 
Federico García Lorca
(1898 - 1936)


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116.
¿EXISTE EL DÍA?


Sigo en la sombra, lleno de luz; ¿existe el día?
¿Esto es mi tumba o es mi bóveda materna?
Pasa el latido contra mi piel como una fría
losa que germinara caliente, roja, tierna.

Es posible que no haya nacido todavía,
o que haya muerto siempre. La sombra me gobierna.
Si esto es vivir, morir no sé yo qué sería,
ni sé lo que persigo con ansia tan eterna.

Encadenado a un traje, parece que persigo
desnudarme, librarme de aquello que no puede
ser yo y hace turbia y ausente la mirada.

Pero la tela negra, distante, va conmigo
sombra con sombra, contra la sombra hasta que ruede
a la desnuda vida creciente de la nada.

 
Miguel Hernández
(1898 - 1936) 


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117.
LA CARTA DEL SUICIDA


Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca,
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y, cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.

 Gonzalo Rojas
(1917 - 2011)


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118.
ABORREZCO ESTE OFICIO ALGUNAS VECES


Aborrezco este oficio algunas veces:
espía de palabras, busco,
busco
el término huidizo,
la expresión inestable
que signifique, exacta, lo que eres.
Inmóvil en la nada , al margen
de la vida ( hundido
en un denso silencio sólo roto
por el batir oscuro de mi sangre),
busco,
busco aquellas palabras
que no existen
– quizá sirvan: delicia de tu cuello….-,
que te acosan y mueren sin rozarte,
cuando lo que quisiera
es llegar a tu cuello
con mi boca
-… o acaso : increíble sonrisa que he besado -,
subir hasta tu boca
con mis labios ,
sujetar con mis manos tu cabeza
y ver
allá en el fondo de tus ojos ,
instantes antes de cerrar los míos,
paz verde y luz dormida,
claras sombras
-tal vez
fuera mejor decir : humo en la tarde ,
borrosa música que llueve del otoño,
niebla que cae despacio sobre un valle-
avanzando hacia mí,
girando
penetrándome
hasta anegar mi pecho y levantar
mi corazón salvado, ileso, en vilo
sobre la leve espuma de la dicha.
 
Ángel González
(1925 - 2008)


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119.
YA NO QUIERO MAS LUZ

 

Ya no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío, 

claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña,como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda. 

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho, 
corazón de alborada, carnación matutina? 
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho. 
Tu sangre es la mañana que jamás se termina. 

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso. 
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente. 
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso. 
Tu insondable mirada nunca gira al poniente. 

Claridad sin posible declinar. Suma esencia 
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre. 
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia 
acercando los astros más lejanos de lumbre. 

Claro cuerpo moreno de calor fecundante. 
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes. 
Trago negro los ojos, la mirada distante. 
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes. 

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada 
donde brotan anillos de una hierba sombría. 
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada, 
para siempre es de noche: para siempre es de día. 

Miguel Hernández
(1898 - 1936)


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120.
ESPAÑA EN MARCHA


Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

No quiero justificarte
como haría un leguleyo,
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

España mía, combate
que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.

 
Gabriel Celaya
(1911 - 1991)


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121.
YO TE UNTARÉ MIS OBRAS CON TOCINO

A Luis de Góngora

Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;

Apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.

 Francisco de Quevedo
(1580 - 1645)


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122.
A CÓRDOBA


¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas rüinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,

Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!

 
Luis de Góngora
(1561 - 1627)


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123.
SI DIOS FUERA MUJER

 

¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.

Mario Benedetti
(1920 - 2009)


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124.
LA INMORTALIDAD



Nunca he tenido dioses
y tampoco sentí la despiadada
voluntad de los héroes.
Durante mucho tiempo estuvo libre
la silla de mi juez
y no esperé juicio
en el que rendir cuentas de mis días.

Decidido a vivir, busqué la sombra
capaz de recogerme en los veranos
y la hoguera dispuesta
a llevarse el invierno por delante.
Pasé noches de guardia y de silencio,
no tuve prisa,
dejé cruzar la rueda de los años.
Estaba convencido
de que existir no tiene trascendencia,
porque la luz es siempre fugitiva
sobre la oscuridad,
un resplandor en medio del vacío.

Y de pronto en el bosque se encendieron los árboles
de las miradas insistentes,
el mar tuvo labios de arena
igual que las palabras dichas en un rincón,
el viento abrió sus manos
y los hoteles sus habitaciones.
Parecía la tierra más desnuda,
porque la noche fue,
como el vacío,
un resplandor oscuro en medio de la luz.

Entonces comprendí que la inmortalidad
puede cobrarse por adelantado.
Una inmortalidad que no reside
en plazas con estatua,
en nubes religiosas
o en la plastificada vanidad literaria,
llena de halagos homicidas
y murmullos de cóctel.
Es otra mi razón. Que no me lea
quien no haya visto nunca conmoverse la tierra
en medio de un abrazo.

La copa de cristal
que pusiste al revés sobre la mesa,
guarda un tiempo de oro detenido.
Me basta con la vida para justificarme.
Y cuando me convoquen a declarar mis actos,
aunque sólo me escuche una silla vacía,
será firme mi voz.

No por lo que la muerte me prometa,
sino por todo aquello que no podrá quitarme.

 Luis García Montero


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125.
SONETO X


¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,  
dulces y alegres cuando Dios quería,
 juntas estáis en la memoria mía,

y con ella en mi muerte conjuradas.
    
  ¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
        horas en tanto bien por vos me vía,  
que habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?


  Pues en un hora junto me llevastes
  todo el bien que por término me distes, 
        llevadme junto el mal que me dejastes.


  Si no, sospecharé que me pusistes
  en tantos bienes porque deseastes
  verme morir entre memorias tristes.
 

Garcilaso de la Vega
(1501 - 1536)



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126.
A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ


Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;

Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.

 Francisco de Quevedo
(1580 - 1645)


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127.
TODO ERA AZUL


Todo era azul delante de aquellos ojos y
era verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.

 Miguel Hernández
(1898 - 1936)


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128.
MADRIGAL


Palabra, dulce y triste persona pequeñita,
dulce y triste querida vieja, yo te acaricio,
anciano como tú, con la lengua marchita,
y con vejez y amor aclamo nuestro vicio.

Palabra, me acompañas, me das la mano, eres
maroma en la cintura cada vez que me hundo;
cuando te llamo veo que vienes, que me quieres,
que intentas construirme un mundo en este mundo.

Hormiguita, me sirvo de ti para vivir;
sin ti, mi vida yo no sé lo que sería,
algo como un sonido que no se puede oír
o una caja de fósforos requemada y vacía.

Eres una cerilla para mí, como ésa
que enciendo por la noche y con la luz que vierte
alcanzo a ir a la cama viendo un poco, como ésa;
sin ti, sería tan duro llegar hasta la muerte.

Pero te tengo, y cruzo contigo el dormitorio
desde la puerta niña hasta la cama anciana;
y, así, tiene algo de pálpito mi puro velatorio
y mi noche algo tiene de tarde y de mañana.

Gracias sean para ti, gracias sean, mi hormiga,
ahora que a la mitad de la alcoba va el río.
Después, el mar; tú y yo ahogando la fatiga,
alcanzando abrazados la fama del vacío.

 Félix Grande 


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129.
SONETO A CRISTO CRUCIFICADO


No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte. 

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera. 

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Anónimo


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130.
MENSAJE A LAS ESTATUAS


Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.
 
Ángel González
(1925 - 2008)


 *******************

131.
YO NO TE PIDO


Yo no te pido que me bajes
una estrella azul
sólo te pido que mi espacio
llenes con tu luz.

Yo no te pido que me firmes
diez papeles grises para amar
sólo te pido que tú quieras
las palomas que suelo mirar.

De lo pasado no lo voy a negar
el futuro algún día llegará
y del presente
qué le importa a la gente
si es que siempre van a hablar.

Sigue llenando este minuto
de razones para respirar
no me complazcas no te niegues
no hables por hablar.

Yo no te pido que me bajes
una estrella azul
sólo te pido que mi espacio
llenes con tu luz.

Pablo Milanés


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132.
A UNA CALAVERA DE MUJER

 

Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura de estos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.

Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo;

aquí la estimativa, en quien tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.

¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!
¿En donde tanta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento?

Lope de Vega
(1562 - 1635)


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133.
DESPEDIDA



Quizás, cuando me muera,
dirán: Era un poeta.
Y el mundo, siempre bello, brillará sin conciencia.

Quizás tú no recuerdes
quién fui, mas en ti suenen
los anónimos versos que un día puse en ciernes.

Quizás no quede nada
de mí, ni una palabra,
ni una de estas palabras que hoy sueño en el mañana.

Pero visto o no visto,
pero dicho o no dicho,
yo estaré en vuestra sombra, ¡oh hermosamente vivos!

Yo seguiré siguiendo,
yo seguiré muriendo,
seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto.

 Gabriel Celaya
(1911 - 1991)


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134.
FLORES



Estas que fueron pompa y alegría,
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana,
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz, que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡Tanto se aprende en el término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron;
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y expiraron;
que pasados los siglos, horas fueron. 

Pedro Calderón de la Barca
(1600 - 1681)


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135.
HOMBRE


Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

Blas de Otero
(1916 - 1979)


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136.
LO FATAL


Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

Rubén Darío
(1867 - 1916)  


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137.
INSOMNIO


Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, 
fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

 Dámaso Alonso
(1898 - 1990)


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138.
 DESEO


Sólo tu corazón caliente,
Y nada más.

Mi paraíso, un campo
Sin ruiseñor
Ni liras,
Con un río discreto
Y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento
Sobre la fronda,
Ni la estrella que quiere
Ser hoja.

Una enorme luz
Que fuera
Luciérnaga
De otra,
En un campo de
Miradas rotas.

Un reposo claro
Y allí nuestros besos,
Lunares sonoros
Del eco,
Se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,
Nada más.

Federico García Lorca
(1898 - 1936)


 *******************

139.
SÉ TODOS LOS CUENTOS


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

León Felipe
(1884 - 1968)


 *******************

140.
A BLAS DE OTERO


Amigo Blas de Otero: Porque sé que tú existes,
y porque el mundo existe, y yo también existo,
porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo,
gastando nuestras vueltas como quien no hace nada,
quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo
de este dolor que insiste en todo lo que existe.

 .../...

Nuestra pena es tan vieja que quizá no sea humana:
ese mugido triste del mar abandonado,
ese temblor insomne de un follaje indistinto,
las montañas convulsas, el éter luminoso,
un ave que se ha vuelto invisible en el viento,
viven, dicen y sufren en nuestra propia carne.

Con los cuatro elementos de la sangre, los huesos,
el alma transparente y el yo opaco en su centro,
soy el agua sin forma que cambiando se irisa,
la inercia de la tierra sin memoria que pesa,
el aire estupefacto que en sí mismo se pierde,
el corazón que insiste tartamudo afirmando.

Soy creciente. Me muero. Soy materia. Palpito.
Soy un dolor antiguo como el mundo que aún dura.
He asumido en mi cuerpo la pasión, el misterio,
la esperanza, el pecado, el recuerdo, el cansancio,
Soy la instancia que elevan hacia un Dios excelente
la materia y el fuego, los latidos arcaicos.

Debo salvarlo todo si he de salvarme entero.
Soy coral, soy muchacha, soy sombra y aire nuevo,
soy el tordo en la zarza, soy la luz en el trino,
soy fuego sin sustancia, soy espacio en el canto,
soy estrella, soy tigre, soy niño y soy diamante
que proclaman y exigen que me haga Dios con ellos.

¡Si fuera yo quien sufre! ¡Si fuera Blas de Otero!
¡Si sólo fuera un hombre pequeñito que muere
sabiendo lo que sabe, pesando lo que pesa!
Mas es el mundo entero quien se exalta en nosotros
y es una vieja historia lo que aquí desemboca.
Ser hombre no es ser hombre. Ser hombre es otra cosa.

Invoco a los amantes, los mártires, los locos
que salen de sí mismos buscándose más altos.
Invoco a los valientes, los héroes, los obreros,
los hombres trabajados que duramente aguantan
y día a día ganan su pan, mas piden vino.
Invoco a los dolidos. Invoco a los ardientes.

Invoco a los que asaltan, hiriéndose, gloriosos,
la justicia exclusiva y el orden calculado,
las rutinas mortales, el bienestar virtuoso,
la condición finita del hombre que en sí acaba,
la consecuencia estricta, los daños absolutos.
Invoco a los que sufren rompiéndose y amando.

Tú también, Blas de Otero, chocas con las fronteras,
con la crueldad del tiempo, con límites absurdos,
con tu ciudad, tus días y un caer gota a gota,
con ese mal tremendo que no te explica nadie.
Irónicos zumbidos de aviones que pasan
y muertos boca arriba que no, no perdonamos.

.../...

 
Gabriel Celaya
(1911 - 1991) 


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141.
 ESO ERA AMOR


Le comenté:
 
- Me entusiasman tus ojos.
 
Y ella dijo:
 
- ¿Te gustan solos o con rimel?

 - Grandes, respondí sin dudar.
 
Y también sin dudar
  me los dejó en un plato y se fue a tientas.

Ángel González
(1925 - 2008)


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142.
ESTOS DÍAS AZULES

 
Dedicado a Antonio Machado

Estos días azules que devoran su cielo,
que evaporan la risa, que destilan más miedo,
son la sombra desnuda de un futuro desierto,
donde no nacen alas porque no siembran sueños.

El poeta agoniza polvoriento en silencio,
ya le han roto la vida los que tanto le hirieron,
exiliado, marchito, derrotado en el tiempo,
ya no hará más camino, ya no habrá más regreso.

Estos días azules, estas lunas sin verbo,
con sonetos sin rima, como incendios sin fuego,
que golpean estrellas y mastican espejos
cuando ya no palpitan ni el amor ni el deseo.

Caminante y camino, corazón hecho hielo,
ya estás casi desnudo como el olmo más seco,
ni esperanza, ni brisa, ni latido en tu pecho,
se te apagan las horas como polvo en el viento.

Estos días azules, estos días maltrechos,
no son mundos sutiles pero guardan el eco
de los hombres gentiles que jamás se rindieron
golpe a golpe la vida, lo demás verso a verso.

 
 Emilio Silva Barrera


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143.
 ALMUÑECAR


Durante un anochecer en esta playa te amé tanto
que una respiración para los dos bastaba.
suspendieron el mar, para mirarnos, su armonioso escalofrío,
y su unánime vuelo de gaviotas.
Se divertía el agua sonrosada,
como si fuera a amanecer,
y se posó el silencio sobre el aire
lo mismo que un jilguero en la rama.
No existía para el amor
futuro ni pretérito,
todo era un instante.
Y de repente, sobre tus hombros
observé, mientras te besaba,
que nos veían ojos codiciosos.
No supe si eran de los viejos fenicios
o quizá de la noche.
No tardó en quedar claro
donde va el ruiseñor cuando mayo termina.
La muerte que los devoró a ellos,
sigilosa nos acechaba.
Nuestro amor, como el de ellos, fue vencido.
Pero yo te amo todavía.

 Antonio Gala


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144.

SIN FIN


Sobre el pétalo leve
ondea la sombra 
de una mariposa
y cae al agua un gemido.
La corriente es un vórtice
que aglutina la noche,
y desde esa noche, la voz se multiplica,
emerge, asciende a los árboles,
corre por las nubes,
danza, corre, danza.
Llueve más allá del mar,
abriendo el horizonte,
la línea discontinua
sin fin,
 que aúna nuestras horas
dispares
hasta que la galerna
las dispersa.

Clara Janés


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145.
A PABLO NERUDA - FRAGMENTOS


Te escribo desde un puerto.
La mar salvaje llora.
Salvaje, y triste, y solo, te escribo abandonado.
Las olas funerales redoblan el vacío.
Los megáfonos llaman a través de la niebla.
La pálida corola de la lluvia me envuelve.
Te escribo desolado.
El alma a toda orquesta,
la pena a todo trapo,
te escribo desde un puerto con un gemido largo.
¡Ay focos encendidos en los muelles sin gente!
¡Ay viento con harapos de música arrastrada,
campanas sumergidas y gargantas de musgo!
Te escribo derrotado.
Soy un hombre perdido.
Soy mortal. Soy cualquiera...
... Te escribo desde un puerto,
desde una costa rota,
desde un país sin dientes, ni párpados, ni llanto.
Te escribo con sus muertos, te escribo por los vivos,
por todos los que aguantan y aún luchan duramente.
Poca alegría queda ya en esta España nuestra.
Mas, ya ves, esperamos.

Gabriel Celaya
(1911 - 1991)


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146.
NOCTURNO V


La noche está soñando que es azul. Todo duerme.
Un pájaro medita un trino nuevo.
Y yo, en la paz nocturna, no me atrevo a moverme,
porque temo que el éxtasis se rompa si me muevo.

Mi corazón palpita en la distancia
y asciende en espirales hacia un astro que ignoro.
Un vaho de silencio me envuelve de fragancia,
y me dicta las sílabas de una estrofa de oro.

Estoy solo en la noche. El tiempo ya no existe.
Nada existe en la noche, que no existe tampoco.
Yo solo existo. Yo, que por ser loco y triste,
puedo soñar despierto para morirme un poco...autógrafo

José Ángel Buesa
(1910 - 1982)


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147.
EL PENSADOR


A veces,
cuando centra
su atención en las cosas más sublimes,
le sorprende la cuenta del lechero.

- ¿De qué leche habla usted,
amigo mío?

Alza
sus ojos
hasta el nivel tan claro de los otros,
tan seguros y ciertos, 
enérgicos, sin dudas.

- De que leche va a ser:
de la bebida.
Quince litros en junio,
doce en mayo, 
diecisesis en abril, 
todo el esfuerzo
de mi complejo equipo de .
rumiantes,
los resultados de mi brillante alquimia
en los tubos de ensayo de las ubres:
sal que provoca sed, agua que aumenta
la secreción del blanco y tibio líquido,
dinero en caja,
próspero negocio.

Como es verdad,
y nadie se le oculta, 
él tiene que buscar en sus bolsillos,
y encuentra sólo llaves,
y un pañuelo,
y una carta arrugada
y...

- Vuelva el lunes.

Tratará de pensar en otras cosas
o beberá más agua en el futuro.

Ángel González
(1925 - 2008)


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148.
EL PADRE


El tendría por entonces mi misma edad de ahora
y recuerdo su mano apretando la mía
al cruzar, los domingos, la calle hasta la iglesia.
Después, mi mano olía durante varias horas
a jabón de lavanda y rubio americano.
Solíamos deambular las mañanas soleadas
por céntricos jardines o estrechas callejuelas
y él parecía no tener un rumbo prefijado,
desconocer adrede el destino final de aquellos pasos
que me brindaba a mí, su hijo más pequeño,
con la alegría sin norte de un muchacho.
Al final, el camino siempre nos conducía
a un gran café del centro, hermoso y concurrido.
Y allí me transformaba,
feliz explorador de un territorio íntimo,
en héroe sideral o enmascarado rey de los pigmeos
mientras él repasaba lentamente el periódico
o hablaba apasionado con algunos amigos
de temas misteriosos que yo nunca acababa de entrever
más allá de sus risas
y la expresión profundamente viva de unos rostros
tiernos y cariñosos al dirigirse a mí.
Más tarde, al retirarnos,
siempre con la sorpresa de un truco inesperado
aparecía en su mano un crujiente paquete
lleno de dulces frescos para tomar en casa.
Otras veces, recuerdo, en tardes de verano
solíamos caminar a la luz del crepúsculo
y su mirada de hombre, madura, ensombrecida
por unos pensamientos que yo no comprendía
pero que adivinaba próximos,
cercanos a una suerte de tristeza muy honda,
me acercaba a mí mismo
a la intuición de una edad mayor,
poderosa y extraña como sus palabras.
Se marchó una mañana dorada de Diciembre
-como aquellas mañanas azules de mi infancia-
hace ya veinte años.Y, sin embargo,
aún en los días más serenos
puedo escuchar su voz con un escalofrío,
oír como resuena, amable, enronquecida,
en mi propia garganta.
A veces veo sus ojos en mis ojos sin brillo.
Y la mano de mi hijo,anidada en mi mano,
me hace sentir de nuevo el amor de su mano. 

Álvaro Salvador Jofre


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149.
LAS BARNACLAS


 Delante, aquel silencio.
Las barnaclas
surcan la misma ruta: un cielo de agua.
Vuelan susurros
y el humo repta azul
por la quietud del valle.
¿Quién nos habla?
La luna deja luto
en el abismo de los caminos blancos.
El viento pasa
como una esbelta lágrima de anís
entre las piedras muertas.
En los bardales,
aún puedes reencontrarme. Queda el frío
y aquella paz.
Detrás, todo es cansancio. 

 Alejandro López Andrada


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150.
PALABRAS


"Para Lourdes Alda y Sebastián Navas" 

Yo sigo el rastro de la tinta oscura
para encontrar palabras que sean lo que son y al mismo tiempo
lo que no pueden ser, lo que transita.

Las horas que gastamos en pensar;
la exactitud de lo que no es exacto;
el margen de equilibrio que evita que los dedos del presente nos mancillen.

La sensación de estar donde no estamos
y también la contraria:
no ser jamás del todo lo que somos.

Materia y consistencia y transparencia:
como una fina lámina de mármol
deja pasar la luz.

Álvaro García


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151.
ORADOR IMPLACABLE Y SOLITARIO


Orador implacable y solitario:
No importa que tu palabra
Caiga
Como una piedra sobre el agua
Y se hunda.
No importa que el silencio
De los que no te escuchan
Alce
Una barrera fría e implacable
En torno a ti.
Espectáculo ardiente y abnegado
Llama que te consumes en tu esfuerzo,
Arde un momento, y calla.
Y luego,
Tras el instante enorme del silencio,
Cuando la tarde se convierta en sombra,
Verás brillar contra los imprecisos
Pabellones lejanos
La roja luz, reflejo de tu aurora.

Ángel González
(1925 - 2008)


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152.
EL CAIMÁN



En la paz celestial de las alturas,
cual velos de quiméricas huríes,
nubes blancas, doradas, carmesíes,
despliegan sus eternas vestiduras.
Garzas de epitalámicas blancuras,
guacamayos, cenzontles, colibríes,
enjoyan la floresta de rubíes,
topacios, perlas y amatistas puras.
En la ilusión de la corriente brilla
un zafiro de mística pureza...
Cruzan nubes moradas, rojas, gualdas...
Y en la arena de oro de la orilla,
al sol, la incuria de un caimán, bosteza
resplandores de vivas esmeraldas.

Francisco Villaespesa
(1877 – 1936)


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153.
 LO QUE HAY QUE DECIR

El poeta alemán Günter Grass, en su casa de la isla danesa de Mon

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.

Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.

Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?

El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.

Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
 sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.

¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.

¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?

Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.

Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.

Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva, también ayudarnos.

Günter Grass


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154.
OTRA FOTOGRAFÍA DE FAMILIA


Mi padre fue sencillo
hasta en la muerte. Brasa
de una entrañable y última
lumbre desencantada.

Erraban los caminos
por el campo manchego.
Una mujer de luto
iba llorando. Luego

lo enterrarían de prisa,
sin fé, casi de balde.
¿Lo recordáis, parientes?
Nadie olvida esa tarde.

Labios de sombra tuvo,
amó mucho, fue bueno.
Recuerdo su elegante
dejadez sin concuelo.

Y aquella siesta a oscuras,
cerrada a los pregones,
donde jugaba el huérfano
con rubios girasoles.

Ay, dulce resplandor
de la calle lejana,
con el limón del sol
parado en las persianas.

Recién llovido el cielo
y mirando a un jardín
se terminó su llama.
Tenía que ser así.

¿Era verano? ¿Era
lo que inventó en el alma?
Del niño que soñé
casi no queda nada.

Lo siento entre las cosas, 
hondas sendas lo guardan.
Padre mío en la luz
absorta de la infancia.

Salvador Pérez Valiente
(1919 - 2005)


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155.
CIUDAD


Brillan las cosas. Los tejados crecen
sobre las copas de los árboles.
A punto de romperse, tensas,
las elásticas calles.
Ahí estás tú, debajo de ese cruce
de metálicos cables,
en el que cuaja el sol como en un nimbo
complementario de tu imagen.
Rápidas golondrinas amenazan
fachadas impasibles. Los cristales
transmiten luminosos y secretos
mensajes.
Todos son breves gestos, invisibles
para los ojos habituales.
Y de pronto, no estás. Adiós, amor, adiós.
Ya te marchaste.
nada queda de ti, la ciudad gira:
molino en el que todo se deshace.

Ángel González
(1925 - 2008)


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156.
DE NOCHE


Qué resplandor, y helada, qué agonía
esta luna de invierno desvelada,
que a la polar quietud de la nevada
envuelve como un sueño en luz vacía.

Con terrestre dolor la serranía
transparenta su piedra gris, pelada.
Piedra con luz de hielo, acongojada
en su torpe materia muda y fría.

El aire de otros mundos, sin sonido,
por las rocas o el agua pasa o vuela,
mientras alto se extiende en sombra el viento.

Oh mundo, así desierto, ensombrecido;
enigma de la tierra que se hiela
en la noche espectral del firmamento.

José Suárez Carreño
(1915 - 2002)


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157.
MOMENTOS FELICES


Cuando llueve y reviso mis papeles y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así, atizo las llamas y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?...

...Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente;
y debo levantarme pero no me levanto,
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar;
y sigo allí, tendido, y nada importa nada.
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece?...

...Abrir nuestras ventanas: sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo, charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más, y que aún vivo,
¿no es la felicidad que nos se vende?

Gabriel Celaya
(1911 - 1991)


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158.
RÍO DE CÓRDOBA


Pasas y estás como una pisada antigua sobre el mármol,
y hay en tu fondo un velo de argenterías fenicias,
y en la noche de la Albolafia
surgen de oscuro labio enamorado
las suras como negras palomas implorantes.
Eres el rey, turbio césar que se desangra
sobre su propia púrpura de barros,
carne deshecha las rojizas gredas,
y flotas sobre tu huyente melancolía,
y fugaz permaneces
con tus manos de plateado exvoto acariciando
el toro, la columna, el santuario
y los pétreos plegados de la estatua...

...Cuando sube la noche a su ajimez de luna
y el licuor de tus ópalos se agita intensamente,
los jóvenes ahogados del estío
levantan en silencio sus livianas cabezas
que rotos ungüentarios perfuman de estoraque;
y sus miradas líquidas,
donde engastan los sábalos alhajas cinerarias,
contemplan el ciprés, la celosía, el patio,
los muros con la lepra verde de la alcaparra;
y suspiran y tejen coronas de amaranto,
de granadillo y mirto de hojas chorreantes
que van frescas, intactas, por tus crines undosas
hasta la sien vencida del amante que vive,
a tu orilla, la noche mortal del paraíso.

Pablo García Baena


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159.
A UN AMANECER


No fue la aurora. Fue que, de repente,
los pulsos rebosaron de las venas.
Fue que las manos se sintieron llenas
de una callada claridad naciente.
Fue que en el corazón brotó, impaciente,
un desusado pulso de azucenas.
Fue que la sombra se deshizo, apenas,
cuando la luz la desbordó en torrente.
Fue la rosa del sol naciendo, erguida,
como una voz, de pronto, en las montañas.
Fue el cielo, el aire, el cántico, la vida.
No pudo ser el alba silenciosa.
Fue el amor despertando en mis entrañas
como una inmensa mano poderosa.

Luis López Anglada
(1919 - 2007)


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160.
EL SUEÑO DE LOS NARCISOS


No es necesario creer
que me sueñan los narcisos.
Cuando detrás de los párpados cerrados
vuele, como un agudo viento,
el eterno pensar de la armonía...

María Cleofé Linares


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161.
CANCIÓN DE CUNA PARA DORMIR A UN PRESO


...No es verdad que te pese el alma.
El alma es aire y humo y seda.
La noche es vasta. Tiene espacios
para volar por donde quieras,
para llegar al alba y ver
las aguas frías que despiertan,
las rocas grises, como el casco
que llevas a la guerra.
La noche es amplia, duerme amigo,
duerme amigo, ea...

La noche es bella, está desnuda,
no tiene límites ni rejas...

 
José Hierro
(1922 - 2002)


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162.
EN LA ERMITA DEL CRISTO DE GRACIA - FRAGMENTO



...Herida está tu casa y tan vacía
como mi corazón, también deshecho.
Como Tú, en esta nave de mi pecho
tengo un lugar donde la cera ardía.

Y hoy vengo de mis sueños más oscuros
donde hundido te espero a la mañana.
Una antigua costumbre de campana
trae mi labio al silencio de tus muros.

Nada quiero, Señor, nada te pido;
tengo esta pobre voz que Tú me has dado,
y como un perro fiel marcha a mi lado
en mi diario camino hacia el olvido...

José García Nieto
(1914 - 2001)


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163.
UN SUEÑO



Cierta vez un sueño tejió una sombra
sobre mi cama que un ángel protegía:
era una hormiga que se había perdido
por la hierba donde yo creía que estaba.

Confundida, perpleja y desesperada,
oscura, cercada por tinieblas, exhausta,
tropezaba entre la extendida maraña,
toda desconsolada, y le escuché decir:
"¡Oh, hijos míos! ¿Acaso lloran?
¿Oirán cómo suspira su padre?
¿Acaso rondan por ahí para buscarme?
¿Acaso regresan y sollozan por mí?"

Compadecido, solté una lágrima;
pero cerca vi una luciérnaga,
que respondió: "¿Qué quejido humano
convoca al guardián de la noche?

Me corresponde iluminar la arboleda
mientras el escarabajo hace su ronda:
sigue ahora su zumbido pequeña vagabunda…
Vuelve pronto a casa."

William Blake
(1757 - 1827) 


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164.
ODIO Y AMO


...Aquí pronuncio
la palabra que nunca
moverá una montaña.
Aquí levanto
inútiles barreras
que derriba la muerte.
Aquí libro batallas
contra el viento, incluso
contra un ángel (aún cojeo
hacia el lado de Dios).
Aquí y cada día
y cada hora
y cada segundo
me he negado a morir.
Aquí odio la vida, sin embargo...

José Ángel Valente
(1929 - 2000)


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165.
EN TIEMPO DESOLADO
 
 
Amigo, en tiempo desolado, cuando tu alma se cubre de sombras
   Cuando en hondo abismo, mueren memoria y sentido
   La idea vacila entre sombras de formas y delirios,
   El corazón no puede suspirar, y el ojo ya no llora; 
Cuando cubierta de tinieblas tu alma cae en alas de fuego,
   Y tú a la nada, con miedo, sientes bajar de nuevo,
   Dime, ¿quién te salva entonces? ¿Quién es el ángel amable,
   Que tu alma ordena y da belleza otra vez,
   Que construye de nuevo tu mundo derruido, restaura el Altar
   caído, y enciende allí la llama con mano sagrada? 
Sólo la esencia potente, que nace de la eterna noche
   Besa de vida al serafín, despiertan a los soles a la danza.
   Sólo la palabra sagrada, que gritó a los mundos: ¡Existe!
   Y cuya viva energía a los mundos aún mueve. 
 Por eso, alégrate, oh amigo y canta en la oscura pena:
   La noche es la madre del día, el Caos es el vecino de Dios. 

 
  
Erik Johan Stagnelius
(1793 - 1823) 



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166.

EL HABITANTE DE LA PALABRA


Hacia la parte del sur,
junto al salitre de bisel indeleble,
del lado de los ríos de navegables fábulas,
ya en las dunas limítrofes
de prodigioso azul , entre la últimos
vestigios de la niebla y de la flor lluviosa, 
vive tu corazón de materiales puros,
vive tu mano innumerable,
tu frente secular, el escogio acervo
de tu palabra como un fulgúreo amor.

Y allí combatstú, trabajas tú,
andando entre los tréboles, con las sedas del día
sobre la piel undosa de los frutos,
desbordando tu voz por el verano litoral,
acaso traduciendo oscuramente
lo que te puso Dios entre los sueños...

Manuel Caballero Bonald


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167.

AYER


Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.
A eso de las siete cruzó el cielo
una lenta avioneta, y ni los niños
la miraron.
Se desató
el frío,
alguien salió a la calle con sombrero,
ayer, y todo el día
fue igual,
ya veis,
qué divertido.
ayer y siempre ayer y así hasta ahora,
continuamente andando por las calles
gente desconocida,
o bien dentro de casa merendando
pan y café con leche, ¡qué
alegría!
La noche vino pronto y se encendieron
amarillos y cálidos faroles,
y nadie pudo
impedir que al final amaneciese
el día de hoy,
tan parecido
pero
¡tan diferente en luces y en aroma!
Por eso mismo,
porque es como os digo,
dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra.
 
Ángel González
(1925 - 2008)


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168.
EL MIEDO MANDA


El miedo amenaza. 

Si usted ama tendrá sida.
Si fuma tendrá cáncer.
Si respira tendrá contaminación.
Si bebe tendrá accidentes.
Si come tendrá colesterol.
Si habla tendrá desempleo.
Si camina tendrá violencia.
Si piensa tendrá angustia.
Si duda tendrá locura.
Si siente tendrá soledad.

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. 
 Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, teme a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de circular
y los peatones miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar
y el lenguaje miedo de decir. 
Los civiles tienen miedo a los militares,
los militares tienen miedo a la falta de armas,
las armas tienen miedo a la falta de guerras.

Es el tiempo del miedo. 

Miedo de la mujer a la violencia del hombre 
y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura,
al tiempo sin relojes, al niño sin televisión,
miedo a la noche sin pastillas para dormir
y miedo al día sin pastillas para despertar. 

Miedo a la multitud,
miedo a la soledad,
miedo a lo que fue
y a lo que puede ser,
miedo de morir,
  miedo de vivir…
                                                                              
  Eduardo Galeano


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169.
RONDA


Blanca en la dicha de tu calma insomne,
Ronda del aire, de la luz y del lirio,
umbría en la nostalgia de tus huertos,
a ti mi canto.

Serenidad de piedra ante el abismo,
mármol en vilo de sollozo y luna,
columna de equilibriosen la ruina,
ala entreabierta.

Jinete del suicidio despeñándose
que contiene una mano absorta en brisa.
Palma extasiada que en el azul meces
tu oscura rosa.

Surtidor que detiene su obelisco,
Ángel en vuelo inmóvil permanente,
vigía de lasima, donde líquida
tiembla la estrella.

Silencio que hay guitaras junto al río
en corazón sonor de la noche
y el jazmín tiende sus besos de fiebre
si Canta Ronda.

Por las calles en cuesta, por los arcos,
por la libre baranda el heliotropo
de la voz va enredando su caliente
melancolía.

Pasan bajo la adelfa y miradores
el gallardo andaluz y su caballo,
enamorado el labio y en los ojos
nocturna llama.

Surje la bailarina y sus tacones
rojos rompen el vidrio de las copas
y lenta sobre el ascua del deseo
su impura sangre.

Va y viene la tristeza con sus sábanas
y en el sombrío cuello de la noche
clava la voz el aúreo rehilete
de la agonía.

El agua se desploma, ¿o es el llanto?,
y un vuelo de paloma desde el Tajo
sostiene en gallardía de espinelas
piedra y suspiro.

Pablo García Baena


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170.
LOS AMANTES


Bajo los altos árboles,
contra el destino que ellos se marcaron,
pasean puros los amantes.
Llevan la gracia antigua en su mirada,
queman la misma sangre:

un mismo amor latiendo bajo el cielo,
los une, los deshace.
Sobre la huidiza carne de este mundo
sueñan eternidades.

Efímero país de la esperanza,
yo te crucé de parte a parte.
Fronteras de la luz y de las nieblas.
En un extremo, Dios. En otro Nadie.

Rafael Montesinos
(1920 - 2005)



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171.
AL COMPAÑERO


La doméstica tregua de todas las tardes,
cuando el mantel de casa era un planeta de hule,
con países de migas
y una mosca satélite merodeando el azúcar.
Con barcazas de pan que naufragaban siempre
y aquel, casi llegar al borde de la taza.
Con tu vieja o la mía tirándonos la bronca
por el pantalón roto o la lastimadura
y esa nuestra batalla que ellas no comprendían
ni comprendieron nunca.
Aquel mismo escenario, siempre diferente.
Ejércitos de árboles como gigantes ciegos,
nuestra calle, que a veces fue río, otras puente,
abismos, montañas que iban y venían.
Le pusimos al mundo nuestra geografía.
Verjas que eran barcos piratas y en el puente,
capitanes con ojos de mil mares y vientos,
y trabucos jazmines  disparaban aromas,
de  la proa cargada con azahares del cerco,
por aquellos marinos que fuimos, sin brújula ni puerto.
Así era nuestra lucha.
Y era tanta la magia de nuestra fantasía,
que la escoba dejaba su rincón de la hilacha,
la tremenda rutina  de pelusas y hollines,
para transformarse, suelta al viento las crines,
en aquellos centauros de inocencia y paja.
Así era nuestra lucha, poblada de lirismos,
donde nadie moría, donde no se perseguía jamás a los caídos,
donde llegábamos al último instante
para arrancarnos de las garras feroces del enemigo…
y éramos héroes, si, héroes,
de niños hay una forma tan azul de ver el heroísmo.
Héroes, que rendidos al caer la tarde,
cuando mandaban tregua nuestras madres
cambiábamos la gloria, por un tazón de leche.
Y hoy, este diario, me trae tu rostro subversivo,
este diario  que es un pájaro de humos y de muerte,
me trae tu rostro asesinado,
violeta de bronca, amarillo de injusticia y lo peor,
es que yo sé que a este diario solo le interesa la noticia.
Esta vez no se pudo compañero,
no pude llegar al último instante para decirte:
- ¡Si te asomas alma ten cuidado, 
que están los perros del amo vigilando, vigilando,
que están los perros del amo, olfateando, olfateando,
donde encuentran un sueño, lo matan como a un pájaro!
Hoy no tenemos ni barcos ni caballos alados,
y quizá tampoco madera para héroes,
pero somos los hombres,
pero somos la historia que avanza paso a paso.
Hoy somos dos marinos con brújula y con puerto,
aunque digan que has muerto.

 Rafael Amor


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172.
ELEGÍA EN OTOÑO

 
Las hojas del otoño flotan sobre tu brisa
y caen en el estanque solitario del alma.
Un dolor de ser otros parece que nos pesa
como unas rotas alas.
 (Acaso nunca el hombre es él mismo.) Escuchamos
la voz honda del tiempo, la palabra
del tiempo que en los labios cobrizos del otoño
pone su dejo antiguo, su amarillez, y pasa.

Escuchamos el tiempo pasar: es un rebaño
invisible que pisa por la hierba mojada;
es una larga ronda de vientos tañedores
entre las flautas rojas de las ramas;

es una herida queja de líquidos metales
por fugitivos corazones de agua.
Escuchamos el tiempo y apretamos los párpados
y sentimos el tiempo en nuestras lágrimas.

El otoño que arde con su lumbre de gloria
presta a las cosas luz misteriosa y dorada;
toda la tierra tiene una triste hermosura
como una dulce evocación de infancia.

También otoño el corazón nos dora
y sus hondos paisajes nos enciende en el alma
y nos sentimos tiempo transitando, fundida
nuestra amarilla cera en las hermosas brasas.

Caminamos pisando un corazón de hojas.
Pisando lentamente una esperanza.
Y miramos al cielo. Y abatimos la frente.
Y decimos: -Mañana. 
 
Leopoldo de Luis
(1918 - 2005)


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173.
Y DE REPENTE DIJE : ESTO ES LA VIDA



 Y de repente dije: Esto es la vida.
Esto y no más. Palpé su forma cierta.
La adiviné mortal. El alma, alerta,
vibró un instante toda estremecida.

El rojo amor con honda sacudida
-oh vida, oh viento- abrió la última puerta.
Y allá en el fondo de la estancia abierta,
brilló mi muerte entre la luz dormida.

Esto es la vida, dije, esto es la muerte,
ésta la tersa luz, la honda luz suave,
la cósmica pasión, el sueño inerte.

Esto eres sólo, sí. Y con paso grave
me adelanté hacia el fondo para verte,
llegué a la puerta y di vuelta a la llave.
 
Vicente Gaos
(1919 - 1980)


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174.
ELEGÍA IX - FRAGMENTOS


 ...El comedor se alumbra con los pámpanos
de la parra que escala los balcones.
Se perfuma en un hálito de fruteros repletos
de fresas, de manzanos y de peros,
y el viejo aparador de caoba se yergue
en la severidad de hace cien años...

...Los rayos en las vagas madreselvas
diríanse un enjambre de irritadas abejas.
El olor del invierno persisitía
en los abandonados corredores...

...Bajo aquel cielo azul de primavera,
en aquel palomar completamente blanco,
solos, entre aleteos y arullos de palomas
dichosos y tendidos sobre el sol nos amamos.

 
Ricardo Molina
(1919 - 1968)


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175.
EN EL PRINCIPIO


Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria, 
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero
(1916 - 1979 )


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176.
ELEGIDO POR ACLAMACIÓN


Sí, fue un malentendido.
Gritaron: ¡a las urnas!
y él entendió: ¡a las armas! -dijo luego.
Era pundonoroso y mató mucho.
Con pistolas, con rifles, con decretos.
Cuando envainó la espada dijo, dice:
La democracia es lo perfecto.
El público aplaudió. Sólo callaron,
impasibles, los muertos.
El deseo popular será cumplido.
A partir de esta hora soy -silencio-
el Jefe, si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.
Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio.

Ángel González
(1925 - 2008)


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177.
DURA COSA ES VIVIR


Dura cosa es vivir y estar contando
las horas, esas nubes, los latidos,
vagar despiertos cuando más dormidos, 
estar en vela y continuar soñando.
Sumamos días que nos van restando
los plazos por el tiempo concedidos.
Nos deja la alegría malheridos
y a veces el pesar nos va curando.
En este breve sueño, paradoja
de tanta libertad nunca aprendida,
la sonrisa es un ceño que se enoja,
el amor como un llanto que se olvida,
el vivir un otoño hoja tras hoja,
la muerte un suma y sigue de la vida.

Rafael Santos Torroella
(1914 - 2002)


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178.
LOS GUARDAFRENOS


El sabor de los túneles
y la escarcha crujiendo
bajo los dedos rosas
del primer sol. Rebaños
agrupados, aún,
en la sombra. Cañadas,
vaharadas azules.
Niebla harapienta, yerba
mojada y agua rota.
La inacción y el ensueño
sin palabras, sin pasos
obligados: monótona
libertad somnolienta...

Luis Felipe Vivanco
(1907 - 1975)


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179.
BRAHMA NO PIENSA 


Ego sum quo sum.

Brahma no piensa: pensar limita.
Brahma no es bueno ni malo, pues
las cualidades en su infinita
substancia huelgan. Brahma es lo que es.

Brahma, en un éxtasis perenne, frío,
su propia esencia mirando está.
Si duerme, el Cosmos torna al vacío:
mas si despierta renacerá!

Amado Nervo
(1870 - 1919)


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180.
ODA A LA CRÍTICA


Yo escribí cinco versos:
uno verde,
otro era un pan redondo,
el tercero una casa levantándose,
el cuarto era un anillo,
el quinto verso era
corto como un relámpago
y al escribirlo
me dejó en la razón su quemadura.

Y bien, los hombres,
las mujeres,
vinieron y tomaron
la sencilla materia,
brizna, viento, fulgor, barro, madera
y con tan poca cosa
construyeron paredes, pisos, sueños.

En una línea de mi poesía
secaron ropa al viento.
Comieron
mis palabras,
las guardaron
junto a la cabecera,
vivieron con un verso,
con la luz que salió de mi costado.

 Entonces
llegó un crítico mudo
y otro lleno de lenguas,
y otros, otros llegaron
ciegos o llenos de ojos,
elegantes algunos
como claveles con zapatos rojos,
otros estrictamente
vestidos de cadáveres,
algunos partidarios
del rey y su elevada monarquía,
otros se habían
enredado en la frente
de Marx y pataleaban en su barba,
otros eran ingleses,
y entre todos
se lanzaron
con dientes y cuchillos,
con diccionarios y otras armas negras,
con citas respetables,
se lanzaron
a disputar mi pobre poesía
a las sencillas gentes
que la amaban:
y la hicieron embudos,
la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron de tinta,
la escupieron con suave
benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron,
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas,
fueron borrándole vocales,
fueron matándole
sílabas y suspiros,
la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete
que destinaron cuidadosamente
a sus desvanes, a sus cementerios,
luego
se retiraron uno a uno
enfurecidos hasta la locura
porque no fue bastante
popular para ellos
o impregnados de dulce menosprecio
por mi ordinaria falta de tinieblas
se retiraron
todos
y entonces,
otra vez,
junto a mi poesía
volvieron a vivir
mujeres y hombres,
de nuevo hicieron fuego,
construyeron casas,
comieron pan,
se repartieron la luz
y en el amor unieron
relámpago y anillo.

Y ahora,
perdonadme, señores,
que interrumpa este cuento
que les estoy contando
y me vaya a vivir
para siempre
con la gente sencilla.
 Pablo Neruda
 (1904 - 1973)


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181.
FIGURAS FEMENINAS


Las mujeres más tristes llevan mirlos
dentro del corazón,
tocan el aire
cercadas por la muerte;
cruzan raudas,
bajo la sombra gris de los castaños.
La más anciana de ellas
se detiene,
nos mira brevemente, como un árbol
doblado por la lluvia,
nos esquiva,
nerviosamente, y sigue caminando.

Alejandro López Andrada
 

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182.
ARMONÍA


Quise tocar el gozo primitivo,
batir mis alas, trasponer la linde
y volver, al origen, desde el fin de
mi juventud, para sentirme vivo. 

Quise reverdecer el viejo olivo
de la paz, pero el alma se me rinde.
¿Quién es sin su dolor? ¿Quién que no brinde,
sin pena, su ayer libre a su hoy cautivo? 

Y ¿quién se adueñará de la armonía
universal, si rompe, nota a nota,
grano a grano, el racimo, los acordes? 

¿Quién se olvida que es cuna y tumba, día
y noche, honda raíz y flor que brota,
luz, sombra, vida y muerte hasta los bordes?

José Hierro
(1922 - 2002) 

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183.
 LA VIDA SENCILLA


Llamar al pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes ?papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento?
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos...
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos y del polvo.
  
 Octavio Paz
(1914 - 1998)


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184.
ANOCHECER

 

Las chimeneas, hilera a hilera,
Cortan el claro cielo;
La luna,
Con un jirón de gasa en su cintura
Posa entre ellos, una torpe Venus–
Y aquí estoy mirándola desenfrenadamente
Sobre la pileta de la cocina.

Richard Adlington
(1892 - 1962) 


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185.
LAS ALAS


¡Yo tenía...

dos alas!...

Dos alas,
que del Azur vivían como dos siderales
raíces!...
Dos alas,
con todos los milagros de la vida, la muerte
y la ilusión. Dos alas,
fulmíneas
como el velamen de una estrella en fuga;
Dos alas,
como dos firmamentos
con tormentas, con calmas y con astros...

¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?...
El áureo campaneo
del ritmo; el inefable
matiz, atesorando
el iris todo, más un iris nuevo
ofuscante y divino,
que adoraran las plenas pupilas del Futuro,
( las pupilas maduras a toda luz! )...  El vuelo...

El vuelo eterno, devorante y único,
que largo tiempo atormentó los cielos,
despertó soles, bólidos, tormentas:
abrillantó los rayos y los astros
¿y la amplitud? : tenían
calor y sombra para todo el Mundo,
y hasta incubar un "más allá" pudieron.

Un día, raramente
desmayada a la tierra,
Yo me dormí en las felpas profundas de este bosque...
Soñé divinas cosas...
Una sonrisa tuya me despertó, paréceme...
¡Y no siento mis alas!...

¿Mis alas?...

- Yo las vi deshacerse entre mis brazos...
¡Era como un deshielo!

Delmira Agustini
(1886 - 1914) 


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186.
CONFORMIDAD


Yo declaro mi amor a lo que muere.
Siendo fugaz, no puedo amar lo eterno.
Amar lo eterno sólo es despedirse,
desesperadamente pasajero.

Muere la rosa cuando no es de cera.
Yo llamo hermano a lo que está muriendo.
Contento voy con el que va conmigo,
aunque muy pobre sea el compañero.

Se nos ha muerto el hijo de la infancia
del que no somos sino vivo féretro,
un hijo extraño que a la vez fue padre
de lo que somos y lo que seremos.

Mueres la rosa cuando no es de cera.
Yo fui silencio y volveré al silencio.
Pero por un instante lo habré roto
con una imprecación o con un beso.
Hasta el poema callará conmigo,
aunque algún eco dejará en el viento.

Muere la rosa cuando no es de cera.
De mí tan sólo quedarán los huesos,
lo más infame si lo más perenne,
pobres despojos del festín del tiempo.

Si no tan bello como el de la rosa,
polvo seremos -aunque polvo en vuelo,
como el del ala de la mariposa.

Pedro Lezcano
(1920 - 2002)


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187.
AMÉRICA INSURRECTA - 1800

 
Nuestra tierra, ancha tierra, soledades,
se pobló de rumores, brazos, bocas.
Una callada sílaba iba ardiendo,
congregando la rosa clandestina,
hasta que las praderas trepidaron
cubiertas de metales y galopes.

Fue dura la verdad como un arado.

Rompió la tierra, estableció el deseo,
hundió sus propagandas germinales
y nació en la secreta primavera.
Fue callada su flor, fue rechazada
su reunión de luz, fue combatida
la levadura colectiva, el beso
de las banderas escondidas,
pero surgió rompiendo las paredes,
apartando las cárceles del suelo.

El pueblo oscuro fue su copa,
recibió la substancia rechazada,
la propagó en los límites marítimos,
la machacó en morteros indomables.
Y salió con las páginas golpeadas
y con la primavera en el camino.
Hora de ayer, hora de mediodía,
hora de hoy otra vez, hora esperada
entre el minuto muerto y el que nace,
en la erizada edad de la mentira.

Patria, naciste de los leñadores,
de hijos sin bautizar, de carpinteros,
de los que dieron como un ave extraña
una gota de sangre voladora,
y hoy nacerás de nuevo duramente
desde donde el traidor y el carcelero
te creen para siempre sumergida.

Hoy nacerás del pueblo como entonces.

Hoy saldrás del carbón y del rocío.
Hoy llegarás a sacudir las puertas
con manos maltratadas,con pedazos
de alma sobreviviente, con racimos
de miradas que no extinguió la muerte,
con herramientas hurañas
armadas bajo los harapos.

Pablo Neruda
(1904 - 1973)


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188.
 POEMA DE LA VERDAD PROFUNDA



Tú no entiendes, amigo, tú no entiendes.
Deja que te lo explique, no en palabras
-que con palabras no se entiende a nadie-
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Así oscura y claramente
lo siento yo:
A mí no me perturba la Rosa de los Vientos.
Bello es el Sur, pero también el Norte
tiene belleza.
Para mi casa en noche está la luna
y con mi vida puedo henchir la tierra
cuando la tierra es árida.
Sé vivir en el viento y en la nube
y beber el agua sobre las hojas.
-No siempre se ha de estar alto, como Aldebarán...-
Hay que saber doblarse sin partirse.
Saber leer, y luego
saber romper la copa.
La ciudad puede, alguna vez, ser selva.
¿Qué importa así o de otro modo?
Bebiendo sol y salitre en alto mástil de barco
o en presidio...
Me da igual.
Donde quiera estoy yo. A salvo.

Mirta Aguirre
(1912 - 1980)


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189.
 LA TIERRA



Un mundo como un árbol desgajado.
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
apuntalar las ruinas.

Romper el mar
en el mar, como un himen inmenso,
mecen los árboles el silencio verde,
las estrellas crepitan, yo las oigo.

Sólo el hombre está solo. Es que se sabe
vivo y mortal. Es que se siente huir
ese río del tiempo hacia la muerte.

Es que quiere quedar. Seguir siguiendo,
subir, a contramuerte, hasta lo eterno.
Le da miedo mirar. Cierra los ojos
para dormir el sueño de los vivos.

Pero la muerte, desde dentro, ve.
Pero la muerte, desde dentro, vela.
Pero la muerte, desde dentro, mata.

...El mar la mar, como un himen inmenso,
los árboles moviendo el verde aire,
la nieve en llamas de la luz en vilo...
 

Blas de Otero
(1916 - 1979)


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190.
ANTE LAS TORRES DE COMPOSTELA


También la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de Compostela.

Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho —ay, amor— mi fantasía
torres más altas labra. El alma vela.

Y ella —tú— aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,

contempla entre mis torres las estrellas,
no estas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.

Gerardo Diego
(1896 - 1987)


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191.
AIRE DEL SUR BUSCADO EN INGLATERRA


Si el aire se dijera un día:
—Estoy cansado,
rendido de mi nombre... Ya no quiero
ni mi inicial para firmar el bucle
del clavel, el rizado de la rosa,
el pliegecillo fino del arroyo,
el gracioso volante de la mar y el hoyuelo
que ríe en la mejilla de la vela...
Desorientado, subo de las blandas,
dormidas superficies
que dan casa a mi sueño.
Fluyo de las paradas enredaderas, calo
los ciegos ajimeces de las torres;
tuerzo, ya pura delgadez, las calles
de afiladas esquinas, penetrando,
roto y herido de los quicios, hondos
zaguanes que se van a verdes patios
donde el agua elevada me recuerda,
dulce y desesperada, mi deseo...
Busco y busco llamarme
¿con qué nueva palabra, de qué modo?
¿No hay soplo, no hay aliento,
respiración capaz de poner alas
a esa desconocida voz que me denomine?
Desalentado, busco y busco un signo,
un algo o alguien que me sustituya
que sea como yo y en la memoria
fresca de todo aquello, susceptible
de tenue cuna y cálido susurro,
perdure con el mismo
temblor, el mismo hálito
que tuve la primera
mañana en que al nacer, la luz me dijo:
—Vuela. Tú eres el aire.
Si el aire se dijera un día eso...

Rafael Alberti
(1902 - 1999)


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192.
LAS PERSONAS CURVAS


Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas.
Pero a mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.
A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!
Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo
y la metralla recta.
No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!
El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.
 
 Jesús Lizano
(1931 - 2015)


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193.
SAL, MI ALMA, DE LOS HELADOS SUEÑOS

 

Sal, mi alma, de los helados sueños,
Del profundo sueño del amor y de la muerte,
Pues ¡mira! de suspiros se llenan los árboles
Cuyas hojas reprende la mañana.
Domina al este la gradual aurora
Donde brotan suaves fuegos,
Agitando aquellos velos
De gris telaraña de oro.
Mientras dulce, gentil, secretamente,
Repican las campanas de flores matinales
Y el sabio coro de hadas
Empieza (¡innúmero!) a escucharse.

James Joyce
(1882 - 1941)


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194.
BOSQUE


Cruzas por el crepúsculo.
El aire
tienes que separarlo casi con las manos
de tan denso, de tan impenetrable.
Andas. No dejan huellas
tus pies. Cientos de árboles
contienen el aliento sobre tu
cabeza. Un pájaro no sabe
que estás allí, y lanza su silbido
largo al otro lado del paisaje.
El mundo cambia de color: es como el eco
del mundo. Eco distante
que tú estremeces, traspasando
las últimas fronteras de la tarde.

 
 Ángel González
 (1925 - 2008)

 
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195.
VIENTOS DEL PUEBLO

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantán
y al mismo tiempo castigan
con su clamarosa zarpa...
...Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretado los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

Miguel Hernández
(1910 - 1942)


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196.
EL MANDARÍN



Un Mandarín de Pekín
que residía en Cantón
y no tocaba el violín
porque tocaba el violón
decía con presunción
y con cierto retintín
que de confín a confín
de toda aquella nación
del gorro hasta el escarpín
era rico y trapalón.

Tenía aquel Mandarín
un precioso palanquín
un caballo percherón
un kimono de etamín
y un pañuelo de crespón.

Tenía un vasto salón,
un agradable jardín
y también un batintín
que sonaba haciendo ¡pon!
Un puñal, un espadín
un alfanje, un mosquetón
y un surtido botiquín
con «Mejoral» y algodón.

Pero el pobre Mandarín
abrigaba una ilusión
ver crecer cabello o crin
a un estupendo melón.

Con paciencia y discreción
exprimía su magín
y bañaba aquel melón
con un líquido o loción
que se trajo de Nanking.

Más el melón malandrín
ablución tras ablución
resistía aquel trajín
y se quedaba pelón.

El Mandarín bermellón
rojo, encarnado, carmín
se tomaba un berrenchín
e insistía con tesón
hasta que un día por fin
el paciente Mandarín
que residía en Cantón
se pudo dar el postín
de ver con pelo al melón
porque con circunspección
fue y le puso un peluquín.

MORALEJA:
Muchas veces el tesón
no nos conduce a buen fin
y lo mismo que el melón
que tenía el Mandarín
si está calvo don Ramón,
don Felipe o don Fermín,
da igual que se dé almidón
o se frote con fruición
la cabeza con hollín
con un paño, un calcetín
un abrigo de visón
un lápiz o el boletín
oficial de la nación. 

Anónimo 


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197.
DEVUELTO

 
A la cara de mi hijo
que duerme, bajan
arenas de las dunas,
flor de la caña
y la espuma que vuela
de la cascada...

Y es sueño nada más
cuanto le baja;
sueño cae a su boca,
sueño a su espalda,
y me roban su cuerpo
junto con su alma.

Y así lo van cubriendo
con tanta maña,
que en la noche no tengo
hijo ni nada,
madre ciega de sombra,
madre robada.

Hasta que el sol bendito
al fin lo baña:
me lo devuelve en linda
fruta mondada
¡y me lo pone entero
sobre la falda!

Gabriela Mistral
(1889 - 1957)


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198.
EL PARAÍSO SOBRE LOS TEJADOS


Será un día tranquilo, de luz fría
como el sol que nace o muere, y el cristal
cerrará el aire sucio fuera del cielo.

Se nos despierta una mañana, una vez para siempre,
en la tibieza del último sueño: la sombra
será como la tibieza. Llenará la estancia,
por la gran ventana, un cielo más grande.
Desde la escalera, subida una vez para siempre,
no llegarán voces, ni rostros muertos.

No será necesario dejar el lecho.
Sólo el alba entrará en la estancia vacía.
Bastará la ventana para vestir cada cosa
con una tranquila claridad, casi una luz.
Se posará una sombra descarnada sobre el rostro sumergido.

Será los recuerdos como grumos de sombra
aplastados como las viejas brasas
en el camino. El recuerdo será la llama
que todavía ayer mordía en los ojos apagados.

Cesare Pavese
(1908 - 1950)


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199.
MI PADRE HABLABA CON LOS CISNES


Apoyado en la baranda
del Puente de South Gate
mi padre hablaba con los cisnes
recordando sus días
con los Royal Munster Fusiliers. 

La India era el alba
Las mujeres distantes
El sol se acunaba en los brazos de él.

A veces,
cuando las nubes eran color vino
se lavaba la cara en el Ganges. 

Los cisnes remontaban
desde el Lee
desplegando las alas.

Apoyada en las oscuridades
de su cuarto crepuscular
mi madre hablaba con Dios
recordando a Pearse
y el aliento de Connolly.

Irlanda era nueva
Los hombres altos
La tierra reflejaba su brillo.

A veces,
cuando las águilas chillaban
recorría los caminos a Belén.

Dios abría sus ojos
Poca cosa para un milagro.
De esos dos nací.
El Ganges moviéndose con el Lee
y estruendo de artillería creciendo hasta perderse.
Mi madre se vistió de verde hasta que murió.
Mi padre murió con los cisnes.

Sólo los ríos siguen
sangrando suavemente.

 
Patrick Galvin
(1927 - 2011)


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200.
TOCA LA TIERRA

 

Toca la tierra, hijo; con cuidado, 
que tocas una ruina de alma o nido, 
un útero de amor desposeído, 
un torso de titán ametrallado. 

Toca la tierra que, de la lado a lado, 
es un muñón tascando su alarido, 
una prisión de muertos sin olvido, 
un corazón de paz desconcertado. 

Toca esta tierra, hijo, y, de rodillas, 
sigue un vía crucis lento de esperanza
 hasta secar su llanto sin orillas. 

Clava un arado aquí y allá una lanza; 
lluévele amor;  derrama tus semillas. 
A ver si la cosecha nos alcanza.

   
Ángela Figuera Aymerich  
(1902 - 1984)


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